Integrantes del Centro Extremeño de Bilbao, con su presidente, Juan Carlos Rastrollo (5º por la izquierda). HOY
Elecciones 21A

46.000 extremeños llamados a votar en el País Vasco

Elecciones. Los emigrantes que viven en Euskadi acudirán hoy a las urnas para elegir al lendakari

Álvaro Rubio

Cáceres

Domingo, 21 de abril 2024, 08:01

Juan Carlos vive en Bilbao pero nació en Almendralejo; los padres de Mónica emigraron desde La Codosera a Ermua antes de que ella naciera; Fernando ... trabajaba en Alconchel en una fragua, pero no llegaba a fin de mes y puso rumbo al norte; Mari Carmen llegó desde Monroy a Euskadi con tan solo 12 años y, Rocío, de 36, hizo las maletas desde el Valle de la Serena igual que sus abuelos en la década de los 60.

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Todos ellos forman parte de la diáspora extremeña. Emigrantes que dejaron esta tierra buscando un futuro mejor o jóvenes que se criaron fuera de ella pero llevan escuchando toda su vida historias, tradiciones y costumbres de esta comunidad autónoma.

No se olvidan de dónde vienen, pero han aprendido a vivir en una sociedad muy diferente a la extremeña que este domingo decide su futuro. El País Vasco celebra sus elecciones autonómicas y el voto de quienes emigraron allí también cuenta. De hecho, casi todos los consultados por este diario acudirán a las urnas. Otros lo decidirán en el último momento.

La mayoría de extremeños en el País Vasco emigraron en los 60, pero también hay jóvenes que hoy repiten lo que hicieron sus abuelos

46.000 extremeños residen en Euskadi y uno de ellos es Juan Carlos Rastrollo, de 77 años. «Me fui a Bilbao con 19. En aquellos tiempos, en el 65, no había muchas posibilidades, así que me fui por trabajo. Empecé en el sector de los seguros y en él he estado hasta que me he jubilado», cuenta este almendralejense que fundó en 1971 el Centro Extremeño de Bilbao. «Nos queríamos reunir con los paisanos, así que dimos el paso adelante y ahora lo formamos unos cien que emigraron desde Extremadura».

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Mónica Morato. De padres extremeños, vive en Ermua. En la imagen, en San Juan de Gaztelugatxe. HOY

Se casó y tuvo dos hijos. «He vivido muchos procesos electorales en el País Vasco. Desde las primeras elecciones, que fueron muy ilusionantes, hasta ahora, que parece que todo se va diluyendo», cuenta Rastrollo, que reconoce que ha cambiado su voto en los últimos tiempos. «Quizás el Partido Socialista no ha estado a la altura de las circunstancias de lo que demandaba la gente trabajadora», reconoce. «Se ha quedado estancado en diputados y por algo será», añade.

Dice que las preocupaciones de los extremeños en Euskadi pasan por los aspectos sociales y los servicios públicos. De asuntos como el terrorismo de ETA, los extremeños consultados por este diario prefieren no hablar mucho. «Eso mejor olvidarlo», afirman antes de reconocer que influirá en el resultado electoral que muchas de las nuevas generaciones de votantes no vivieron lo que sucedió cuando la banda terrorista estaba en activo.

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La huella de ETA

Es más, casi todos los aspirantes a lendakari pertenecen a una generación que entró en política al finalizar el terrorismo. ETA dejó de matar en 2011 y alrededor de 220.000 jóvenes se han incorporado al censo electoral vasco desde entonces. Son el 12% de los votantes.

«Las cosas han cambiado y muchos no tienen una idea de lo que fue el terrorismo, así que veremos si los resultados son los que han vaticinado las encuestas», comenta Rastrollo. «Parece ser que Bildu va a tener bastantes diputados», añade Fernando Martín, otro extremeño que al cumplir su mayoría de edad emigró de Alconchel a Bilbao.

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Rocío Nogales es de Valle de la Serena y regenta un restaurante en el País Vasco.

Primero pasó por Pamplona, donde apenas estuvo 12 meses, y luego le destinaron al País Vasco. «En Extremadura trabajaba como herrero en una fragua pero no ganaba casi para comer. Ya en Euskadi estuve en el departamento de soldadura y calderería en una fábrica. No regresé a mi tierra porque allí no había futuro. Me casé y tuve cuatro hijos, todos nacidos en el País Vasco», recuerda hoy, a sus 79 años.

