Combatió en dos guerras, sufrió el exilio y fue deportado a un campo de concentración nazi. La biografía de Antonio García Rodríguez, enterrado en Burdeos en 1996 con honores militares y desconocida en Extremadura, encierra el catálogo de horrores del siglo XX: la Guerra Civil, ... la huida a Francia como refugiado, la resistencia contra Hitler y el encierro en un campo de concentración.
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La historia de este superviviente de mil batallas nació en Fuenlabrada de los Montes en 1916 se reconstruye 80 años después. Es posible gracias a las indagaciones de historiadores como Antonio Muñoz-Sánchez, investigador de la Universidad de Lisboa. «Su nombre estaba en los censos de deportados, pero no se sabía que era pacense. Se creía que era de Fuenlabrada, Madrid». «Los hijos de la guerra hemos sufrido con las historias que nos contaron nuestros padres y moriremos con los recuerdos del franquismo y el dolor de haber nacido fuera», asegura desde Francia Jean Paul, hijo del extremeño.
Tras una infancia de miseria y la pérdida de su madre en un parto complicado, en 1936, Antonio García se alistó en el bando republicano contra la voluntad de su progenitor. Poco antes había conocido al que sería su «inseparable amigo Virgilio», de Helechosa de los Montes. Él también combatió y acabó exiliado. Antonio se había enamorado de Felisa, hermana de su amigo. «De niño me contaba que se habría casado con ella, y eso me molestaba porque no entendía que hablase de otra mujer», afirma Jean Paul.
Aquel amor quedó truncado porque Felisa fue «quemada por roja» con tan solo 16 años. Además de la Guerra Civil y su huida al país vecino, a Antonio aún le esperaban otros horrores: la pesadilla de Neuengamme, un campo de exterminio próximo a Hamburgo. Por allí pasaron unas 100.000 personas y 43.000 perdieron la vida.
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Como miembro de la resistencia contra el avance ocupante alemán, «en abril de 1944, fue detenido en Captieux, cerca de Burdeos, llevado a una cárcel, y de allí enviado a Compiègne, desde donde fue deportado en un tren con 2.000 personas, entre ellos casi otros 200 españoles».
Lo explica el historiador Muñoz-Sánchez. La estación de destino era Neuengamme. «Al llegar les desnudaron, les dieron una vestimenta de rayas y una placa con un número. Mi padre era el 32.022. Un miembro de las SS les dijo que a partir de ese día no eran personas; y serían fusilados si no respondían cuando los guardas dijeran sus números. Las condiciones de vida eran inhumanas. Se levantaban a las cuatro y media de la madrugada. Algunos se protegían del frío con placas de madera en los pies; otros estaban descalzos sobre la nieve. Eran sometidos a duros trabajos forzados, empujando pesadas y peligrosas vagonetas que a veces les aplastaban. Estaban desnutridos y a menudo eran brutalmente golpeados. Mi padre, exhausto, tomó la decisión de romperse voluntariamente el pie con un adoquín. Este gesto pudo salvarle la vida. Fue a la enfermería para recibir tratamiento y dijo que también tenía diarrea. Se diagnosticó un brote de disentería y así permaneció unos días».
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Relata Jean Paul que su padre fue evacuado al campo de concentración de Ravensbrück registrado con el número 16367. El campo fue liberado por el ejército soviético a finales de abril de 1945. «Los soldados lloraban al ver una delgadez inimaginable». Otros vecinos de Fuenlabrada no lograron salir con vida de aquel horror nazi. Fue el caso de Felipe Barbo Martínez y de Vicente Camarero Picatostes, que murieron en el campo de Mauthausen-Gusen en noviembre 1941 y enero de 1942 respectivamente.
A pesar de la dureza del relato, el hijo de Antonio García no olvida el legado de un hombre que tras ser liberado rehizo su vida en Francia, donde nacieron él y su hermana Marie France. Allí el excombatiente se reunía con otros exiliados republicanos, fue tesorero de la asociación de deportados en Burdeos y siempre siguió el curso de los acontecimientos de la España franquista a través de Radio Andorra. «Derribó un avión de Franco; y, aunque no lo decía, sé que se sentía orgulloso».
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«En 1968 mi padre volvió unos días a su país. Pudo hacerlo gracias a la nacionalidad francesa que le concedieron por su lucha en la II Guerra Mundial. En ese viaje nos enseñó su tierra».
Jean Paul García
Hijo de combatiente extremeño deportado
Las vivencias de Antonio fueron paralelas a las de su vecino Félix Campos Alcobendas. Nacido también en 1916 en Fuenlabrada de los Montes. Su nieto Félix Barcelo no lleva su apellido. A su abuela, embarazada cuando estalló la guerra, no le permitieron registrar al niño con el nombre del padre, que luchaba en el bando republicano. «Había buscado mil veces el nombre de mi abuelo en los archivos, y nada. Hasta que hace poco Antonio Muñoz-Sánchez puso un mensaje en un grupo de Facebook del pueblo preguntando si alguien conocía a Félix Campos Alcobendas. Yo le respondí que era mi abuelo».
Como ellos, al menos 309 extremeños sufrieron el horror de los campos de concentración de la Alemania nazi (227 pacenses y 82 cacereños). 203 murieron, 91 salieron con vida y de otros 15 nada se sabe. Los datos los aporta la investigadora extremeña Laura Rodríguez Fraile, autora del libro 'Deportados extremeños en los campos de concentración nazi', obra que verá una nueva actualización el año próximo porque siguen apareciendo nombres, y datosnuevos que subsanan lagunas y errores.
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Ha sido complejo reconstruir la historia de las víctimas de Neuengamme porque en abril de 1945 los guardias de las SS intentaron destruir todo rastro de sus crímenes obligando a los prisioneros a quemar los archivos.
