Borrar
Imagina Extremadura | Lecciones de la pandemia

Lecciones de la pandemia

8 de Extremadura ·

Diez extremeños cuentan en este especial qué valoran más y qué echan de menos en su tierra y cómo ven la región de dentro de diez años

Manuela Martín

Badajoz

Miércoles, 14 de julio 2021

Este 8 de septiembre hemos pedido a diez personas que imaginen cómo ven la Extremadura de dentro de diez años. Desde la experiencia de cada uno nos han contado qué valoran más y qué echan en falta en su tierra. Las conclusiones no le sorprenderán a nadie que conozca bien Extremadura. Nos faltan mejores comunicaciones y, sobre todo, empleo. Siempre el anhelo del empleo. Y nos gusta la calidad de vida que ofrecen la mayoría de los pueblos y ciudades, la relación con la gente y una naturaleza espectacular.

Imaginen, también ustedes, lectores, la Extremadura de dentro de una década. Seguro que no acertarán en sus previsiones. Pasarán cosas imprevisibles, fíjense lo que nos ha pasado con la pandemia, quién la podía imaginar. Pero, al margen de imprevistos, yo me atrevo a imaginar una Extremadura con futuro. Quizá porque, al fin, y ya era hora, la mayoría de los extremeños se han sacudido el complejo de inferioridad, de tierra castigada, que han arrastrado durante siglos. Hoy, una chica de veinte años de Badajoz se siente igual de capaz de comerse el mundo que una de Barcelona, y un joven de treinta de Cáceres compite sin problemas con otro de Madrid o de París. Nada que ver con las generaciones que solo tuvieron la opción de emigrar para ofrecerse como mano de obra barata en otras comunidades.

Llámenme ilusa, pero quizá esta maldita pandemia, con todo el dolor y el miedo que nos ha regalado, pueda servir de punto de partida para otra Extremadura. La pandemia se ha llevado por delante muchas tonterías y ha definido qué es importante y qué no.

Todos nos dimos cuenta a los pocos días de decretarse el confinamiento, allá por marzo de 2020, de que Extremadura es potente en uno de los sectores imprescindibles: teníamos que seguir comiendo y agricultores, ganaderos, transportistas y comerciantes eran (siguen siendo), servicios esenciales. Aplaudíamos a los sanitarios, pero teníamos que haber extendido el aplauso a quienes nos daban de comer mientras nos protegíamos del virus en nuestras casas.

Nos hemos dado cuenta de esa potencia como productores de alimentos cuando, pasado lo más duro de la crisis, los datos nos han dicho que la economía extremeña ha caído menos que la de comunidades con una dependencia mayor del turismo, por ejemplo. ¿Por qué no imaginar que seguimos trabajando para ser cada día más esa potencia agrícola que Extremadura puede ser? ¿Para ser todavía más excelentes en la alimentación?

La pandemia nos encerró en casa y obligó a muchos a trabajar a kilómetros de su empresa. ¡Y resulta que se podía! Tantos años teorizando sobre cómo será el futuro con el teletrabajo y en una semana un buen número de empresas lo implantaron por necesidad. Y funcionó. Se puede dar el mismo servicio y ser igual de productivos sentados a 100 kilómetros del jefe en lugar de estar a tres metros. Y fueron muchos los que se plantearon que no hay por qué vivir en una ciudad cara e incómoda para tener un buen desarrollo profesional. Nunca han tenido más prestigio las ciudades y pueblos pequeños como ahora, cuando se ven como paraísos a los que huir de la ratonera de la gran ciudad.

¿Imaginan a Extremadura ofreciendo sus pueblos y ciudades de tamaño humano? No esperemos avalanchas, hay muchas personas que nunca van a cambiar su suburbio en Madrid por un pueblo extremeño. Pero quizá haya quien se lo piense. Y que eso ayude a frenar la despoblación.

La pandemia nos ha dado un bofetón, en este caso bien merecido, al poner en primer plano el sufrimiento de los ancianos. Los contagios masivos en residencias, las muertes por centenares, han mostrado que no estábamos tratando bien a las personas que llegan a la vejez. La enfermera María Luisa Nula, entrevistada por Álvaro Rubio en estas páginas, pone el dedo en la llaga al plantear que los cuidados de los mayores deben cambiar. Las residencias no deberían ser nunca más almacenes de ancianos. María Luisa habla de la necesidad de que cada persona mayor tenga una atención propia, adaptada a sus intereses, a sus deseos. Extremadura también tiene mucho que decir en ese campo. Tiene mucha población mayor que merece que los cuidados que se le prestan sean los mejores.

Ahora que estamos dándole vueltas a qué uso se le va a dar a los fondos europeos de recuperación, no estaría mal que nuestros gobernantes se marcaran dos objetivos claves: impulsar la creación de empleo digno para los jóvenes y atender, también de manera digna, a los mayores. Una tarea que, además, crea puestos de trabajo.

Imaginen, ¿por qué no?, una Extremadura que no expulsa a sus jóvenes y que mima a sus mayores. Es posible lograrla en una década. ¿Por qué no?

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy Lecciones de la pandemia