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De izquierda a derecha, los recién nacidos Dafne, Gonzalo y Adriana,junto a sus padres, y rodeados por otros niños del pueblo. HOY
El extraño caso de Carbajo: tres bebés en un mes

El extraño caso de Carbajo: tres bebés en un mes

El municipio de 179 vecinos es una feliz rareza demográfica: han nacido cinco bebés en un año, dos de ellos en el mismo día

Jueves, 6 de junio 2024, 07:29

En la España en peligro de extinción (la de los pueblos que no llegan a quinientos habitantes, que según los demógrafos tienen la estocada), hay una ristra de municipios que no ven un bebé desde hace lustros. Por eso, que nazca uno es un notición; que nazcan dos, una rareza; y tres, una proeza. ¿Y cinco? Cinco bebés en un año en un pueblo de 179 vecinos. ¿A eso cómo se le llama? Ese oasis en el desierto de la natalidad se llama Carbajo, está en Extremadura –cerca de la esquina del mapa autonómico que pincha en Portugal–, y su historia tiene una excepcionalidad más: dos de los bebés nacieron el mismo día

Fue el pasado jueves. El jueves 30 de mayo de 2024, san Fernando III y santa Juana de Arco. Ese día vinieron al mundo Dafne, hija de Yolanda y Raúl, y Gonzalo, el de Noelia y Marcos. A ninguna de las dos le tocaba ese día, porque salían de cuentas el 3 y el 4 de junio, pero la casualidad quiso que coincidieran en el hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres. «Ese día –recuerda Yolanda–, no había más mujeres en el paritorio, solo nosotras dos».

El concejal Alejandro Moreno, con los regalos para los recién nacidos, en el recibimiento que el pueblo organizó para ellos este martes. Hoy

Sigue el recuento del pueblo campeón: el pasado 7 de mayo nació Adriana, hija de Jairo y Miriam. Y el año pasado nacieron Diego, hijo de Marina y Jose, y Greta, de Antonio y Nuria, uno en mayo y otro en agosto. Recapitulemos: cinco bebés en un año, cuatro de ellos nacidos en el mes de mayo, lo que deja claro que algo pasa en Carbajo cada mes de agosto.

«Si no pudiera teletrabajar dos días a la semana, igual viviríamos en otro sitio», explica uno de los padres

Al frente de este maná fecundatorio está el socialista Sergio Piris, un alcalde feliz, claro. «No descubrimos nada al saber de las dificultades y la falta de recursos que conlleva vivir en un pueblo de doscientos habitantes, y más aún cuando el hospital más cercano está a más de una hora de camino y en muchas ocasiones nuestras amigas las compañías telefónicas nos dejan sin cobertura durante horas sin que te informen o devuelvan un céntimo», sitúa el regidor. «Se nos llena la boca –continúa– con el esfuerzo que hacemos para hacer frente a la España vaciada, pero el verdadero reto es trabajar día a día para que no nos tomen por personas de segunda categoría. Ahora bien, también sabemos de primera mano lo afortunados que somos al tener un proyecto de vida en mitad de la Reserva de la Biosfera Tajo-Internacional». «La calidad humana, familiar, medioambiental y todas esas oportunidades que se abren al tener cerca tantos recursos por exprimir a tu alcance, hace que apuestes por este mundo rural más sostenible, integrador y donde tus hijos aprenderán unos valores positivos que se grabaran a fuego en su interior», reflexiona Piris.

La matrona y la pediatra

Y seguro que esa reflexión del alcalde la firma Jairo Pozo, el padre de Adriana, la niña nacida el pasado 7 de mayo. Tiene 39 años y su caso demuestra que en la pelea contra la despoblación, hay fórmulas que ayudan.

Los tres bebés nacidos en el último mes, en brazos de sus padres. Hoy

El papá de Adriana trabaja en Mérida, en una empresa pública de la Junta, que le permite teletrabajar dos días a la semana. Los otros tres va a Mérida en tren. «Teletrabajar dos días facilita mucho las cosas», reconoce el padre novato. «Si no los tuviera, seguramente buscaríamos vivir en un sitio entre Carbajo –donde trabaja Miriam, la madre de la criatura– y Mérida».

La matrona de Adriana está a media hora en coche (en Valencia de Alcántara), y la pediatra a diez minutos (en Santiago de Alcántara). Pasa consulta una vez a la semana. «Estaría mejor tenerlas más cerca, está claro, pero al final –analiza Jairo Pozo–, lo pones todo en una balanza y compensa vivir en el pueblo, que en mi opinión ofrece más calidad de vida que una ciudad y es un sitio mejor para criar a un niño».

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