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Desprecio al Parlamento

Desprecio al Parlamento

Carta de la directora ·

Manuela Martín

Badajoz

Domingo, 1 de noviembre 2020, 09:42

MIENTRAS los gobernantes de Francia y Alemania decretan confinamientos en todo el país para tratar de atajar los contagios, en España cada comunidad va a su aire. Unas sí, otras no, unas a medias, otras un poquito... La disparidad de criterios da lugar a absurdos como que los extremeños puedan viajar por carretera a Galicia, donde no hay confinamiento, cruzando por Castilla León, donde sí lo hay. Eso sí, sin pararse más que para echar gasolina. Ni para tomar un café. ¿Y quién controla que yo no me quede en Salamanca, si ese es mi capricho? ¿La Guardia Civil a la que están mareando con órdenes cambiantes todos los días? ¿Dónde está el Gobierno para evitar que España sea un caos de normas? ¿Tiene sentido que cuando todas las comunidades tenemos encendido el semáforo rojo de riesgo alto unas cierren y otras no?

El presidente de la Junta ha justificado que Extremadura no decrete el cierre porque no lo cree útil. Considera más eficaz el confinamiento de los municipios que tienen una alta tasa de contagios y la restricción de aforos. Lo cierto es que Extremadura no está tan mal como Navarra o Castilla y León, pero no está tan bien como Canarias o Galicia. Estamos por encima de la media española en incidencia acumulada, alcanzada ya la peligrosa tasa de 500 casos por 100.000 habitantes. Es razonable esperar a ver el resultado de estas medidas y no ir como pollos sin cabeza firmando decretos sin evaluar antes qué funciona y qué no.

Lo aconsejable hubiera sido que el Gobierno, tras decretar el estado de alarma, hubiese acordado con las comunidades el contenido de las limitaciones. Como se ha hecho en Europa, donde los gobiernos pierden poco tiempo en guerras territoriales. Pero Pedro Sánchez ha preferido sacudirse la responsabilidad en las comunidades y escapar del control parlamentario. Finalmente ha accedido graciosamente a dar cuenta en el Congreso cada dos meses, un plazo demasiado largo desde el punto de vista de la salud democrática. Estamos en un momento de excepción y no parece lógico que quien tiene firma en el BOE para limitar los derechos fundamentales que nos reconoce la Constitución se escaquee del control de los representantes de la soberanía popular. El desprecio del presidente del Gobierno al Parlamento ya quedó en evidencia el jueves cuando no solo no defendió en la tribuna una medida de la importancia del estado de alarma sino que abandonó la cámara cuando empezó a hablar la oposición.

Ojalá la Unión Europea adoptase políticas conjuntas para afrontar una crisis sanitaria global. El coronavirus no sabe de fronteras, -mucho menos regionales-, por lo que cualquier actuación coordinada y basada en evidencias científicas sería de agradecer por unos ciudadanos que están no solo cansados de una situación a la que no ven fin, sino confundidos por unos políticos erráticos. La intervención de la UE sería tal vez la vía para salvar el desgobierno español. Ya hace tiempo que la dicotomía entre salvar la economía o salvar la salud se ha visto como una trampa. No hay economía si no hay salud. Y de eso son ya conscientes los dirigentes más avisados.

Hay que reducir la velocidad con la que corre la pandemia para evitar que los hospitales se saturen, porque si lo hacen el desastre sanitario, social y económico será monumental. El problema ya no es que nos acabemos contagiando todos, sino que lo hagamos en tan poco tiempo que el sistema sanitario no sea capaz de atender ni a todos los enfermos de covid ni a todos los que sufren otras patologías.

No lo olviden ustedes, cuando se llenen las UCI nadie levantará el dedo para hacerse responsable, y menos que nadie el Gobierno español, que debe pensar que con decretar seis meses de estado de alarma ya ha cumplido.

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