Ha vivido muchos procesos electorales y cree que ahora los políticos se centran en actos personales que les alejan de los problemas reales del día a día de los ciudadanos. «En los debates ya no se habla de lo que realmente interesa, que es el trabajo y la sanidad», cuenta, consciente de que en la última semana ETA también ha protagonizado parte de la discusión política.

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«Hay partidos que se empeñan en revolver todo con este asunto, pero eso mejor dejarlo donde quedó, aunque no hay que olvidar la historia», dice Fernando, que apunta que «formaciones como Bildu está atrayendo a la juventud porque habla de lo que interesa a las personas de aquí y no del separatismo como mucha gente cree», opina Fernando.

Él votará el domingo. «Nunca he faltado a una cita electoral. Casi siempre he votado al PSOE y no me da ningún reparo reconocerlo», comenta Martín, que también suele seguir la actualidad política extremeña. «Siempre me he interesado por los resultados electorales de mi tierra. Creo que Extremadura debería tener un partido que luche por lo suyo», dice Fernando.

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También ha votado siempre Mari Carmen Pérez. Nació en la localidad cacereña de Monroy, pero con 12 años emigró junto a sus padres a Bilbao. «Nos fuimos porque no había trabajo, como todos los que salieron de Extremadura», recuerda a sus 81 años.

Símbolo de la industrialización

Su padre empezó como empleado en Altos Hornos de Vizcaya, que nació de la fusión de varias siderometalúrgicas en 1902 y se convirtió en todo un símbolo de la industrialización. De hecho, fue la mayor empresa de España durante gran parte del siglo XX.

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Mari Carmen se casó y tuvo dos hijos, pero siempre que puede regresa a Extremadura, menos cuando hay elecciones en el País Vasco, que no se las pierde. «Nunca he dejado de votar. Creo que es la obligación de cada español, aunque sea en blanco», afirma.

Aunque es fiel a su costumbre y le sigue haciendo ilusión introducir la papeleta en la urna, asiste a estas elecciones con cierta desgana. «Quedarán los mismos de siempre, pero no me gusta mucho hablar con la gente de política por no crear mal ambiente», cuenta antes de matizar que el País Vasco y su gente siempre le han acogido con los brazos abiertos. «Me he sentido siempre muy arropada en esta tierra. Todos somos ciudadanos del mundo, no hay que mirar el lugar del que procede cada uno», relata antes de contar que sus hijos estuvieron en la final de la Copa del Rey en Sevilla y ella aprovechó para bajar con ellos y estar unos días en Cáceres.

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«En cuanto me enteré de que había un centro extremeño en Bilbao me apunté para estar con gente de mis raíces. Soy muy extremeña. A mí me hubiera encantado aprender euskera, pero cuando yo vine estaba prohibido ese idioma. Lo intenté de mayor, pero ya mi cabeza no da para tanto», comenta.

Quien sí habla euskera es Mónica Morato, de 39 años, nacida en Eibar y residente en Ermua (Vizcaya), pero de padres extremeños. Es, además, la presidenta del Centro Cultural Extremeño de Ermua. Su padre emigró al País Vasco con 14 años junto a los abuelos de Mónica desde La Codosera. «Mi padre me ha llevado toda la vida al pueblo en agosto y en Semana Santa. Me encanta ir a Extremadura», cuenta Mónica.

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«En el Centro enseñamos al pueblo vasco la cultura extremeña. Hacemos matanzas, concursos gastronómicos, una semana cultural y juegos tradicionales», explica Morato.

No le gusta mucho hablar de política, pero reconoce que irá a votar. «Siempre lo he hecho», afirma antes de indicar que «en la campaña los políticos no suelen lanzar muchos mensajes para captar al votante que ha emigrado desde otra región».

De hecho, algunos de ellos aún no tienen claro qué harán. «Siempre he votado, pero en estas elecciones dudo. Son todos más o menos iguales. Prometen, pero no cumplen. Al final, los problemas aquí son los mismos que en Extremadura. No ayudan al pequeño comercio y a los autónomos, no dan facilidades para seguir adelante. Es prácticamente lo mismo, pero aquí con un poco más de nivel económico», comenta Rocío Nogales. Es del Valle de la Serena, pero vive en Ermua desde los 18 años y tiene 36.

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Su viaje migratorio es el mismo que ya hicieron sus abuelos en la década de los 60. También fueron en busca de trabajo a Ermua. «Vinimos para buscar un futuro mejor porque en Extremadura había poco trabajo», detalla esta pacense que regenta un restaurante en Ermua, la ciudad que es conocida en España por el movimiento cívico surgido tras el secuestro y posterior asesinato a manos de ETA de Miguel Ángel Blanco, en julio de 1997.

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