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¿Qué ha pasado hoy, 7 de febrero, en Extremadura?
Alberto Ginés la semana pasada en el casco histórico de Cáceres. ARMANDO

El extremeño que se hizo olímpico jugando

Alberto Ginés acaba de cumplir 18, esta semana hará un año que el escalador cacereño consiguió plaza para Tokio y HOY le acompañó en una jornada donde explica cómo ha llegado a la elite

Domingo, 22 de noviembre 2020

En los bloques de granito de Los Barruecos (Malpartida de Cáceres) se celebra cada otoño desde hace catorce años una concentración de escalada en bloque. Tiene lugar el sábado, pero los inscritos empiezan a llegar el viernes por la tarde con 'mono' de escalar, por eso la víspera se prepara un tablón con presas artificiales en la zona de acampada. Hay cola ante ese tablero, pero el sábado por la noche, con las yemas de los dedos en carne viva tras un día entero 'apretando' los bloques de granito, ningún participante se acuerda de ese tablón. «El domingo por la mañana, con un ambiente de resaca, cansa hasta mirarlo», cuenta un asiduo a esta cita que recuerda a un niño cacereño de pelo largo que no se bajaba de ahí cada vez que sus padres, escaladores, lo llevaban a aquella concentración al lado de casa.

El pequeño Alberto solía ganar el viernes el concurso infantil, se dejaba las manos escalando el sábado entero superando a la mayoría de adultos y esa noche todavía tenía fuerzas para seguir trepando por ese tablón. El domingo por la mañana solo se bajaba de él cuando la organización le explicaba que tenían que desmontarlo. Ese niño, Alberto Ginés López, cumplió el pasado 22 de octubre 18 años y es hoy el primer español que acudirá a unos Juegos Olímpicos para representar a España en la recién estrenada modalidad de escalada deportiva.

Este 27 de noviembre hace justo un año que consiguió aquella clasificación en Tolouse (Francia). Fue inesperada porque su entrenador siempre dijo que lo estaba preparando para 2024. «Salió bien porque acudimos relajados, con pocas posibilidades. No lo celebré demasiado porque no expreso mucho los sentimientos». Él le resta importancia a aquella gesta, quizás porque el primer recuerdo olímpico que tiene es de Londres 2012, pero dentro de unos cuantos años será consciente de que es parte de la historia del deporte. Entre los nacidos en la región, para Tokio 2020 (2021) solo han confirmado la clasificación la triatleta Miriam Casillas y él.

Y en este caso será difícil pasar por alto haber crecido en una comunidad sin tradición escaladora. La prensa generalista descubrió a Alberto hace un año y varias crónicas nacionales dijeron que es como si el mejor surfero de España naciera en un pueblo de Castilla. Quizás no saben que este deporte está relacionado con la montaña, pero se entrena bajo techo.

Gesta histórica. Alberto Ginés será el primer español que compita en escalada en unos JJOO. ARMANDO

Probándose tras su lesión

HOY acompañó un día entero a Alberto Ginés aprovechando su vuelta a Cáceres tras el confinamiento, el cual pasó con su familia. Este otoño ha regresado a casa por un mes por otro motivo no deseado, su primera lesión. «En un rocódromo de Barcelona hice un movimiento que me lesionó el menisco. No ha sido tan grave como temía y al cabo de una semana me operaron en Madrid, pero como no podía escalar y tenía que reposar y rehabilitar vine a casa».

2021 va a ser un año clave. Dejará de ser juvenil y para él transcurrirá seguramente fuera de España preparando la cita olímpica. La decisión de mandarlo unas semanas a Extremadura está calculada. Su entrenador sabe que en Cáceres carga pilas. «En cuanto me ve estresado con las competiciones me manda para casa, las veces que lo ha hecho ha dado resultado», dice al salir de la consulta del fisio en Cáceres a las diez y media de la mañana. Después tiene cita en la autoescuela y por la tarde sus padres lo llevarán al rocódromo de Plasencia, donde se probará por primera vez después de la lesión. «Estoy deseando escalar de nuevo, a ver qué tal», dice.

