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Han trabajado sin descanso desde que estalló la pandemia. Ni en los peores momentos han parado. En la primera ola, cuando solo ellos podían ofrecer sus servicios o abrir sus establecimientos, no fallaron a todo un país. Fueron los trabajadores esenciales, pero hace tres ... meses y medio, cuando empezaron a llegar las vacunas contra la covid, dejaron de serlo. Son los que venden alimentos, los transportistas, los que surten de combustible a los vehículos para que no falte ningún producto en el supermercado, los repartidores a domicilio, los quiosqueros, los periodistas que cuentan lo que pasa en una UCI, los taxistas que llevan a contagiados por covid de casa al hospital o el personal que entierra a los fallecidos, entre otros.
José Luis, Marisa, Genaro, Maximiano, José Ramón... Son extremeños que no han faltado ni un solo día a su puesto de trabajo de manera presencial desde que el coronavirus golpeó al mundo. Se exponen al virus cada minuto. Lo hicieron incluso cuando las mascarillas no eran obligatorias y la covid campaba a sus anchas por cualquier lugar. Hoy siguen haciéndolo, pero para las autoridades sanitarias y los responsables políticos ya no son tan prioritarios. Su profesión no ha sido incluida como primordial en el plan de vacunación y solo les queda esperar a que les llamen para pincharles la correspondiente dosis por edad.
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Son los grandes olvidados mientras ven cómo otros muchos sí han sido considerados prioritarios para vacunarse. Además de los sanitarios de primera línea y otros grupos como odontólogos, terapeutas ocupacionales, farmacéuticos, logopedas, psicólogos y personal de Instituciones Penitenciarias, según el último documento de la Estrategia de Vacunación solo son considerados esenciales la Guardia Civil, la Policía, los bomberos, los técnicos de las fuerzas y cuerpos de seguridad, los profesionales de Protección Civil, Emergencias y Fuerzas Armadas, así como los docentes y el personal de Educación Infantil, Primaria, Secundaria y Especial. Entre los profesores, no se incluye a todos y dejan fuera a los que imparten clases en la Universidad, las escuelas de idiomas y los conservatorios.
Los que no están en ese grupo lamentan esta decisión. La ven injusta y reclaman que también les incluyan en el plan de vacunación porque siguen en peligro.
Marisa Pulido | Trabajadora de supermercado
José Luis Garzo, de 51 años, tiene junto a su hermano Genaro (41) un supermercado en el que trabajan cuatro personas. Todos son familia y levantan cada mañana la persiana de una tienda que abrió sus puertas hace 50 años en la calle Hernán Cortés de Cáceres. «Hemos estado sin parar desde el inicio de la pandemia. Esperábamos que se acordaran de nosotros a la hora de vacunar, pero ya hemos comprobado que no. Antes éramos trabajadores esenciales y ahora no», lamenta Garzo, que cree que ya no se les incluirá en las actualizaciones de la estrategia de vacunación. Lo dice mientras su hermano, que está atendiendo a una señora desde el mostrador de los productos cárnicos, dice en alto: «Somos los grandes olvidados».
La mujer de José Luis también trabaja en la tienda. «Hemos pasado mucho miedo y tenido muy poca información. Al principio se cerró todo un sábado al mediodía y al abrir un lunes nos encontramos sin protección. Éramos los esenciales y así nos sentíamos. Llevábamos la compra a la gente mayor a casa, nos llamaban personas que tenían covid para ver si podíamos dejarles los alimentos en el domicilio», recuerda Marisa Pulido, de 52 años, que reconoce que han tenido más trabajo que nunca.
«Necesitamos la vacuna. Cada día atendemos a 50 clientes, pero parece que el comercio ya no es esencial», dice a la vez que coloca la fruta. Ahora todo está más tranquilo, pero no se olvida de las jornadas de siete y media de la mañana a doce de la noche. «En el primer confinamiento los mayores tenían mucho miedo y les llevábamos la compra a casa. También a infectados por covid. Un día hicimos 63 pedidos». Marisa reconoce que se sentían esenciales porque ayudaban a mucha gente. «Nos lo creímos, pero ahora que ha llegado la vacuna nos hemos dado cuenta de que no», comenta.
Maximiano Bravo | Personal de funeraria
Maximiano Javier Bravo trabaja en la zona de Trujillo y Villuercas. Allí se encarga de hacer servicios funerarios y además es el secretario de Afex (Asociación de Funerarias Extremeñas). Se trata de una agrupación que forman 35 empresas de la región de este sector que no han parado de trabajar desde el inicio de la pandemia. «Todos los asociados nos reclaman que exijamos que se nos vacune y lo hemos solicitado formalmente dos veces a la Consejería de Sanidad. Otras agrupaciones del sector también se lo han pedido a la Junta pero no nos han hecho caso», cuenta.
«Mantuvimos reuniones con la Junta al principio y nos pidieron que no les falláramos, que fuéramos responsables con los servicios de covid por la posible propagación del virus y lo hemos cumplido a rajatabla. Sin embargo, ellos nos han abandonado, nos han dejado tirados como una colilla», lamenta.
Explica que se justifican en que cuando recogen a un fallecido por covid, saben que ha sido por ese motivo y toman las medidas oportunas. «Pero nosotros les decimos que los tanatorios están abiertos y van familias a los velatorios. Ahí no se sabe quién puede estar contagiado». Bravo reconoce que están «moviendo hilos con el Ministerio de Sanidad» para ver si les pueden vacunar cuanto antes. «Algunos de nuestros socios propusieron hacer una huelga con los furgones funerarios delante de la Consejería de Sanidad, pero consideramos que no era muy ético, aunque llegado el momento no nos quedará más remedio», cuenta Bravo.
José Ramón Sageras | Taxista
José Ramón Sageras lleva trabajando en el sector del taxi desde hace once años. Su gremio, como el de los conductores de autobuses o los transportistas, ha estado trabajando en Extremadura desde que se conoció el primer positivo hasta hoy. «Estamos todo el día llevando a clientes y los viajes que hacemos son de riesgo. Vamos muchas veces de casa a los hospitales y ahora mismo, por ejemplo, llevamos a gente a la vacunación y a nosotros no nos toca», cuenta este cacereño.
En su caso estuvo sin mover el taxi un mes en plena pandemia porque había pocos clientes y explica que es de riesgo. «Tenía un poco de miedo porque tengo asma», cuenta este hombre de 52 años, que no pierde la esperanza de que incluyan a los taxistas en el grupo de esenciales para la vacunación.
Todo apunta a que no será posible porque la prioridad ahora es vacunar por grupos de edad y no se espera que haya más colectivos prioritarios. «A algún compañero le han llamado para vacunarse pero porque le toca por edad. Esperábamos que nos hubiesen llamado y hemos sentido decepción», reconoce.
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