![«Aquí se hace difícil vivir sin coche»](https://s1.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202110/13/media/cortadas/busespueblos_1-RVrbBzg7S9AgbfeIalxizxK-1248x770@Hoy.jpg)
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El autobús que debía parar en Botija (171 habitantes) ha debido pasar de largo. Tenía que haberse detenido frente a la marquesina a las 13.35, pero son casi las dos y cuarto y no hay noticias de él. «Creo que a veces, si no ... trae a nadie que se vaya a bajar aquí, no entra en el pueblo», informa Alicia Redondo, que si se asoma a la ventana de su casa, ve la parada. «¿Está seguro del horario? Los tienen puestos en la puerta del Ayuntamiento», plantea otra vecina. Están también en estaciondeautobuses.es, la web de referencia para quienes se mueven en este medio por Extremadura, pero no cuesta nada acercarse al Consistorio y comprobarlo. Junto a la puerta principal, un panel protegido por un cristal saca de dudas: a las 13.35 para de lunes a viernes el bus que cubre la línea Cáceres-Ibahernando, y a la misma hora, los lunes, martes –como hoy– y jueves laborables el que va de Trujillo a Montánchez. Y según publicó en su día la Junta, las fiestas locales del pueblo son el 20 de enero y el 22 de julio. «Me acuerdo –cuenta Alicia Redondo– de una señora de Ruanes que vino a Botija a ver a un familiar y le pasó lo mismo, que se sentó a esperar en la parada para volver a su pueblo y no paró la furgoneta». Ahí, en Ruanes precisamente, ya puso sobre aviso hace unos pocos minutos Juan Pedro Olmos, vecino del lugar. «En estos pueblos se hace difícil vivir sin coche», dijo el hombre. Y tal día como hoy y en esta esquina de la Extremadura que se vacía, los hechos le dan la razón.
171 rutas de transporte colectivo por carretera hay en la comunidad autónoma, detalla la Consejería de Movilidad, Transportes y Vivienda, que este otoño estrenará un proyecto piloto que permitirá a vecinos de municipios como Ruanes o Botija, entre otros, viajar hasta las localidades de referencia de sus comarcas no en bus sino en taxi, en vtc o en minibuses. La gran mayoría de esos 171 trayectos conectan pueblos, pero no todas funcionan con la misma eficacia ni todas llegan a todos los sitios.
Valdemorales, por ejemplo, es la cara opuesta a Botija. Pasadas las once de la mañana, un autobús de la empresa Damas para en la carretera que atraviesa el municipio (202 residentes) y se bajan de él 17 mujeres (hoy es festivo local). Vienen de Almoharín, que está tan cerca que el grupo ha hecho el viaje de ida andando por un sendero y tras dar una vuelta por el mercado, se ha vuelto en el bus.
El viaje les cuesta sesenta céntimos a todas las que tienen la tarjeta SATE (Sistema de Transporte Avanzado de Extremadura). Es gratis, y además de mayores de sesenta años, parados a partir de 45 que no cobren ayudas, pensionistas con incapacidad permanente o familias numerosas, entre otros colectivos, pueden sacársela también los empadronados en municipios con menos de quinientos habitantes. Con ella en la mano, el billete cuesta la mitad –gratis para víctimas de violencia de género– en trayectos interurbanos con origen en Extremadura y realizados por servicios regulares por carretera. Esto significa que el viaje de Valdemorales a Cáceres no les cuatro casi cuatro euros, sino menos de dos. Hay cuatro conexiones de lunes a viernes, una el sábado y otra el domingo, y lo mismo para la ruta inversa.
«Aquí estamos mejor que en mucho pueblos», asegura María Luisa Mayoral, que va a la capital provincial cada quince días para acompañar a su marido al oculista. El matrimonio coge el coche de línea en el pueblo a las 7.55 horas, llega a Cáceres a las 8.40, y se vuelven en el que parte de la capital a las 12.45, que 45 minutos después les deja al lado de casa.
Sin embargo, la realidad es distinta a solo 18 kilómetros, en Ruanes, uno de los ocho municipios extremeños que no llegan al centenar de vecinos (son ochenta empadronados según el INE). «Yo no uso el transporte público porque tengo coche, pero lo que le oigo comentar a los vecinos es que aquí las conexiones son malas para ir a cualquier sitio», dice Juan Pedro Olmos antes de salir del bar La Cañada, que está al lado de la parada de autobuses del pueblo. Una cercanía que sin embargo, «no nos reporta clientes», afirma tras la barra Juan Rincón, que no tiene carné de conducir.
«Cuando tengo que ir a Trujillo o a Cáceres, a hacer algunas compras o al médico, me tiene que llevar algún amigo o conocido», explica el joven. «Antes –amplía– iba en autobús, pero ya no hay tantas conexiones, así que tengo que pedir el favor». Eso o cogerse un taxi. «Uno a Trujillo me cuesta sobre treinta euros a la ida y otros treinta a la vuelta», asegura el camarero antes de atender en la terraza a una familia de Santa Ana, una localidad próxima, pero residente en Barcelona.
