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Llego a casa y en el buzón exterior del portal hay unos folletos de venta de una gran superficie comercial. Cojo uno y me entretengo ... esperando el ascensor. Busco las ofertas, las leo y no entiendo nada. A ver: «Pit de gall dindi a talls en 2n pack surt a 1.82 euros». Solo entiendo el precio, pero lo de pit, y lo de dindi y lo de talls. Igual talls es tallo, o tajo… ¿Gall será gallo? ¡Qué raro vender gallo en Cáceres! Si fuera gallina para el cocido.
En el apartado de frutas y verduras, el folleto anuncia carabassó, enciam, poma y taronja… Por el fútbol, creo que al Valencia le dicen el equipo taronja así que igual es naranja y mi abuela tenía una pomarada de manzanas en Asturias así que poma debe de ser manzana. Pero en las carnes me pierdo definitivamente: contracuixes, anoll, llonza, boví… Solo entiendo pollastre, que digo yo que tendrá que ver con pollo, y hamburguesa, eso sí lo traduzco.
Formatge… Soy de francés y en ese idioma, queso es fromage. ¿Pero musclos, brou, fregides, farcides, torrades? ¿Y tovalloletes, bolquers y bossetes? Tardé en comprender lo que estaba pasando, pero no había cambiado de país, simplemente habían puesto a disposición de la vecindad un folleto en catalán. No pasa nada, es disculpable. El problema estriba en que han ido a equivocarse en una de los territorios donde más recelo despierta todo lo catalán.
En Extremadura vivimos en esa contradicción permanente: hemos emigrado en masa a Cataluña desde hace muchos años y nuestros pueblos se llenan en verano de un turismo paisano que viene de allí, pero no soportamos los desprecios que nos han escupido algunas autoridades catalanas, nos enerva que sus historiadores digan que Hernán Cortés y Pizarro son catalanes, aunque no deje de ser una barbaridad que basta para diagnosticar locura, y nos fastidia que durante años tuviéramos que financiar el crecimiento de Cataluña a bajo interés desde nuestras cajas de ahorro, tuviéramos que comprar sus productos textiles más caros por imposición y, además, sostuviéramos y empujáramos su crecimiento con las manos y el esfuerzo de miles de extremeños porque en Cataluña, según los últimos datos, viven más extremeños de nacimiento que en Cáceres capital: 106.462.
Sin el Procés, sin el chantaje continuo al gobierno y sin las tonterías que se les escapan de la boca a los líderes políticos de los Países Catalanes, como cuando Durán i Lleida en Barcelona o Miquel Ensenyat en Palma de Mallorca recurrieron a esa simpleza del extremeño ocioso, sentado en un bar esperando la subvención… Sin esas situaciones calamitosas, Cataluña sería una región bien vista desde Extremadura como sucede con Galicia, donde, aunque hablen otro idioma y haya partidos nacionalistas, nos miramos con cariño.
Un sondeo del Institut Català Internacional per la Pau sobre 'Polarización y convivencia en España' apunta que los extremeños y los gallegos son los españoles que más se quieren. Los extremeños a quienes más valoran, casi por igual, es a los gallegos (sesenta y cinco puntos sobre cien) y a sus vecinos andaluces y en Galicia, a quien más se valora sin discusión es a los extremeños (sesenta puntos sobre cien). En ambas regiones, los catalanes son los menos queridos: treinta y cuatro sobre cien en Extremadura y cuarenta y seis sobre cien en Galicia.
Si en los buzones cacereños hubieran aparecido folletos de ofertas en gallego, hubieran hecho gracia sin más, pero están en catalán y en la ciudad se habla de escándalo. No es para tanto, se trata de un simple error, pero hay que tener cuidado, no es lo mismo gall que pavo ni calcetes que calzoncillos.
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