Donde antes había olivares limpios o huertos productivos, ahora hay árboles peleando por el espacio y maleza desbordada. Es la realidad de una parte cada ... vez mayor del monte extremeño, donde la despoblación rural está dejando su huella. Es conocido el impacto que el abandono de los usos agrícolas y ganaderos está teniendo en el paisaje regional, pero varios estudios recientes han puesto cifras a esta tendencia. Una de ellas aporta una pista sobre el alcance del cambio: la superficie forestal autonómica crece a razón de casi 15.000 hectáreas cada año.
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Cuando el Estado hizo el Segundo Inventario Forestal Nacional, en el año 1990, la comunidad tenía 2.278.587 hectáreas de monte o terreno forestal, entendido este como «todo aquel terreno rústico que conserva un cierto estado silvestre, no habiendo sido urbanizado ni objeto de cultivo agrícola mantenido», según define el borrador del Plan Forestal de Extremadura. En 2001 se hizo el segundo inventario, y ya eran 2.727.232. En el último, elaborado en 2017, ascendían a 2.872.451. Son casi 594.000 hectáreas más en 27 años (una media de 23.000 anuales), es decir, un incremento del 26%.
«Se puede afirmar que el territorio extremeño se está renaturalizando», concluye el borrador del citado Plan, un documento clave para las políticas públicas forestales, porque diagnostica el estado de los montes de la región y propone 198 medidas para mejorarlos, invirtiendo 364 millones en diez años. Está ahora en proceso de tramitación, en concreto expuesto a información pública, y la Consejería de Gestión Forestal y Mundo Rural confía en aprobarlo antes de acabar el año.
¿Y cómo y cuándo y por qué ha crecido tanto el monte extremeño? De las 594.000 hectáreas forestales ganadas entre los años 1990 y 2017, 517.000 son arboladas. Y de estas últimas, «más de 118.000 –explica la propuesta de Plan– han sido por repoblaciones, y las otras 399.000 se pueden atribuir a la regeneración natural de terrenos desarbolados, con arbolado ralo o disperso, y al asilvestramiento de cultivos y pastos abandonados». Y tras esto último está la despoblación rural, primer eslabón de una cadena que incluye la desaparición de explotaciones agrícolas y ganaderas, la consecuente pérdida de peso económico de los bosques, su crecimiento descontrolado por la falta de uso, la acumulación de biomasa, el incremento del riesgo de sufrir grandes incendios...
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4.167.917 Hectáreas
Es la superficie de Extremadura. El 69% es terreno forestal, es decir, cerca de 2,8 millones de hectáreas (casi 1,6 en la provincia de Cáceres y algo menos de 1,3 en la de Badajoz). Solo Andalucía, Castilla La Mancha y Castilla y León tienen más, pero las tres son más del doble de extensas.
58% Pies menores
Porcentaje de árboles de Extremadura que son pies menores (diámetro de entre 2,5 y 7,5 centímetros y talla mayor a 130 centímetros). En número absolutos, son 417 millones. Pies mayores (dimensiones superiores a las citadas antes) hay 305 millones, según el último Inventario Forestal Nacional, del año 2017.
1.264.267 Hectáreas
Es la extensión de la Red Natura 2000 en Extremadura. Equivalen a más del 30% del territorio autonómico, descontando los terrenos en los que ZEPA y ZEC se solapan.
Esas 399.000 nuevas hectáreas forestales en 27 años achacables a la despoblación rural equivalen a una media de 14.777 al año, un incremento que ha ayudado a consolidar a Extremadura como la región con la mayor proporción de hectáreas forestales por habitante. La media es de 2,56 hectárea, una cifra que cuadruplica la media nacional (0,58), según el XII Estudio de inversión y empleo en el sector forestal, editado por la Asociación Española de Empresas Forestales (ASEMFO) y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Contiene datos de los años 2019 y 2020, que aunque puedan parecer lejanos, son un buen termómetro de la situación actual, ya que los cambios en el monte no se perciben a corto plazo sino a varios años vista.
