«Es el que inventó todo esto», dice el conductor del camión autobomba mientras le hacen la foto al protagonista. Y dice bien. Hace 40 años, en los inicios del plan de lucha contra los incendios forestales en Extremadura (Infoex), no había 800 bomberos ... y un edificio donde trabajan a diario en verano 45 personas. En 1985, los fuegos los apagaban trabajadores del PER (Plan de Empleo Rural) que solo tenían un jefe. Un hombre con despacho en un piso alquilado en la calle Sanguino Michel de Cáceres. Era Juan Carlos Gómez Roldán (Madrigalejo, 67 años), que dirigió el Infoex desde 1985 hasta su jubilación el pasado febrero –con un paréntesis de 2003 a 2011–. Ingeniero de Montes, fue profesor en la UEx. Muchos le señalan como quien más sabe de incendios forestales en la región.
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Antonio J. Armero
–¿Recuerda qué hizo ese primer día como primer funcionario de la Junta dedicado a la lucha contra los incendios forestales?
–Hay que remontarse muy atrás. Era todo muy precario. Había unas pocas unidades de retén diseminadas por la región, con pocos medios o ninguno. Se nutrían del PER. Los agentes forestales de entonces sacaban del paro quincenalmente a personal de su municipio. Los llamaban y los ponían a trabajar 15 días, y a los 15 días cambiaban y llegaban otros.
–¿Y quitando esos retenes, solo estaba usted?
–Sí, no había nadie más.
–El Infoex ha crecido mucho...
–Era todo tan precario que era muy sencillo crecer. En los retenes entraba gente de cualquier edad y condición física. No había ni personal ni medios. Lo primero que hicimos fue establecer la prueba física como requisito para entrar en las cuadrillas de retén. A la vez, acabamos con la rotación del personal cada 15 días y los contratamos para una campaña, que entonces eran tres meses. Así entró gente más joven. Lo siguiente fue dejar de llegar a los incendios en un taxi o un camión alquilados. Y alquilamos y compramos algunos vehículos todoterreno. Después, dotamos a los retenes de un equipo de protección personal, porque la gente iba con su ropa. Y de unas herramientas. Y así estuvimos unos años, con esas mejoras. Y luego llegaron hitos importantes.
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–¿Cuáles?
–Uno partió de una demanda de diez o doce personas que llevaban varias campañas trabajando. Ganaron a la Junta y fueron reconocidos como trabajadores fijos discontinuos. Eso sentó un precedente. Otro hito fue que pasaron del régimen agrario al régimen general de la Seguridad Social. Se iban consiguiendo cosas. Luego se pasó de tres meses de campaña a cuatro, y luego a seis, y de seis a nueve creo recordar, y luego ya todo el año. Y fuimos mejorando en unidades y maquinaria y material. Y otro hito importante, en los años noventa, fue pasar de tener un responsable en cada provincia, al esquema de once zonas de coordinación, cada una con un técnico responsable. Esto nos diferencia mucho de otras comunidades.
–¿Hasta qué punto ha vivido pendiente del teléfono?
–Continuamente, continuamente... No puedo decir otra cosa.
–¿Día y noche?
–Día y noche, sí, sí.
–Así cuatro meses al año...
–No. Eso es todo el año. Porque además, cada vez se producen más incendios en invierno y primavera. Este año afortunadamente viene lluvioso, pero el año pasado tuvimos un pedazo de incendio en mayo (el que quemó casi 12.000 hectáreas en Las Hurdes y Sierra de Gata).
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–¿Qué virtudes debe tener alguien que dirige un operativo regional contra los incendios?
–No hay que ser Superman. Hay que tener fundamentalmente responsabilidad. Y un poco de sentido común y tranquilidad, porque momentos difíciles hay en todas las campañas y alguien tiene que mantener la calma.
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–Pero no me creo que siempre haya sido capaz de mantener la calma, siempre...
–Tienes al menos que intentar que parezca que la mantienes. Evidentemente, el interior es otra cosa. Pero la imagen que debes transmitir es esa. Porque si no, el resto se ponen más nerviosos.
