La población mayor de 70 años ha aumentado en la región un 28% en la última década. HOY

Extremadura pierde un habitante cada dos horas y continuará así una década

La región presenta el peor saldo migratorio del país y es la tercera donde más ha menguado el censo en lo que va de siglo

Domingo, 10 de marzo 2024, 07:42

Extremadura ha perdido habitantes durante la última década a un ritmo de doce al día, o sea, uno cada dos horas, y esta caída se mantendrá casi con idéntica intensidad a lo largo de los próximos diez años, según el Instituto Nacional de Estadística.

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Las ... bases de datos del organismo nacional de referencia en la materia dejan claro que la región no es la más castigada del país por la despoblación, pues las hay que están peor, pero también evidencian que sigue en el furgón de cola pese a acumular lustros luchando contra este fenómeno que se ceba con los pueblos pero afecta ya también a algunas ciudades. A la luz de los últimos datos oficiales, parece que ni los cheques bebé ni la ampliación de los permisos de maternidad y paternidad ni las comisiones o grupos de trabajo con la palabra despoblación en su nombre han conseguido avances de calado.

Queda claro al escudriñar entre los informes del INE, que permiten echar la vista atrás y también hacia adelante para sacar conclusiones ilustrativas. La primera, ya expuesta, se basa en tres datos relacionados. El primero es del pasado: la región empezó 2014 con 1.096.708 empadronados. El segundo es del presente: al iniciar este ejercicio eran 1.053.423. Y el tercero es del futuro: cuando comience 2034 serán 1.014.183, según las proyecciones de población del INE. Visto de otro modo: el padrón regional ha adelgazado en la última década a razón de 4.328 habitantes al año (11,8 al día) y lo hará durante la próxima en 3.912 anuales (10,7 diarios). De mantenerse esta velocidad, Extremadura bajará del millón de habitantes en torno al año 2038.

El censo ha descendido en lo que va de centuria un 4% en la provincia de Cáceres y ha aumentado un 2% en la de Badajoz

La despoblación en la comunidad autónoma es una lluvia fina, pero con un problema añadido: las gotas son cada vez más grandes. Su censo no ha dejado de menguar en los últimos doce años, sin excepción. Uno tras otro, consecutivamente, el resultado siempre es el mismo: pérdida. Pero mientras el balance de la última década es de 12 extremeños menos al día, el de lo que llevamos de siglo es de 0,75 habitantes menos cada 24 horas. O sea, la caída se ha acelerado en los dos últimos lustros.

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Ante estos números, caben muchas preguntas. Una es cuáles son los motivos de esta sangría. Una primera respuesta es que muere más gente de la que nace (saldo vegetativo negativo). Pero esto ocurre también en otras zonas del país y sin embargo, crecen, podría argumentarse. En esos casos, que los hay, la respuesta está principalmente en los emigrantes. Y esto conduce a la segunda constatación: la región no resulta lo suficientemente atractiva como para atraer población. Y tampoco para retenerla, pues son más los jóvenes que se van que los que vienen.

¿Qué dicen las cifras sobre todo esto? Ahí van dos: el año pasado, la comunidad registró 6.858 nacimientos y 11.465 defunciones. O sea, fallecieron 4.787 personas más de las que vinieron al mundo. Esto equivale a un crecimiento vegetativo por mil habitantes de -4.5. Un mal registro, pero paradójicamente, una buena noticia, porque el del año anterior fue de -5,3. En este capítulo, la región está en números rojos desde el año 2009. Y según los datos del año 2022, hay cuatro regiones que están peor: Asturias (-9), Galicia, Castilla y León y Cantabria. Unas cifras más, esclarecedoras: en el año 2021, los tres grupos de edad con peor saldo migratorio interautonómico fueron los de 20 a 24 años (-288 personas), de 25 a 29 (-637) y de 30 a 34 años (-303).

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Durante esta tormenta, ha surgido un palo al que aferrarse: Extremadura fue la única región junto a Madrid que el año pasado contó más nacimientos que en el anterior. El tiempo dirá si ha sido una excepción o el inicio de una tendencia feliz.

Este concepto de saldo vegetativo por mil habitantes tiene su equivalente en el ámbito de las migraciones, y ayuda a medir la diferencia entre los que se marchan y los que se instalan aquí.

De cumplirse las proyecciones del INE, la región bajará del millón de habitantes en torno al año 2038

En el caso extremeño, es de 5,2. Positivo, sí, pero el peor de España, cuya media nacional supera el 15. Quizás resulta más claro expuesto así: durante el año 2002, salieron de la región 13.641 personas con destino a otra comunidad española, y 3.873 que se afincaron en el extranjero. Y nos eligieron como destino para domiciliarse 11.226 que venían de algún otro sitio de España y 9.342 llegados desde otros países. Es decir: saldo migratorio interior negativo en 2.415 personas y exterior positivo en 5.469. Juntando uno y otro, el balance es positivo en 3.054 personas, según el INE. Quedan, pues, 1.733 personas hasta llegar a compensar los 4.787 de diferencia negativa entre alumbramientos y óbitos.

