Ana B. Hernández
Domingo, 24 de septiembre 2023, 07:42
Psicóloga sanitaria y sexóloga clínica, además de su propio gabinete, Ana Yáñez Otero lleva más de una década al frente del Instituto Clínico Extremeño de Sexología, con sede en Mérida, y forma parte del comité asesor de la Asociación Mundial para la Salud Sexual. Desde ... su formación y experiencia en este campo, cree que los falsos desnudos creados con inteligencia artificial y difundidos en Almendralejo, así como las denuncias de agresión sexual en un colegio de Montijo, ambos protagonizados por menores, «ni son casos extraños ni deben sorprendernos». De hecho, desde su punto de vista, «son poco con lo que está ocurriendo y responden a la misma causa».
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–¿A qué se deben?
–A la falta de educación sexual que hay y motivo por el que los menores y los adolescentes acuden a la pornografía, que se ha convertido en el principal agente educacional de nuestros jóvenes y esto es un absoluto error. Una sociedad hipersexualizada como la que tenemos y sin educación sexual es el escenario idóneo para que los menores aprendan de forma equivocada en qué consisten las prácticas sexuales.
–Pero los menores tienen prohibido por ley el acceso a la pornografía.
–Sí, y los adultos son los que deberían controlar el uso de los dispositivos por parte de los menores. Pero este control no se está produciendo en muchos casos, algunos no saben hacerlo siquiera, hablamos de menores que son nativos digitales, que manejan mejor que los adultos la tecnología. Por eso es imprescindible una educación sexual.
–¿Bastaría con prohibirles el uso de los dispositivos tecnológicos?
–Prohibir casi nunca resuelve nada. Es una generación digital, la tecnología forma parte de ellos, quitársela sería como amputarles un brazo. Además, se trata de una herramienta que es buena, pero hay que enseñarles a usarla de forma correcta.
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–¿Porque van a acceder igualmente a contenidos sexuales?
–Porque con seis años, por naturaleza, los menores quieren saber. Antes, con cuatro y cinco ya, preguntan sobre el cuerpo, pero a esa edad, con la identidad sexual más formada, tienen curiosidad por el desnudo, por saber cómo nos reproducimos. Y si no se aclaran sus dudas, ¿a quién preguntan? A san Google, que lo sabe todo y lo resuelve todo al instante. Y basta solo con teclear tetas o sexo para que aparezcan vídeos pornográficos y explícitos.
–¿Y eso que ven se convierte en sus modelos educativos?
–Sí, porque no se les están proporcionando otros y entonces está ocurriendo que, a través de la pornografía, los menores van formando su idea de qué es un hombre, qué es una mujer y cómo actúan entre ellos, cómo son sus relaciones. Y por eso suceden casos como los de Almendralejo o Montijo y por eso también crecen las agresiones sexuales a menores por menores y las agresiones en manada.
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–¿Por los estereotipos que proliferan en la pornografía?
–Porque son estereotipos muy marcados, muy desigualitarios, con la mujer cosificada como objeto para saciar el placer del hombre, y además de forma violenta. Es la pornografía que abunda, la que tiene un alto contenido violento.
–¿Cuál es el motivo?
–En los años 60 y 70 del siglo XX, los estudios de William Masters y Virginia Johnson sobre la respuesta sexual humana aportan un mayor conocimiento acerca de la sexualidad. Coinciden con la generalización de los anticonceptivos como método de control de la natalidad y comienza por tanto a dársele más importancia al disfrute en las relaciones sexuales. Proliferan entonces también los juguetes y las películas eróticas y la pornografía adquiere un gran auge en los años 80 y 90. Desde entonces ha ido de manera progresiva adquiriendo más carga violenta, como todo en general. Los videojuegos de los años 90 poco tienen que ver con los actuales. En la pornografía, igual. Y esas prácticas sexuales son las que ven los menores y las que normalizan.
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–¿No saben diferenciar qué es real de qué no lo es?
–No, porque a diferencia de los adultos, los menores no saben gestionar la información que reciben. No saben discernir lo que es real de lo que no lo es y no tienen a nadie que se lo diga. Y lo que ven son relaciones en grupo, violentas y agresivas, en las que se usa a la mujer. Y esto es lo que normalizan y lo que llevan a la práctica, porque nadie les ha dicho que eso no es así. Por eso urge corregirlo.
–¿Con educación sexual en las aulas?
–Sin ninguna duda. No se pueden poner puertas al campo ni tampoco a internet. De la misma manera que no podemos evitar que los menores tengan acceso a las drogas o al alcohol, y por eso les informamos de los peligros que tienen, debemos hacer con la sexualidad. Más en un momento en el que es objeto de la presión grupal.
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–Explíquese.
–Antes a un chaval se le ridiculizaba en el grupo si no fumaba o si no bebía. Ahora esto ya no importa, ahora ocurre si a cierta edad, temprana en cualquier caso, no ha tenido sexo. Y su modelo es el que han aprendido con la pornografía.
–¿Violento?
–Hay estudios ya que están poniendo de manifiesto que un altísimo porcentaje de jóvenes entre 18 y 20 años ve normal las agresiones dentro de la pareja. De la misma manera que ven normal practicar sexo sin protección en grupo y con parejas diferentes, porque también han normalizado las relaciones de riesgo. La falta de una educación sexual tiene muchas consecuencias.
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–Pero es una materia obligatoria en España.
–Sí, impartir educación sexual es obligatorio por ley en el país, pero de manera transversal, lo que significa que cada cual decide cómo hacerlo. Y no se educa con una hora a la semana en una charla ni con unas jornadas informativas puntuales.
–¿Cómo debe ser?
–Impartiendo una materia de manera continuada desde el inicio y en todas las etapas educativas para cubrir las necesidades y dudas que les van surgiendo en sexualidad, para que tengan toda la información. La educación sexual no es hablar de genitales o reproducción, es ofrecer una formación integral sobre afectos y consentimientos, expresión de emociones, respeto a las personas, poner límites, saber decir no, no agredir ni dejarse agredir.
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–Y así poder frenar otra violencia más contra la mujer.
–Es imprescindible actuar ya y solo es posible frenarla con educación, es la medicina con la que contamos para resolver lo que está sucediendo y evitar sumar nuevas víctimas.
–Porque para ellas nada acaba con la denuncia.
–Claro que no. Las menores de Almendralejo están teniendo apoyo, pero lo cierto es que no sabemos cuáles serán las secuelas de una ciberagresión sexual que ha dañado su integridad moral y posiblemente también la imagen que tienen de sí mismas y su autoestima. La agresión empieza y acaba, pero las consecuencias perduran porque el malestar emocional requiere tiempo para repararse, no se resuelve con una denuncia.
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