–¿Recuerda muchas situaciones en las que tuviera que hacer ese esfuerzo de aparentar calma?
–Todos los años varias veces. Porque ha cambiado mucho el carácter de los incendios. Han pasado de ser un problema natural que afecta a zonas forestales o agrícolas, a acercarse mucho a las poblaciones. Y eso genera emergencias de protección civil de una dimensión que antes no existía. Y claro, esto angustia mucho más. Todo es más rápido, más intenso y angustioso, y las decisiones son más difíciles.
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–¿En estos años se ha enfrentado a situaciones de riesgo personal en las que pasara miedo?
–Algunas, sí. No muchas. Como todos los que estamos en esto.
–¿Tiene en la cabeza muchos de los cortafuegos de la región?
–Sí. Pero como muchos de los que llevan ya un tiempo trabajando en esto. Cuando te dicen dónde se localiza el inicio de un incendio, tienes que saber cómo es ese sitio de peligroso, qué puede ocurrir, qué medios hay cerca, qué hay que hacer... Y esto se consigue teniendo una idea global de la región. A veces pasa que te dicen 'en tal sitio acaba de salir un incendio', y te pones a temblar.
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–¿Verdaderamente está habiendo incendios forestales que no había hace 15 ó 20 años?
–Sí.
–¿Qué está pasando?
–Hay dos cuestiones. Una es la climatología, sobre todo las olas de calor crónicas, las que duran una semana. Y últimamente, batiendo récords de temperaturas. Esas son las que nos hacen polvo. Antes no había tantas olas de calor ni tan intensas ni tan largas, aunque yo no soy meteorólogo. Y la otra cuestión es que los entornos de los pueblos estaban muy cultivados. En Las Hurdes y Sierra de Gata, todos los olivares estaban limpios. Yo no recuerdo la angustia hace 40 años de que un incendio en esas zonas se metiera en un pueblo, porque al acercarse a él, lo paraban esos cultivos. Un pueblo que entonces tenía 200 habitantes, hoy tiene 20.
–¿Otro problema es el exceso de combustible en el monte?
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–Esa acumulación ya existía antes. Sería muy extenso hablar de la planificación de la prevención, planes preventivos, ejecución de prevención, etcétera. Voy a poner un ejemplo. En el incendio de mayo pasado en Las Hurdes, las infraestructuras preventivas estaban perfectamente hechas. Había cortafuegos muy amplios, de sesenta metros, y áreas cortafuegos asociadas de treinta metros a cada lado. Y el incendio se las pasó en esos días de calor y viento solano, después de tres meses sin llover. Esto antes no sucedía. Las infraestructuras preventivas eran inferiores, y el combustible en el monte no era menos. Yo recuerdo haber hecho en los años ochenta un inventario de pinares en Hurdes, y salían de 80.000 a 90.000 pies por hectárea. Eso es una barbaridad, es tremendo, es gasolina. Eso hoy, en los montes públicos no se da. Sí en algunos privados. Antes existía ese combustible, pero los incendios no eran tan tremendos. Yo sé que hay mucha gente que piensa que el problema es el exceso de combustible en el monte y no voy a discutírselo, no quiero polemizar sobre esto. En 2003, el pinar de Sierra Fría, del ayuntamiento de Valencia de Alcántara, estaba perfecto, limpio. En ese incendio, ese pinar desapareció en media hora. El combustible es un problema, es el problema, pero que el monte esté limpio no garantiza que el incendio se vaya a apagar.
–Ahora se habla de incendios más que nunca. De megaincendios, incendios de sexta generación, convectivos... ¿Todo esto qué le dice? ¿Está de acuerdo o ve un exceso de tecnicismos?
–Lo segundo. Totalmente. Sin duda. Inventar palabras e intentar clasificar los incendios... Son todos distintos. No hay dos incendios iguales. Es lo bonito y lo peligroso de ellos. Yo no soy amigo de darles nombre. Hay que ver cada incendio, sus características, anticipar su evolución en las siguientes tres horas porque más allá es imposible, y ver qué medidas tomar para intentar minimizar los daños. Antes querías apagar el incendio inmediatamente. Ahora, puede que la prioridad no sea esa sino intentar que ciertos daños no se produzcan.
