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Entra doña Quica a comprar el pan y Paco le pregunta por la vida: «¿Cómo estamos, doña Quica?». Ella suspira, resume: «Más 'pallá' que 'pacá', hijo», y lo explica: «Estresada estoy con la ermita. Que si abro, que si cierro, que si barro». Tiene doña ... Quica estrés de ermita, de la ermita del Cristo del Amparo de Benquerencia, un estrés santo y bueno que solo se puede padecer en estos pueblos extremeños pequeños y bonitos, donde todo el mundo se conoce y se encuentra cada mañana en la única tienda-bar, la del Hogar del Pensionista.
Benquerencia, a media hora de Cáceres. 79 habitantes censados en 2022, pero en cuanto enfría, vuelven a ser los 57 de todos los inviernos. Quien no tiene estrés de ermita ni estrés a secas es don Boni. He aquí un personaje con enjundia y con leyenda. Don Boni fue gogó en Ibiza hasta que se jubiló y se retiró a su Benquerencia. Con cada consumición, cuenta una historia que haría las delicias de la prensa rosa. Con el café, nos habla de su amistad con Camilo Sesto; con la cervecita, confiesa historias morbosas de Los Pecos.
El alcalde de Benquerencia también es peculiar. Se llama Alberto Buj y cuentan en el pueblo que tiene un negocio exótico por estos lares: gestiona teleféricos en estaciones de esquí. Un empresario singular y un alcalde singular que ha metido Benquerencia en la red de pueblos con menos de cien habitantes. Pueblos con gracia y encanto, se entiende. Alberto Buj no es de Benquerencia, pero Mercedes, su señora, sí. Al jubilarse, buscaron un pueblo tranquilo y no encontraron otro mejor que el de Mercedes.
El señor Buj debió de aburrirse y se hizo alcalde: gana de calle, ya sea con una coalición extremeñista, ya sea con el PSOE. Ahora ha creado unos aparcamientos con techo de paneles solares y así ha conseguido dos cosas buenas para los vecinos: un sitio para resguardar el coche y luz más barata. Pero no puede descuidarse porque el líder de la oposición del PP observa el panorama, siempre ojo avizor, desde la terraza del bar del Hogar, atento a cualquier error.
«Estos pueblos pequeños son la quintaesencia de la sociedad, son como España en pequeño», resume Paco, encargado del Hogar, mientras atiende a doña María, 92 años y completamente autónoma, que acaba de entrar en la tienda con un bote vacío de amoniaco. Quiere que Paco le traiga uno lleno cuando vaya a Cáceres. Se lleva magdalenas, judías verdes y el pan, que, desde que reabrió el Hogar, lo tienen cada mañana.
Las once. Hora del recreo para los trabajadores del Ayuntamiento, que vienen al bar a relajarse con una cervecita. Ahora están arreglando el puente romano, que ha quedado bonito. Cuentan que, por aquello del puente, en los pueblos de alrededor llaman a Benquerencia Roma la Chica. «Bueno, precisan, por el puente, porque nuestra iglesia se llama de San Pedro, como la basílica del Vaticano, y porque el cacique del pueblo hace años se llamaba César, como el emperador».
Para arrasar de envidia al resto de la comarca del Tamuja, hace pocos años, llegaron a Benquerencia unos holandeses y levantaron un camping naturista en las inmediaciones del pueblo. 'Las grullas' se llama y la relación con los nudistas es de lo más natural, aunque eso sí, cuando bajan al pueblo a cenar en el Hogar, vienen vestidos.
Elisa tiene 84 años, hace la compra y desvela el secreto de su buena salud: «Me conservo muy bien porque no me alimentaron con pelargón, sino con sopas de ajo, 'poleás' y torreznos». Tomamos nota, en Benquerencia, donde el único obstáculo para el nirvana es el estrés de ermita, ese que tiene a doña Quica más «pallá» que «pacá».
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