Era 27 de mayo de 1995. Jornada 35 de Segunda División. El Mérida lideraba la clasificación, con 7 puntos de ventaja respecto al tercero y al cuarto, y 8 aún por disputarse (las victorias por entonces valían solo dos puntos). Los dos primeros subían directos, ... por lo que el club emeritense podía certificar ese día su ascenso. Jugaba en Ipúrua ante el Éibar: si ganaba, era equipo de Primera División; si empataba, tendría que esperar al resto de resultados de la jornada; y si perdía, a la semana siguiente le esperaría una nueva oportunidad. Sergio Kresic, entrenador del conjunto romano, decidió llevarse a toda la plantilla al partido, por si tocaba cantar el alirón.
Según la crónica publicada por el diario HOY, fue una primera parte «fea pero intensa» en la que «el partido parecía abonado al empate a cero final». El Mérida supo frenar las «embestidas vascas» en los primeros minutos y poco a poco fue adueñándose del juego.
Poco después de iniciar el segundo tiempo, Cuéllar «pilló una pelota por la banda izquierda, lejos del área», avanzó buscando la media luna y soltó un latigazo con su pierna derecha que envió el balón a la escuadra. Fue un auténtico golazo. Los 250 aficionados que viajaron hasta Éibar enloquecieron.
La crónica continuaba así: «A medida que se acercaba el final, se rompían mitos, se cruzaba una barrera que marcará un antes y un después en el fútbol extremeño. Después de ese gol de Cuéllar quedaba claro que, en ocasiones, las cenicientas pueden convertirse en princesas y los sueños de los modestos en realidad». Y acabó: el Mérida era equipo de Primera División y la región tendría por primera vez un representante en la máxima categoría nacional.
Apoteosis en la capital
El diario HOY, además de dedicarle la portada, publicó un especial de cuatro páginas con una extensa cobertura de la hazaña conseguida. En ellas, se contó cómo había sido la celebración de los aficionados en la capital extremeña. «Apoteosis en la plaza de España», se leía en el titular. En poco minutos, 6.000 personas «tomaron el cuadrilátero elevado de la plaza hasta que no cupo nadie más». «Pitidos, cánticos, bailes, palmas, gritos, bocinazos repetidos de los coches... El gallinero en el que se convierte Mérida en sus grandes días volvió para festejar el segundo gran ascenso en cuatro años».
La gesta dio inicio a la época dorada del fútbol extremeño, que pudo disfrutar de cuatro temporadas seguidas en la élite con el CP Mérida y el CF Extremadura.
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