El escalador más en forma del país es un perezoso confeso y solo hace un año que cuida su alimentación –pesa 68 kilos y se pone en 63 para competir–, aunque no le hace ascos a una porción de tarta a media mañana. Con corte de pelo a la moda, juega al Call of Duty y al NBA en su videoconsola, si bien se diferencia de su generación en que gana «algo de dinero» gracias a sus patrocinadores: La Sportiva, Black Diamond, Indoor Wall y Fundación Jóvenes y Deporte.

En cualquier rocódromo europeo no paga entrada y todos le reconocen. En España se ha llegado a sentar en el sofá del programa La Resistencia de Movistar. «Soy fan, me encanta David Broncano porque me parto de risa con él. Me llamó su equipo y fatal, salió todo muy mal, me quedaba callado, ¡la peor entrevista de mi vida!», recuerda entre risas quien tuvo que buscarse una agencia de representación (Lymbus, la misma que el corredor Kilian Jornet) para que le gestionaran la presencia en medios y redes desde que obtuvo plaza olímpica. «Mi padre decía que sí a todo y a mí me llamaban por la noche y ni me acordaba de que tenía una entrevista en la radio. Ahora todo está tranquilo, pero ya me han avisado de que un mes antes de los Juegos volverá a ser la locura. También me asesoran. Me pidieron por ejemplo que invitara a escalar a Fernando Simón porque se sabe que le gusta este deporte, pero mis 'repres' me lo desaconsejaron porque el tema se podía politizar y se liaba. Lo de las redes ya lo llevo mejor. Por exigencia de los patrocinadores debo subir fotos a Instagram (31.000 seguidores, el triple que hace justo un año) y antes me daba pereza, pero ya le voy cogiendo el truco y me gusta».

Un niño ante 10.000 personas

Alberto Ginés tiene una hermana mayor, Miriam, que estudia en Badajoz y también destacó como escaladora, deporte que aún practica. Comparado con ella, Alberto habla poco, pero maneja mejor la presión. Siendo menor, además de su clasificación olímpica, ha vivido momentos apoteósicos con una soltura impropia de su edad, como aquella prueba en julio de 2019 en Chamonix (Francia, la meca europea del alpinismo) con los 120 escaladores más en forma del mundo en la que pasó a la final. «Hizo un quinto puesto siendo el más joven, un niño. Aquello fue alucinante, había 10.000 personas animando, algo brutal e impensable en España», rememora su padre como si lo hubiera soñado.

«Me recogían del instituto el viernes, iba a entrenar a Francia y el domingo volvíamos»

«Tenía unos nueve años y a mi padre le saqué una wii cuando me retó a escalar una vía»

Pero a Alberto Ginés nadie lo reconoce en su ciudad natal cuando se adentra por la calle Pintores camino de la Plaza Mayor. «Se echa de menos la tranquilidad de Cáceres, con menos coches. Aquí me relajo porque prácticamente no hago nada. Reconozco que soy un poco vago, me tiro mucho en el sofá y si entreno a tope es porque me gusta. Tampoco quedo demasiado con amigos, ya que los viernes por la tarde me recogían del instituto y salía a escalar con mi familia hasta que volvíamos el domingo por la noche». Su padre añade después que compañeros de clase que habían pasado el sábado de botellón le decían a su hijo que no tenía vida, a él, que estaba recorriendo Europa y los paisajes más espectaculares. «Ahora estoy centrado en el rocódromo, pero me gusta la roca natural, lo que pasa es que sé que no se va a mover, así que ya volveré cuando pase esta etapa (...). Algún día me gustaría intentar el Dawn Wall», dice sobre la vía larga más difícil del mundo, de 900 metros en el valle de Yosemite (EE UU) y completada por primera vez en 19 días en 2015 con un eco mediático sin precedentes.

Ahora comparte las horas con deportistas de su edad, pero no siempre ha sido así. «Siempre me he movido con gente mayor, escaladores amigos de mis padres que luego me llevaban de viaje. El más chulo que recuerdo fue con Andrés, Pablo y Mario en Kentucky, cuando fuimos a escalar a Red River y luego visitamos Nueva York. La ciudad me impresionó. Es que cuando voy a las competiciones no me da tiempo a ver los lugares».