309 son los extremeños que pasaron por los campos de concentración nazis, todos hombres (que se sepa).
203 mueren entre alambradas: 150 de la provincia de Badajoz y 53 cacereños.
91 lograron salir con vida de la barbarie nazi.
Sin embargo, los nombres de algunos de los extremeños deportados a ese campo sí figuran en Arolsen Archives, el centro de documentación internacional (dependiente de la Unesco) dedicado a recuperar y difundir la memoria de la persecución nazi. Junto a la «fabulosa colección» (guarda unos 30 millones de documentos), el archivo custodia los objetos personales de varios miles de deportados, en su mayoría a Nuengamme. Desde 2018, el historiador Antonio Muñoz-Sánchez colabora con Arolsen localizando a familiares de víctimas españolas para devolverles esos objetos. Así logró contactar con Jean Paul, quien en verano de 2019 recibió la llamada de la institución y viajó a Alemania para recoger los objetos que las SS arrebataron a su padre. Las lágrimas le brotaron al tener en sus manos el anillo, el reloj y una pluma.
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Antonio Lavado Gómez también estuvo preso en Neuengamme. «Su nombre aparece en el censo de deportados españoles, pero se desconocía su lugar de origen. Ahora sabemos que era de Solana de los Barros», detalla el investigador de la Universidad de Lisboa. Pierre Lavado cuenta por teléfono desde Francia la dura historia de su padre y proporciona su carnet de exdeportado. Una prueba más para constatar el trágico periplo de este hombre nacido en Tierra de Barros el 27 de diciembre de 1914, «solo unas horas después de ponerse fin a la tregua de Navidad de la Gran Guerra, cuando soldados alemanes, franceses y británicos salieron de sus trincheras para celebrar juntos».
El abogado Manuel Lino Tena también pasó años buscando algún hilo para recomponer la historia de su abuelo: Manuel Lino Tena Alcalá. Era teniente de alcalde de Retamal de Llerena cuando el pueblo cayó en manos de los sublevados; y estaba emparentado con Niceto Alcalá Zamora, presidente de la Segunda República. «Tuvo que huir y combatió con el Ejército republicano. Luego escapó de España. Pasó a un campo de refugiados de la costa que estaba vallado y vigilado por senegaleses, y después se unió a la resistencia francesa contra Hitler. Hasta mayo del 44. «Cuando lo pilló la Gestapo cerca de Marsella. Desde allí fue deportado al campo de exterminio próximo a Hamburgo. Cuando fue liberado salió en un estado lamentable. No podía volver porque los españoles eran una especie de apátridas. Hubo gente que se ocupó de recuperarles. Así conoció a una señora que le ayudó y rehizo su vida con ella. Tuvieron un hijo y él no quiso saber nada de su mujer, mi abuela, y de mi padre». «En mi juventud lo tenía idealizado, pensaba en él casi como una especie de Che Guevara extremeño. Pero también me di cuenta de su egoísmo. Nunca mandó un franco y nos privó de tener un abuelo». Terminado el servicio militar, su padre fue a Francia para conocer al combatiente. «Pero él no quería saber nada de su familia. Mi padre volvió muy enfadado. Hizo una pira y quemó fotos y todo lo que tenía de él». Manuel Lino Tena Alcalá no aparece en ningún censo de deportados españoles. Un nombre más que añadir a la triste lista de víctimas extremeñas del nazismo.
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«En España ha habido un olvido de los deportados. Durante décadas ha habido un desconocimiento muy grande, un silencio absoluto», a lo que se sumaba la escasa documentación, asegura la historiadora extremeña Laura Rodríguez Fraile, que centra su labor en aportar luz a este episodio negro de la Historia.
«Ahora la labor es recuperar esos nombres y poder trasladarlos, completar los archivos, hacerlos visibles, a través de alguna asociación, de algún museo; pero hay mucho desinterés. A pesar de que tenemos una Ley de Memoria Democrática y otra norma autonómica, el impulso real ha sido ínfimo», asevera la historiadora. En el mismo sentido se expresa el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura, José Manuel Corbacho. Él asegura que el primer homenaje público a los deportados en la región «se hizo en 2010, cuando el Ayuntamiento de Garbayuela colocó una placa en recuerdo de Ciriaco Camacho Rayo, muerto en Gusen». «Con la entrada de Vox en los gobiernos autonómicos, no parece que corran vientos halagüeños. Hay preocupación en las familias porque tenemos a gente esperando desde hace mucho tiempo la apertura de fosas como la de Miajadas».
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«En España ha habido un olvido de los deportados. Durante décadas ha habido un desconocimiento muy grande, un silencio absoluto», a lo que se sumaba la escasa documentación, asegura la historiadora extremeña Laura Rodríguez Fraile, que centra su labor en aportar luz a este episodio negro de la Historia. «Ahora la labor es recuperar esos nombres y poder trasladarlos, completar los archivos, hacerlos visibles, a través de alguna asociación, de algún museo; pero hay mucho desinterés. A pesar de que tenemos una Ley de Memoria Democrática y otra norma autonómica, el impulso real ha sido ínfimo», asevera la historiadora. En el mismo sentido se expresa el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura, José Manuel Corbacho. Él asegura que el primer homenaje público a los deportados en la región «se hizo en 2010, cuando el Ayuntamiento de Garbayuela colocó una placa en recuerdo de Ciriaco Camacho Rayo, muerto en Gusen». «Con la entrada de Vox en los gobiernos autonómicos, no parece que corran vientos halagüeños. Hay preocupación en las familias porque tenemos a gente esperando desde hace mucho tiempo la apertura de fosas como la de Miajadas».
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