Cuando los ucranianos huyeron de la guerra en su país, lo más complicado a lo que se tuvieron que enfrentar fue al impacto de ... pasar de una vida normalizada a una en la que corres peligro de forma permanente.
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«Los efectos de una guerra son devastadores. Nos encontramos con daños a nivel psicológico como duelos migratorios. Tener que empezar en un contexto distinto en el que no conoces la cultura y el idioma es muy duro», asegura María del Mar García Navarro, responsable de Accem en Extremadura, que en esta comunidad autónoma gestionó 90 plazas específicas para la emergencia de Ucrania en el año 2022, cuando estalló la guerra, y posteriormente 124 en la fase de acogida.
«Lo más duro de huir de la guerra es lo psicológico, pero siempre hay una puerta a la esperanza. Son personas que vienen dañadas, pero no destruidas, y si sienten el apoyo psicológico, jurídico y social en un contexto seguro durante un determinado tiempo el proceso de mejora es posible», comenta para explicar que con la ayuda de organizaciones como la que ella dirige es posible salir hacia delante.
«Todo pivota sobre unos pilares que pasan por dar formación, facilitar la integración en aspectos educativos, con asesoramiento legal, información social y del contexto, servicios de interpretación y traducción, acceso al empleo y atención psicológica», añade.
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Para Marta Pizarro, directora de los programas de asilo y atención humanitaria de Cruz Roja en Extremadura, lo más complicado para los ucranianos que tuvieron que dejarlo todo y llegaron a Extremadura también fue lo psicológico. «Es duro que acepten que su situación ha cambiado», afirma.
El idioma es otra de las barreras. «Hay gente que ha tirado adelante y se ha esforzado con todo muchísimo», dice Marta, aunque reconoce que el objetivo de la mayoría es regresar a su país de origen cuando la situación lo permita.
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Hay que recordar que el 24 de febrero de 2022 Rusia comenzó a bombardear el este del Donbás y, desde entonces, el conflicto se ha cobrado miles de vidas y más de diez millones de ucranianos han salido de su país huyendo de las bombas.
«Son situaciones muy complicadas», apunta Marta, que también alude a las que se han quedado en Extremadura. Hay familias de ucranianos que se han asentado en está región y están totalmente integrados.
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