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Extremadura, el antivirus

APENAS TINTA ·

Martes, 26 de mayo 2020, 08:27

Y si la crisis del coronavirus acaba beneficiando a Extremadura? ¿Y si lo que ha empezado con una mortandad que ya lleva contabilizadas más de 26.000 personas; la pérdida de decenas de miles de empleos y de empresas y un confinamiento de semanas acaba siendo una oportunidad para esta región? Estas preguntas me surgen a partir del convencimiento de que si es verdad que algunos de los modelos que teníamos antes de la pandemia van a ser muy difíciles de sostener en el mundo que nos espera cuando la crisis sanitaria esté, al menos, domada, el modelo de macrociudad es uno de los que la crisis ha enviado directamente a la UCI y con respiración asistida.

Es tan evidente que casi no hace falta explicarlo, basta contar los afectados y los muertos que ha habido en Madrid, Barcelona, Londres, Nueva York... y compararlos con los habidos en ciudades más pequeñas –cuanto más pequeñas mejor–, para darnos cuenta de que el virus se ha ensañado con los habitantes de los sitios más densamente poblados. Ha sido en ellos en los que los servicios sanitarios han vivido situaciones más críticas y donde se ha puesto de manifiesto más crudamente nuestra fragilidad como especie. La razón es sencilla: la gran ciudad, con aglomeraciones perpetuas y transportes públicos en los que es materialmente imposible guardar la mínima distancia de seguridad, es la gran aliada de la propagación de la COVID-19.

Por si fuera poco, la mayor indefensión ante la pandemia no se traduce solo en desventaja sanitaria, sino en merma de libertad porque la videovigilancia, la localización por móvil, la constante toma de temperatura, el permanente condicionante del aforo, la exigencia de mascarilla... todo eso es y será sufrido en las grandes ciudades con mayor rigor que en ninguna otra parte.

El virus ha mandado a la UCI a las grandes ciudades, ante cuyo modelo se alza lozano el rural, el nuestro

Lo bueno de la crisis de ese modelo de organización social y urbana que representa la gran ciudad es que, al mismo tiempo que cae en barrena, emerge lozano su opuesto: el modelo de los pueblos, el de lo rural: el nuestro. Por eso creo que el coronavirus ha puesto en bandeja una oportunidad para regiones como Extremadura, en donde, por cierto, el 60% de los pueblos no ha registrado ni un solo caso positivo por COVID-19. A partir de esta crisis puede resultar que la escasa población y gran dispersión geográfica de nuestra región, justamente esos factores que la Junta esgrime siempre que se habla de financiación autonómica para demostrar el sobrecoste del sostenimiento de los servicios públicos esenciales frente a las sinergias de las grandes ciudades, son justamente ahora factores decisivos para vivir mejor. Artículos de lujo para miles y miles de personas.

La guinda que hace que, para un urbanita, Extremadura pase de destino de vacaciones, de casa rural o casa de los abuelos, a destino donde vivir, sin más complementos circunstanciales, también se la debemos al virus, que nos ha descubierto que el teletrabajo es una alternativa factible para más de un 25% de los trabajadores. ¿Quién no querría vivir aquí, en –ya tengo el eslogan para atraer a la gente– 'Extremadura, el antivirus'?

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