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Máxima Gómez, vecina de Robledo, este viernes en el pueblo, ya más tranquila. David Palma

«El fuego acorraló el pueblo. Los vecinos pasamos pánico»

La alquería hurdana de Robledo, cerca de donde empezó el fuego, recupera un poco de calma al ver alejarse las llamas, pero no olvida el miedo vivido

Viernes, 19 de mayo 2023, 20:44

Soledad mira al monte y pregunta:

- ¿Ve aquella mancha que hay allí?

- Sí. Entre las dos columnas de humo. Un camión de bomberos, ¿no?

- No. Es mi hijo. Ha ido a ver sus colmenas. Las ha perdido todas.

Huele mucho a humo en Robledo (49 vecinos según el INE), una alquería de Las Hurdes próxima a la zona cero del incendio que ha fundido a negro ya unas diez mil hectáreas entre esta comarca y la limítrofe de Sierra de Gata. El pueblo estuvo cerca de ser desalojado la noche del miércoles al jueves, cuando la Guardia Civil llegó hasta él para pedir a los vecinos que se reunieran junto a la carretera, en el punto más alto de la pequeña localidad, porque cabía la posibilidad de que tuvieran que ser evacuados. Al final, no fue necesario. Pero a la mañana siguiente, el fuego seguía ahí, a derecha e izquierda de las viviendas. Y volvieron a pasar unas horas de inquietud.

«Esto el jueves era un infierno. Había mucho humo. No podíamos respirar»

María Antonia Martín

Vecina de Robledo

«Esto ayer (por el jueves) era un infierno -resume María Antonia Martín-. Teníamos el fuego por los dos lados, nos tenía acorralados. Pasamos mucho miedo. Había mucho humo, no podíamos respirar. Aquí la gente estaba con pánico». Su vecina Máxima Gómez explica que ella no pasó esa primera noche en el pueblo porque tiene problemas respiratorios y prefirió marcharse, pero recuerda bien lo que le contó su marido, que se quedó cuidando la casa. «Él me dijo que aquello era imposible, y que la gente pasó mucho miedo -relata-. Me ha contado que las llamas venían para acá, para el pueblo, y que el humo no les dejaba respirar. Lo pasaron muy mal».

«El problema son los que viven en los despachos y vienen aquí a decirnos qué tenemos que hacer»

«Se pasa mal», certifica el marido de María Antonia. Y eso que él está familiarizado con el fuego, porque trabajó durante 32 años como bombero forestal. «No se vive igual cuando es tu pueblo, claro está», aclara el hombre. «Yo estuvo echando una mano a un retén que vino de La Siberia (en la otra punta de Extremadura), y claro, no conocían la zona tan bien como yo. Luego no valió para nada lo que hicimos, porque el fuego atravesó por otro lado». «Mi mujer -refrenda el hombre- lo pasó muy mal, se puso nerviosa por el miedo, lloraba».

Tanto él como Máxima, y Soledad y María Antonia y casi todos los demás vecinos de alquería de Pinofranqueado, vivieron una situación parecida hace dos décadas, cuando el fuego arrasó unas nueve mil hectáreas en Las Hurdes. «Sí que lo recuerdo, en agosto hará veinte años», hace memoria el marido de María Antonia. «Aquel y este han sido parecidos. Quizás aquel fue peor todavía, porque el fuego venía de otra manera, venía de arriba hacia abajo». «Hace veinte años lo pasamos muy mal -completa su esposa-, pero yo creo que ahora ha sido todavía peor, porque teníamos fuego por los dos lados».

«Esto es una catástrofe»

A unos pocos pasos de allí, Soledad sigue pendiente del monte, de la mínima mancha blanca entre dos columnas de humo cada vez más grandes. «No sé qué hace mi hijo allí todavía, porque se tenía que haber venido ya para acá», dice la mujer con un fondo de preocupación. «No solo ha perdido las colmenas -explica-. También unos castaños. Esto es una catástrofe. Para gente trabajadora... Ya se sabe: a perro flaco... A los bomberos no se les puede decir nada. A ellos les pidieron que salvaran el pueblo y lo han salvado. El problema es con los que están en los despachos, que vienen aquí a mandar y a decirnos lo que tenemos que hacer. A nosotros, que hemos mamado esto desde niños y nos lo conocemos todo».

Se refiere, entre otras cosas, a lo que critica también su vecina María Antonia. «Tienen que hacer limpieza en el monte -pide la mujer-, porque no puede ser cómo está el monte de sucio».

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