'Albertino' o 'enano' es como le llaman sus compañeros de andanzas, con los que empezó en Alange o Portinho (Portugal) y a los que un día les empezó a montar las vías porque era el más fuerte del grupo. «Tenía unos nueve años y a mi padre un día le saqué la Wii cuando me retó a que completara una vía. Otro amigo se apostó conmigo su coche y perdió (risas)». Aquellas tardes, como cuando en Red River con 13 años sus amigos de veintitantos lo llevaban delante con un palo para espantar serpientes, son las que más añora en esta etapa de máxima concentración, dice su padre.

Arropado. Pon sus padres, Mavi y Alberto, en el rocódromo que hay en Plasencia, el más adecuado para entrenar en Extremadura. Armando

«Era algo rechonchete»

El punto y aparte en su carrera llegó en el verano de 2014 en Rodellar, un pueblito de Huesca en cuyo cañón hay cientos de vías visitadas por escaladores de toda Europa. Allí conoció a David Maciá, el que hoy es su entrenador. «Él estaba probando una vía, 'El Delfín', y luego la hice yo. Me vio y cuando bajé me dijo que le había gustado mi actitud. Quizás le llamó la atención que yo era algo rechonchete, nada fibrado como la mayoría de escaladores. Luego por la noche se quedó hablando con mis padres».

Maciá, conocido en este deporte por sus métodos innovadores y padre de un hijo de edad parecida, estaba decidido a pulir a aquel extremeño que aún no había dado el estirón.

El verano siguiente lo pasó entero en el cámping de Rodellar con Maciá, su familia y otros niños escaladores. Su precocidad completando las vías más duras de la zona asombraba, cuando no desmoralizaba, a los más fuertes del lugar.

Su madre, Mavi, enfermera en el Hospital de Cáceres, veía cómo su hijo seguía aquel plan de entrenamiento al aire libre y le preocupaba que no tuviera tiempo para jugar. El entrenador detectaba también esa necesidad y le daba tregua. Precisamente ese verano se prestó a grabar el documental (en breve en Amazon Prime) 'Jugando a escalar', donde se explica cómo a edades tempranas la escalada deportiva se debe abordar de manera lúdica.

Alberto Ginés entró en el programa olímpico con catorce años, en 2017. Tras varios éxitos internacionales, el cacereño fue subcampeón del Mundo absoluto en 2019. Pero un podium así es obvio que no llega solo. «En Extremadura no había rocódromos, y al subir de nivel tampoco los había en España. Las mejores instalaciones están en Centroeuropa, así que mi padre me recogía con la Renault Kangoo del instituto y viajábamos hasta el sur de Francia para que pudiera entrenar en un rocódromo como los de las competiciones. El domingo por la noche estábamos de vuelta en casa».

Tras ingresar en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Cáceres, y ante la progresión que mostraba el extremeño, no instalarlo en Barcelona junto a Maciá hubiera sido desperdiciar su talento. Desde que cumplió 15 años vive en el CAR de esta ciudad con 200 deportistas más. «Me vino muy bien porque soy muy tímido y no socializaba mucho, así que venir a una ciudad grande me ha venido muy bien para evolucionar como persona. El primer año tuve de compañero de habitación a uno de waterpolo porque soy el único que hace escalada. Principalmente me relaciono con los de atletismo y algunos de taekwondo».

Ahora, en Barcelona, el ambiente es el ideal para un deportista de elite, pero en realidad la instalación para entrenar sigue sin ser la idónea y tiene que moverse en metro y autobús cada día para ir al rocódromo que le va marcando su entrenador según el tipo de sesión que toque. En total, dedica cinco horas diarias a su preparación entre gimnasio, flexibilidad y rocódromo.

El año pasado se matriculó de nuevo en el instituto cacereño El Brocense y dividió en dos cursos segundo de Bachillerato para atender competiciones internacionales. Alberto quiere ser fisioterapeuta y ganarse la vida en algo relacionado con este deporte que le apasiona desde niño. También le gustaría vivir al menos un año en Japón.

A sus padres lo que más les gusta es que se ha soltado con el inglés y responde en este idioma en entrevistas y documentales que protagoniza. Por las calles de Cáceres nadie lo reconoce aún, pero la realidad es que en este deporte en auge Extremadura ha puesto a un adolescente con un talento excepcional en el escaparate de unos Juegos Olímpicos.

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