Esas 2,56 hectáreas forestales por extremeño son una ratio a la que no se acerca ninguna otra región. Porque solo una de las 17 supera las dos hectáreas por empadronado, que es Castilla y León, con una media de 2,01. Otro dato contenido en el borrador del Plan Forestal abunda en esta idea del carácter verde de la región: ninguna provincia española tiene más terreno forestal que Cáceres, donde el monte cubre el 82% del mapa. En Badajoz, este porcentaje es del 57%.
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Otra pista más para calibrar cuánto monte hay en Extremadura y cómo ha evolucionado en los últimos lustros es el número de árboles, una variable también en crecimiento constante. En la región hay 722 millones, según el último inventario forestal nacional, elaborado en el año 2017. La cifra es un 22% superior a la de la anterior versión de ese estudio, la de 2001. Visto de otro modo: en 16 años, la comunidad ha ganado 131 millones de árboles, o sea, más de ocho millones de nuevos troncos cada año.
¿Y entre tanto árbol, cuáles son las especies más representadas? «Los bosques de frondosas –detalla el futuro Plan Forestal autonómico– ocupan más del 92% del monte arbolado extremeño, con una extensión de 1,82 millones de hectáreas, la práctica totalidad pobladas con especies autóctonas (encinas, alcornoques, rebollos, robles, quejigos, madroños, castaños, acebuches, fresnos, alisos, loros, etcétera)». Hay también 132.000 hectáreas de coníferas, principalmente pinos, 58.000 de frondosas alóctonas (no autóctonas), casi todas ellas de eucaliptos, y por último, algo más de 30.000 hectáreas de bosques mixtos, en los que conviven frondosas y coníferas.
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«Con el cese de actividades agrarias consecuencia del éxodo de la población rural que se está viviendo en las últimas décadas, muchos de los pinares de la región están hoy abandonados y cada vez más asilvestrados», explica el borrador del Plan Forestal. «Lo mismo ha ocurrido –continúa– con antiguos terrenos de pastos y cultivos, en donde es el matorral el que invade en primer término ('matorralización' del territorio), a veces acompañado o seguido por el arbolado. Ambos procesos, en cualquier caso, han contribuido al gran aumento de la superficie forestal arbolada producido en los últimos setenta años en Extremadura y el conjunto de España».
Los pinos, denostados por una parte de la población, particularmente la rural, que los asocia a los grandes incendios, son minoría en la comunidad, cuyo árbol emblemático es sin duda la encina, que ocupa cerca del 68% de la superficie arbolada, la mayoría de ellas en dehesas.
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En cuanto al estado general de estos árboles, la principal conclusión es que está empeorando, según los análisis realizados entre los años 2007 a 2019. El futuro Plan Forestal destaca «la tendencia ascendente de defoliación (pérdida de hojas), aunque los datos son mejores que a escala nacional y europea». Resalta también «el incremento notable de la decoloración, aunque también dentro de valores que pueden considerarse reducidos». Y por último, «la tendencia de reducción de la fructificación (capacidad para dar frutos)».
«Los agentes nocivos que más afectan a los montes extremeños –explica el Plan en tramitación– son, por este orden, la sequía (38% de los pies evaluados) y los hongos de pudrición (19%)». Por detrás se sitúan determinadas especies de insectos perforadores, un coleóptero perforador y los hongos necrosantes. Los agentes patógenos foráneos que más daño han hecho a los bosques extremeños en los últimos años han sido el nematodo del pino, la 'avispilla' del castaño y el picudo rojo. Los tres han encontrado en la región «un escenario climático propicio para colonizar ecosistemas que no están preparados para defenderse de ellos».
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En cuanto a la seca, seguramente la gran enfermedad de la dehesa extremeña en los últimos años, «los focos prospectados entre los años 2003 y 2015 muestran una ralentización del avance de la patología».
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