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–Se oye a veces que hay fuegos contra los que no se puede hacer casi nada, más allá de proteger a quienes luchan contra él. ¿Hasta qué punto esto es así?
–Esto hay que matizarlo. En un incendio grande, habrá momentos y zonas en los que la extinción directa no es posible. Se dice que están fuera de capacidad de extinción y es cierto. No puedes ir con una manguera a apagarlo. Ni con un helicóptero, porque el agua que lanza se evapora. Pero de ahí a abandonar ese incendio, hay un mundo. Porque siempre habrá tareas que se pueden hacer, como preparar un ataque indirecto. En Las Hurdes el pasado mayo intentamos un montón de veces actuar en la cabeza, con contrafuegos (fuego controlado que se provoca para eliminar combustible), aprovechando que había infraestructuras de defensa amplias y seguras. Pero el fuego saltaba por cuarenta sitios.
–Ese incendio fue muy grande...
–Tremendo. Quizás el incendio que en su primer día, más velocidad de propagación ha tenido.
–¿De todos los que ha conocido?
–Sí. En monte, me refiero (el fuego en pastizal corre mucho). Hubo momentos en los que ardían mil hectáreas a la hora. Y medias de 600 hectáreas a la hora.
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–¿Y ante eso qué se hace?
–Trabajar en los flancos. Y en cuanto te llega una oportunidad, que te llega y de hecho es lo que ocurrió al día siguiente, lo apagas. En cuanto amainó el viento solano, que fue tremendo. Cuando llegó ese momento, ya sabíamos lo que íbamos a hacer. El personal estaba distribuido para ir entrando. Y lo apagamos.
–Si el viento tarda más en amainar, igual no arden 12.000 hectáreas sino 25.000...
–Sí. Así es.
–¿Cuánto influye el cambio climático en los incendios?
–Es una realidad. Lo vemos a diario. El otro día decían que habíamos batido récord de temperaturas en marzo. Y estamos todos los meses igual. Claro que hay cambio climático y claro que está influyendo negativamente. Este año, con la hierba que va a haber, tendremos la ventaja de que los incendios tardarán más tiempo en ponerse serios. Pero si llegan olas de calor fuertes y continuadas, puede ser un año peligroso para agosto y septiembre, cuando ya se haya secado lo que ahora está creciendo.
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–¿Cómo está el Infoex en comparación con otros servicios de extinción autonómicos?
–Comparar no es lo mejor, pero bueno. Es un servicio muy eficaz, muy rápido. Estamos muy diseminados por nuestra superficie forestal. Tenemos grupos pequeños pero muy repartidos. Con eso, conseguimos llegar rápido a los incendios, aunque con pocos efectivos. Llegar con muchos nos cuesta más que a otros operativos, pero llegamos antes que nadie. Porque estamos muy cerca. Y esto es así porque nosotros lo hemos querido. En otros sitios tienen más medios pero tardan más en llegar. Somos un operativo eficaz hasta que el incendio está tremendo. Andalucía o Castilla y León tienen más territorio y por tanto más medios, de modo que cuando tienen un incendio grande, pueden distribuir sus medios mejor que nosotros.
–Entiendo entonces que necesitamos más bomberos...
–No. Si hubiera podido, habría aumentado algunas unidades en sitios concretos, quizás con horarios distintos. Pero eso no asegura nada. Con un 50% más de personal, también habría ocurrido el incendio de mayo pasado.
–¿En qué puede mejorar el plan Infoex?
–En alguna técnica, como el fuego técnico o la lucha conjunta de bulldozers y medios terrestres. Somos casi pioneros en el uso del bulldozers. Casi nadie los usa tanto y tan bien como nosotros. En vigilancia se puede mejorar. Y en logística, que sé que están en ello ahora (acaba de crearse un servicio de apoyo y logística). Como todo siempre en la vida, se puede mejorar, pero el Infoex es un dispositivo bastante equilibrado.
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