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Todos estos números permiten identificar uno de los mayores lunares de la demografía regional: su incapacidad para atraer emigrantes en cantidad suficiente como para compensar la pérdida que se produce por causas naturales. El caudal que sale por un grifo no es suficiente para taponar lo que se escapa por el otro.

¿Y esta merma poblacional de la última década ha sido mayor o menor que en otras regiones? ¿Y ha sido igual en las dos provincias? Para ambos interrogantes, la respuesta es no. En lo que va de siglo, la región ha perdido un 0,5% de su población, mientras que España ha ganado casi un veinte por ciento. Ese porcentaje regional es el tercero peor del país, solo mejor que los de Asturias (más del cinco por ciento de retroceso) y Castilla y León (casi el tres por ciento).

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Por provincias, la diferencia es clara: Cáceres tiene ahora un 4% menos de habitantes que al empezar la centuria y Badajoz casi un 2% más. La explicación a esta disparidad es compleja, pero hay una de entrada: Cáceres tiene más pueblos pequeños, que son los más perjudicados por el éxodo rural, y Badajoz más de tamaño intermedio (en torno a los 5.000 habitantes), que tienen más capacidad para retener e incluso atraer población. La diferencia es clara: tienen menos de mil vecinos el 69% de los pueblos cacereños y el 38% de los pacenses, y con más de cinco mil empadronados hay 23 localidades en Badajoz y 12 en Cáceres.

Pueblos en caída libre

De hecho, en el crecimiento de la provincia pacense pesa mucho la buena evolución de su capital, que es la mayor ciudad de la región con diferencia. Tiene hoy 150.190 empadronados, que son 13.577 más que en el año 2000. Esto es, ha crecido un 10%.

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Al analizar los padrones locales, sorprende la cantidad de pueblos que han perdido más de un tercio de su población en este siglo. Son nueve pacenses (Baterno, Castilblanco, La Parra, Reina, Risco, Sancti-Spíritus, Valencia de las Torres, Villarta de los Montes y Zarza Capilla) y 34 cacereños. Estos últimos son los siguientes: Aldeacentenera, Alía, Arroyomolinos, Berzocana, Cabezabellosa, Campillo de Deleitosa, Campo Lugar, Carbajo, Carrascalejo, Casares de las Hurdes, Casas de Miravete, Castillas de Coria, Cerezo, Descargamaría (64% de caída del censo local en este siglo), Galisteo (57%), La Garganta, Herguijuela, Jaraicejo, Ladrillar, Membrío, Pedroso de Acim, Piedras Albas, Puerto de Santa Cruz, Robledillo de Gata, Salvatierra de Santiago, Santa Cruz de Paniagua, Santiago de Alcántara, Santibéñez el Alto, Torremocha, Valdecañas de Tajo (56% de caída), Valdelacasa de Tajo, Villa del Rey, Villamiel y Zorita.

En el otro lado de la balanza están los protagonistas del milagro de los pueblos que crecen, un grupo selecto en el que destacan La Albuera (tenía al empezar el año pasado un 11% más de vecinos que al inicio del año 2001), El Carrascalejo (10% de ganancia), Don Álvaro (19%), Mengabril, San Pedro de Mérida y Torremejía (en torno al 8% los tres). Del lado cacereño, se salen del guión habitual Almaraz (11% de incremento), Belvís de Monroy (17%), Botija (8%), Collado de La Vera (19%), El Gordo (22%), Malpartida de Plasencia (8%), Millanes (12%), Romangordo, Saucedilla (los dos casos más destacados, con crecimientos del 55% y el 42% respectivamente) o Sierra de Fuentes (25%).

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¿Y qué hay en esas localidades que las hace tan diferentes a otras? Existen tantas explicaciones como casos, pero sí hay dos patrones que se repiten en varios municipios: su proximidad a núcleos más poblados como Cáceres, Badajoz o Mérida, y su cercanía a industrias que mueven la economía de su entorno, como ocurre con la central nuclear de Almaraz. No solo por la mano de obra que genera sino también por los impuestos que perciben los ayuntamientos de alrededor a modo de compensación por el riesgo de tener cerca una instalación de riesgo.

En esta aproximación a la demografía extremeña quedan varios capítulos por abordar, uno particularmente habitual en este tipo de análisis. Es el envejecimiento. Y en este punto, las cifras también ilustran sobre la dimensión del problema. Una para reflexionar es la siguiente: la región tiene hoy un 35% menos de niños de cero a cuatro años que hace una década. Y un 20% menos de pequeños de cinco a nueve años. Por el contrario, la población de 70 años y más ha aumentado un 28%, y hay un 63% más de nonagenarios.

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En el año 1975, de cada cien extremeños, no llegaban a dos los que tenían más de ochenta años. Hoy son casi siete. Uno de los motivos de este cambio es el aumento de la esperanza de vida, entre otras razones por los avances en la atención sanitaria. Pero otra causa de este cambio tan profundo es la despoblación, ese gato al que la administración no es capaz de poner el cascabel.

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