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El pasado miércoles se reabrió la frontera entre España y Portugal, la frontera de los récords: la más antigua, la más larga, la más pobre, la más despoblada y la de menos transporte público interfronterizo de Europa. Algunas de estas marcas son discutibles. Los historiadores no la consideran la más antigua de Europa ni del mundo porque ha sufrido algunos pequeños cambios a lo largo del tiempo. Es la más larga desde la división de la Unión Soviética. Fue la más pobre de la antigua Unión Europea, pero dejó de serlo con la ampliación. La más despoblada lo es sin duda pues, salvo en Ayamonte-Vila Real, Badajoz-Elvas y Tui-Valença, sus índices demográficos son sorianos, siberianos o lapones.
En realidad, el único punto donde la frontera hispano-portuguesa se puede comparar con las de otros países de la Europa desarrollada es en la provincia de Pontevedra, donde está el 5% de la línea fronteriza, pero por donde se mueve casi el 50% del transito entre España y Portugal. Esto ha llevado a que Uxío Benítez, director del Agrupamento Europeo de Cooperación Territorial do Miño, calificara de vergüenza la elección de Badajoz para el acto oficial de la reapertura de la frontera y se quejara del desconocimiento que tienen los gobiernos de ambos países de la realidad de la frontera.
En el último punto tiene bastante razón el señor Benítez: la Raya, además de todos los récords anteriores, es la frontera más desconocida de Europa por perdida, por alejada, por vacía, por pobre y por menospreciada. Sin embargo, ese abandono le ha permitido mantenerse en un estado de pureza cultural, tradicional, natural y paisajística que la convierten en un espacio único donde el tiempo parece haberse detenido.
Pero a la hora de optar entre el progreso o la soledad, la Raya prefiere el desarrollo y es en ese punto donde, más allá de las ceremonias emocionantes muy de agradecer, no podemos olvidar que la pandemia, además de llevarse muchas vidas y muchas certezas, también se ha llevado el único tren que circulaba entre Madrid y Lisboa.
Hace unos meses, la joven activista Greta Thunberg llegó a Madrid en el Lusitania visiblemente agotada tras recorrer 800 kilómetros desde Lisboa en 11 horas. Renfe presumió de que el Lusitania generaba cuatro veces menos CO2 que el avión y menos de la mitad que el coche. No dijo que ese expreso era lo más parecido por su velocidad a los viejos convoyes del siglo XIX y tampoco avisó de que estaba a punto de eliminarlo.
En una entrevista en La Vanguardia, el primer ministro portugués reflexionaba que los portugueses no debían obsesionarse con la comunicación ferroviaria Lisboa-Madrid para abrirse a la relación del Algarve con Sevilla y de Oporto con Vigo. Eso está muy bien, pero la realidad es que se ha eliminado el Lusitania, en autobús solo hay líneas de largo recorrido desde Portugal hacia Sevilla, Madrid o Europa, pero nada entre los pueblos rayanos, y en tren, quedan el Celta que une con Galicia y ese encantador automotor clandestino de color verde que viene de Entroncamento a Badajoz por las tardes sin que nadie se entere.
El 20 de septiembre de 1863 llegaba desde Lisboa a Badajoz el primer tren internacional español, que en 1866 tuvo continuidad hasta Madrid, donde retrasaban la comunicación con Lisboa para no favorecer su puerto en detrimento de los de Sevilla y Cádiz. Algo semejante sucede ahora, cuando no se acaba de una vez la autovía Madrid-Lisboa por Moraleja, el camino más corto a la frontera, por si va en detrimento de las rutas actuales. Pero qué le vamos a hacer, vivimos en la frontera de los récords y los despropósitos.
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