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Dos mujeres –Saray y Amara–. Una se casó por el rito gitano cuando era menor de edad y hoy está separada convencida de que debe ... llevar las riendas de su vida. La otra, a sus 28 años, no pretende formar ninguna familia hasta acabar la universidad. Un joven –Francisco– que estudió un ciclo de Formación Profesional y fue contratado en cuanto acabó las prácticas, y otro padre –Lorenzo–, de 30 años, al que le encantan los coches y que hoy los vende porque, según dice, «la venta es algo innato entre los gitanos» son solo parte de los testimonios que ponen voz y cara a esta comunidad en Extremadura que se abre camino entre prejuicios. Los cuatro han visto de cara el racismo y explican que se han sobrepuesto con hechos como el compromiso, el cual reconocen hace falta a veces a algunos miembros de su comunidad, una gran hermandad cohesionada como pocas en la que les gustaría que niños y niñas aguantaran más tiempo en el colegio. En su opinión, una mejor formación les daría oportunidades más allá de la venta ambulante, que en esta región es el modo más común de ganarse la vida.
Este martes 8 de abril se celebra el Día Internacional Gitano. En Extremadura ya empezaron los actos el viernes pasado en Badajoz, precisamente con reconocimientos a 12 personas gitanas que han luchado por el desarrollo de esta comunidad o se salen del estereotipo, como un director de cine, un boxeador o varios empresarios. En Cáceres los actos institucionales tendrán lugar este lunes en el Complejo Cultural San Francisco.
Desde 1990, el Día Internacional del Pueblo Gitano se conmemora cada 8 de abril. La fecha tiene que ver con el Primer Congreso Mundial romaní-gitano celebrado en Londres el 8 de abril de 197, cuando se instituyó la bandera y el himno gitano 'Gelem gelem'.
A falta de datos oficiales, solo en Extremadura existen estudios estimativos que calculan en 15.000 los gitanos que viven en esta comunidad autónoma, la novena con más gitanos de España, siendo Andalucía con mucha diferencia la que encabeza esta estadística recogida por la Fundación Secretario Gitano (FSG).
La proclamación de este día tiene como objetivo celebrar la cultura romaní y concienciar sobre los desafíos que enfrenta esta comunidad, así como la discriminación y el aislamiento social y la vulnerabilidad económica que persisten en Europa y el mundo.
Hay que recordar que este 8 de abril es más especial, ya que en este 2025 se cumplen 600 años desde la llegada del pueblo gitano a la Península Ibérica. Por ello, el Gobierno declaró que este sea el Año del Pueblo Gitano, para destacar «la huella cultural, social y lingüística» que han dejado en nuestro país. La efeméride está acreditada y se fija en el 12 de enero de 1425, cuando el pueblo gitano entró en lo que luego sería España a través del reino de Aragón, tal y como quedó registrado en el salvoconducto otorgado por el Rey Alfonso V de Aragón.
A continuación, dos gitanos y dos gitanas que trabajan en Badajoz, Cáceres y Mérida explican cómo viven y cómo perciben la realidad en la que se mueven.
Tiene 28 años y vive en Mérida aunque es de Sevilla. Su padre es gitano y su madre paya, una relación que al principio no fue sencilla, «pero al final prevaleció la persona», explica Amara. Ella trabaja de mediadora intercultural en la oficina de Mérida de la Fundación Secretariado Gitano desde hace dos años, un empleo que compagina con sus estudios de Trabajo Social en el centro universitario Santa Ana de Almendralejo.
Al contrario que muchas gitanas de su edad, Amara ni está casada ni tiene hijos. «La mujer gitana, igual que el resto, está cada vez más empoderada. Mi madre hizo para que yo estudiara, esa fue la educación que me inculcó y yo tengo muy claro que primero quiero tener unos estudios. En mi opinión, esa tendencia a tener hijos tan pronto entre las gitanas está cambiando porque la gente se da cuenta de que hay que estudiar para conseguir un trabajo digno. Es cierto que a veces sientes la presión de tu comunidad, te dicen 'moza vieja', pero si tienes las ideas claras no te afecta. A mí mi familia me apoya y eso me basta. Se puede tener hijos más tarde sin perder los valores gitanos. A veces conviene salirse de los patrones», dice.
Por su trabajo, observa casos de racismo regularmente, ya que ella reporta los episodios que se denuncian en la Fundación en la que trabaja para el informe que elaboran anualmente. «En el programa que tenemos de empleo es escuchar la palabra gitano y ponerte mala cara, no te dejan ni explicarte. Para ser mozo de almacén ven los apellidos y te echan para atrás», lamenta esta joven. Dice que «los gitanos buenos somos muchos más». Y por lo anterior, sabe que quienes consiguen empleo sienten la responsabilidad de no dejar mal al resto. Para este 8 de abril el mensaje de Amara es claro: «Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres».
Lorenzo Fernández, 30 años, es comercial en Trevauto, concesionario Toyota de Badajoz. «A mí me gusta decir vendedor, como mis raíces, que están en la venta ambulante, en mi caso de vehículos nuevos», dice este gitano que antes fue durante diez años responsable de zona de una cadena de calzado deportivo y que el año pasado casi duplicó los objetivos que le pusieron. «La venta nos ha gustado siempre, la llevamos en el ADN. Me encanta el mundo de los coches y este trabajo reunía lo que más me gustaba».