En la capital catalana vive también Jacoba Asunción, que ha venido a pasar unos días en su pueblo, Botija, a ocho minutos en coche de Ruanes. «De hace siete u ocho años a hoy he notado una mejoría importante en el pueblo –afirma–. Las calles están muy limpias, los mayores tienen un centro de día que organiza actividades para ellos, hay un bar espectacular en el que se puede comer, hay parques para los niños, se está haciendo una piscina... El alcalde, que no sé de qué partido es, se está moviendo. Son cosas buenas para la gente que vive aquí y también para los que venimos a pasar unos días, pero faltan buenas comunicaciones».
JACOBA ASUNCIÓN. EN BOTIJA
JUAN RINCÓN, EN RUANES
Ella lo sabe de primera mano. Para hacer el viaje de Barcelona a Botija, se subió a un autobús a las cinco de la tarde, y tras cuatro paradas, se bajó en Trujillo medio día después, es decir, a las cinco de la madrugada. Allí la fueron a buscar para llevarla hasta su pueblo, al que ha traído como acompañante a una amiga. Las dos cargan con bolsas en las que llevan quesos de Botija, comprados en la fábrica que hay junto a la carretera principal (la CC-127). «Queremos comprar el chorizo de un pueblo de la zona –cuenta la amiga, a la que Jacoba aclara que es Valdefuentes–, pero para ir tendríamos que encontrar un alma caritativa que nos llevara».
Esta desconexión con los municipios del entorno es una queja recurrente entre quienes viven en algunas zonas de la Extremadura más despoblada. Muchos o pocos, con mejores o peores horarios, pero hay buses que llevan a las ciudades de referencia del área más cercana (Cáceres o Trujillo en este caso). La misión se complica, sin embargo, cuando el destino es un pueblo más cercano.
«Tiene que poner una cosa en el periódico», reclama el marido de María Luisa Mayoral antes de subirse al coche de un amigo de Leganés para ir al taller a Valdefuentes. «Tiene que poner –pide– que no tenemos comunicación con Torre de Santa María, Valdefuentes, Torremocha, Torrequemada y Torreorgaz». «Si yo quiero ir a ver a mi suegra, que vive en Salvatierra (de Santiago), no puedo –completa Mayoral–. Podría ir hasta La Torre (Torre de Santa María) y ahí coger el de Solís (otra empresa de autocares) que va hasta Salvatierra, pero como el que yo cojo aquí en el pueblo no para en La Torre ni en ningún otro pueblo hasta llegar a Cáceres, pues no me vale».
«Aquí es difícil moverse si no tienes coche, solo en transporte público», resume Jacoba Asunción a dos pasos de la parada de buses de Botija. «Si queremos ir de aquí a Cáceres, tenemos un autobús que sale a las 9 de la mañana –hay otro a las 7.20– y podemos volver en este que nos deja en el pueblo a las 13.35 –hay otro que llega a las 15.50–. Bueno, menos en nada. Pero yo creo que con mejores comunicaciones, Extremadura ganaría mucho. Veo que las casas rurales están ocupadas. Y en algunos casos, por turistas extranjeros, bastantes franceses. Con una mejor conexión de aviones o trenes, todo sería más fácil. Yo miré el avión desde Barcelona, pero no hay conexiones entre el aeropuerto de Badajoz y Cáceres. Y en tren, tengo entendido por las noticias que ir de Madrid a Cáceres es arriesgado». En otra escala, también lo es sentarse un martes en la parada de Botija y esperar a que llegue el autobús. En algunos puntos de la Extremadura que se vacía, moverse en transporte público exige tener paciencia. Y un plan b.
1.366.980 Es el número de usuarios que sumaron las rutas de transporte colectivo de viajeros por carretera en Extremadura durante el año 2019, según la Consejería de Movilidad, Transportes y Vivienda. En 2020 fueron 763.257, pero esta cifra es excepcionalmente baja debido a las restricciones de movilidad por la covid-19.
Los viajeros aumentan un trece por ciento En el año 2010, este transporte colectivo sumó 1.206.013 viajeros, una cifra un trece por ciento inferior a la 2019.
171 Son las rutas de transporte colectivo de viajeros por carretera en la región, entendiendo como tales «los servicios autorizados en cada concesión o autorización», explica la Consejería.
44 rutas, casi todas de carácter rural De esas 44, solo la que une Don Benito con Villanueva de La Serena puede considerarse urbana, al tener como objetivo principal unir estas dos localidades, de las más pobladas de la región, con el hospital que comparten, explica la Junta.
34 Empresas que prestan este servicio de transporte colectivo de viajeros por carretera en Extermadura, especifica la Consejería de Movilidad, Transportes y Vivienda.
816 Cantidad de taxis que hay en la región sin contar los de las ciudades donde estos vehículos tienen taxímetro, que son lBadajoz, Cáceres, Mérida y Plasencia. De ellos, 345 están en la provincia pacense y 471 en la cacereña. Si se les suman los de las cuatro ciudades citadas, son 1.104 en la región.
Este reportaje es la cuarta entrega de la serie que HOY publica los domingos, en la que aborda la despoblación en la comunidad autónoma a partir de datos y testimonios recogidos sobre el terreno.
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