![De la Extremadura olvidada de 1983 a una tierra que avanza](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2023/09/07/183646568-kabC-U210102185204QXD-1200x672@Hoy.jpg)
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Hace cuarenta años Extremadura estrenaba Estatuto de Autonomía sin saber qué significaría ese hecho. Así comenzaba una nueva etapa para una tierra olvidada que en nada se parecía a lo que hoy conocemos.
El 26 de febrero de 1983, el diario HOY contaba que la nueva norma se iba a publicar en esa jornada en el Boletín Oficial del Estado (BOE). Lo hacía en una portada en la que el asunto principal lo protagonizaba Rumasa.
Se destapaba el primer escándalo financiero de la democracia: la expropiación del 'holding' del empresario jerezano José María Ruiz Mateos. Eran otros tiempos en los que media España escuchaba a un grupo nacido en la calle Encarnación de Badajoz, Los Chunguitos, y en la que muy pocos se imaginaban el impacto que tendría el nuevo Estatuto para Extremadura.
Rumba flamenca para una época en la que estaba todo por hacer. En Extremadura había más de 130 pueblos a los que no llegaba el agua corriente. Ahora son pocos los que carecen de piscina municipal y en algunos, como Casar de Cáceres, hasta se proyectan grandes parques acuáticos.
El pueblo era parada indispensable en los veranos de la década de los ochenta. Se llenaban de visitantes del País Vasco, Cataluña o Madrid que habían emigrado en busca de trabajo. Eso también pasa ahora, pero ya no llegan por las carreteras de antes. En 1983 no había ni un solo kilómetro de autovía para llegar a Extremadura.
Hubo que esperar a 1995 para que se produjera la vertebración de la región por carretera, con la creación de la A-5 o autovía del Suroeste, que une Madrid con Badajoz y conecta a Portugal con Francia. Más de una década después, en 2007, se inauguró la autovía de la Ruta de la Plata, que conecta Gijón con Sevilla, pasando por Extremadura.
Ese progreso también se produjo en la red autonómica. Desde que en 1984 se transfirieran las competencias de carreteras del Estado a la comunidad autónoma, hubo mejoras. Sin embargo, las dos capitales de provincia siguen sin estar conectadas por una autovía, aunque recientemente se han empezado las obras del primer tramo.
El tren se utilizaba y seguro que también estaba lleno de incidencias como ahora. Eso sí, había una diferencia. Por aquel entonces existía la conocida línea Ruta de la Plata, que conectaba Plasencia con Astorga y que desapareció definitivamente en 1997.
Por esos tiempos había quien ya se movía en coche y los preferidos eran familiares de tipo medio como el Renault 9, el Opel Corsa y el Talbot Samba.
Eran los modelos que reinaban, como se podía ver en los anuncios de prensa. «Un coche en el que todo son ventajas. Con un motor de 945 c. c. y 45 C. V. de potencia que le acerca a los 140 Km/h con toda seguridad y que además sólo consume 5,4 L. a los 100 Kilómetros de gasolina normal, la menos cara. Así es el nuevo Talbot Samba, para disfrutar más, para pagar menos», se podía leer.
Costaba 432.000 pesetas, es decir, poco menos de 2.600 euros, una cifra muy alejada de lo que se paga por el turismo más vendido actualmente en Extremadura. Es el Seat Arona en gasolina y el Dacia Duster en gasoil, que se sitúan en torno a los 20.000 euros.
Era la época en la que los extremeños iban a Portugal a comprar toallas y tenían que pasar por la frontera de Caya. España no había entrado en la Unión Europea y no había desparecido aún la aduana.
Luego aprenderíamos a hacer la famosa conversión de pesetas a euros partir del 1 de enero de 2002, cuando comenzó a circular la nueva moneda. En la década de los ochenta, una barra de pan costaba 25 pesetas y ahora ronda el euro; mientras que un litro de aceite de oliva valía 250 y ahora ronda los diez euros.
También en este tiempo se produjeron hitos en la sanidad con el impulso de la Ley de Salud de Extremadura, que ordenaba y regulaba el Sistema Sanitario Público extremeño como parte del Sistema Nacional de Salud, así como la creación del Servicio Extremeño de Salud (SES).
Pero más allá de lo económico, las infraestructuras o los servicios públicos en general, la Extremadura actual también ha cambiado mucho en materia de igualdad entre hombres y mujeres. De hecho, en 1983 no existía el Instituto de la Mujer de Extremadura (IMEX), que se creó en octubre de 2001.
En la primera legislatura de la Asamblea de Extremadura (mayo 1983-mayo 1987) solo había tres diputadas en el hemiciclo y ahora son 26 de los 65 parlamentarios. Hoy, Blanca Martín, María Guardiola y María Félix Tena están al frente de los tres poderes: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial.
En materia de empleo, también ha habido una revolución. En la actualidad hay 93.000 mujeres más trabajando que en 1996, año con los primeros registros oficiales. En términos globales, la tasa de empleo ha pasado del 17,8% en 1983 al 39,2% en 2022.
Y en Educación más de lo mismo. Apenas había catedráticas y ahora son 50 en la Universidad de Extremadura, aunque siguen siendo muchas menos que los hombres (206).
En cuanto a la tasa de abandono escolar temprano, que se refiere a todos los alumnos de entre 18 y 24 años que no han conseguido el título de ESO, así como aquellos que habiéndolo logrado no han continuado estudios para alcanzar una formación postobligatoria, se ha reducido considerablemente. Ha pasado del 40% que había en 1983 hasta el actual 10%.
Los padres que por esos tiempos hacían ejercicio con la monitora de aeróbic Eva Nasarre y su programa de televisión 'Puesta a punto', que se estrenó el 3 de octubre de 1983, estarán orgullosos de unos hijos que probablemente no sepan que también ese año una película española, 'Volver a empezar', de José Luis Garci, consiguió por primera vez un Oscar.
Y es que en el mundo de la cultura mucho se ha avanzado también. Hasta una película extremeña, 'Buñuel en el laberinto de las tortugas', de Salvador Simó, fue una de las tres cintas españolas preseleccionadas para los Oscar de 2020. Ya había logrado el Goya a la mejor película de animación.
Un antes y un después para el cine extremeño, pero los cambios también se han dado en otras disciplinas como el teatro. El Festival de Mérida, precisamente, cumplía su cincuenta aniversario en 1983 y lo celebraba con una exposición en la Plaza de España.
Ese año, la nueva estructura estatal que daba competencias a una emergente Junta apenas contó con tiempo para la gestión del Festival y se reprentaron cinco obras. En esta última edición ha habido el doble y se ha alcanzado una cifra récord de recaudación que asciende a 2,46 millones de euros.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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