Sus padres se han dedicado al comercio, a la venta ambulante y la hostelería. «Poco a poco los gitanos vamos dejando de vender en el mercadillo, pero si lo hicieran mis hijos (de 8 y 3 años) no me importaría, aunque yo les impulsaría al crecimiento y a la evolución. Estamos muy encima de sus estudios y si quieren hacer carreras, perfecto, pero si quieren vender también. Yo lo que quiero es que sean gente de bien, que pregunten por ellos y den confianza, sea psicóloga o peluquero»
Lorenzo sabe que en España hay 600.000 gitanos y siempre habrá una parte que viva aislada de las reglas, pero para él no es un sobreesfuerzo «porque mi vida está enfocada a que mis hijos florezcan cuando crezcan».
Reconoce que él se ha beneficiado de no tener apellidos ni rasgos característicos gitanos, pero nunca ha renegado de serlo, de hecho lleva dos pulseras con la bandera de su comunidad, se casó por el rito gitano, su mujer trabaja en una tienda de moda «y le canto el cumpleaños a mi hijo –dice– tocando las palmas y la guitarra. Y cuando me muera que me canten una saeta». Según cuenta, «a día de hoy nunca nadie me ha echado para atrás por ser gitano, pero es cierto que hay prejuicios».
En su opinión, «la comunidad gitana no debe acomplejarse y sí demostrar que para ciertas cosas tenemos más talento». Al resto de la sociedad le pide «un voto de confianza y dar la oportunidad de conocer a las personas (...) creo que cada vez somos más en todos los ámbitos pero debemos evolucionar. Yo soy lo mínimo, también hay médicos y a la juventud le digo que puedes ser lo que quieras ser, con dedicación, esfuerzo y, compromiso, esa es la manera de romper prejuicios.
Saray Montaño tiene 35 años y lleva siete trabajando en el hotel Ágora de Cáceres, los cinco últimos como supervisora. Antes había sido recepcionista de hostal y camarera de pisos en otros hoteles. En su opinión, quien quiere trabajar más allá de la venta ambulante que a menudo se asocia a su comunidad lo consigue, y la que desea mantener el empleo solo tiene que dar la talla. «Racismo hay en todos lados, y sale cuando ven que eres gitana, por eso hay que hacer bien la entrevista de trabajo y dar confianza. Yo siempre digo 'tú dame la oportunidad que te voy a enseñar quién soy'. La sociedad creo que aún no está concienciada hacia los gitanos, pero en mi caso tengo que decir que no ha sido así y me han abierto puertas».
Saray está soltera porque se casó con 17 años y al poco tiempo se separó. En la actualidad tiene un hijo de 12 y una hija de 18 años, pero no quiere ni oír hablar de que su hija escoja marido tan joven. «No sabe ni hacer de comer porque no la he dejado yo que aprenda no se vaya a creer superior de repente y se quiera ir demasiado pronto de casa». En su opinión, el papel de la mujer gitana ha cambiado en los últimos años. «La mayoría –dice– ya estamos empoderadas, pero hay que ser valientes y llevar una armadura y sacar la espada si es necesario cuando alguien se nos pone por delante»
Sus padres, «gitanos por los cuatro costados», como dice ella, fueron vendedor de fruta él y limpiadora en el Gran Teatro de Cáceres ella. Sin embargo, Saray no se conforma con ser la gobernanta de un hotel en una ciudad como Cáceres. Además, ha montado su propia empresa hace año y medio dedicada a la limpieza de hoteles y apartamentos turísticos, denominada SJP limpiezas extremas con las iniciales de ella misma, su hijo y su hija.
En el corto periodo de tiempo que lleva en marcha valora mucho a quienes le dan la oportunidad, y cita al alcalde de Carmonita, un pueblo de Cáceres que ha confiado en ella.
De cara a la conmemoración del pueblo gitano que se celebra este 8 de abril, Saray solo lanza un mensaje a la sociedad: «que nos abran la puertas», pide esta gitana desde Cáceres.
Francisco Silva es hijo de un gitano y una paya que se casaron a los 17 años. Él, soltero, tiene 20 y muchos sueños empresariales. 'Fran' se ha criado entre payos y gitanos y afirma que su familia está muy integrada. «Mi padre es maquinista en un centro de reciclaje y mi madre, que para los gitanos es como una hija más, cuida de una persona». Mayor de tres hermanos, ya tiene una idea para prosperar en la vida mientras trabaja desde Cáceres para la multinacional Northgate, dedicada al renting de coches para empresas. «Estudié hasta cuarto de la ESO, luego hice un grado medio de Administración y Finanzas en el Instituto Ágora y tras las prácticas me contrataron de administrativo, llevo un año. Mis compañeros me han hecho sentir muy bien desde el primer día».
Su plan a futuro es tener varias empresas cuyos logos ya tiene registrados, empezando por una de limpieza. «Tengo hasta el nombre, Alipé, que en caló significa limpieza. Y el logo es una rueda La de la bandera gitana) con la escoba atravesada. Se trata de un negocio escalable en el que se necesita poca inversión y en empresas sucesivas saldrá la rueda y, por ejemplo, si es un taller pues una llave inglesa».
En su opinión, los estereotipos pesan aún sobre la comunidad gitana. «Ser gitano no te hace ser ladrón, eso lo provoca la educación». Lo que sí reconoce es que muchos abandonan los estudios. «A los gitanos –razona– no les gusta tener horarios y creo que también tiene que ver con el espíritu emprendedor de muchos, ya que siempre nos hemos estado buscando la vida. Mi hermano de quince ya piensa en hacer una FP de cocina e irse al extranjero a montar su restaurante. Al tener esto tan naturalizado muchos no llegamos al bachillerato, pero poco a poco creo que vamos avanzando dando pasos, pequeños, pero pasos, la generación que me sigue aguanta más en el colegio».
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