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La globalización también era esto
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Quizá no solo el Gobierno, sino toda la sociedad española hemos pecado de exceso de confianza ante el coronavirus. Hicimos chistes con los chinos confinados en casa y hoy, con miles de afectados en España, y subiendo, nos toca a nosotros. Las voces que decían que China nos había regalado un mes y nosotros lo habíamos desperdiciado estaban en lo cierto. Si las duras medidas aprobadas ayer por el Consejo de Ministros se hubieran tomado hace dos semanas, cuando en Italia empezaron a ponerse las cosas feas, la epidemia en España podría haberse minimizado. Como no se cansan de repetir los expertos, el principal problema no es que nos acabemos contagiando la mayoría, sino que lo hagamos todos a la vez y el sistema sanitario se vea desbordado, incapaz de atender a los casos más graves.
Hoy toca apoyar al Gobierno, ser disciplinados y responsables y evitar que la pandemia se agrave más de lo que ya está. Eso no quita para que se pueda criticar su actuación, su falta de previsión. El temor de los gobernantes a que una cuarentena a lo chino dañara la economía y fuera impopular retrasó las medidas más duras. Ya tenemos aquí el resultado: unos daños todavía mayores, tanto en vidas como en crisis económica, que los que hubiéramos sufrido de haberse actuado antes.
Quizá la imprevisión tenga que ver no solo con lo inédito de esta crisis, sino con nuestra actitud de superioridad occidental. En nuestra soberbia infinita creemos que tenemos todo controlado y un virus pone patas arriba el mundo.
Ni siquiera los atentados terroristas, con ser muy graves y dolorosos, han causado crisis tan profundas. Toda nuestra tecnología no sirve para nada ante un agente infeccioso que mata más certeramente que los misiles más desarrollados. A la postre, y hasta tanto se desarrolle una vacuna, el arma más eficaz para combatirlo es la misma que tenían nuestros antepasados para luchar contra las plagas en la Edad Media: la cuarentena. Aislarnos para que la enfermedad no se propague. Con la desventaja de que en el siglo XVI los virus viajaban a lomos de burros y hoy cruzan todo el mundo, y propagan la infección, en 20 horas.
Nuestra fiebre por los viajes, la globalización de la que hablamos tan a menudo a tontas y a locas es también esto, pandemias globales, riesgos para la salud globales.
Hasta ahora solo habíamos disfrutado de las ventajas de la globalización: vuelos baratos al último rincón de la tierra, compras tiradas de precio, inmersión en culturas milenarias y disfrute de paisajes deslumbrantes a 10.000 kilómetros de casa. Estábamos encantados de tener el planeta entero a nuestros pies; a golpe de click en nuestro ordenador y a un módico precio nos plantábamos en las cataratas del Niágara, y a la semana siguiente en las playas de Indonesia. Y un mes después delante del Taj Majal.
Pero la globalización era también esto: virus globales. La humanidad entera asustada por un virus que está todavía fuera de control.
Ni los políticos, ni los expertos ni los ciudadanos habíamos caído en ello. Solo habíamos gozado de las bondades de la sociedad global, hiperconectada, embriagada con el poder que nos da el imparable progreso técnico. El bofetón que nos está dando el coronavirus nos va a hacer despertar de golpe de nuestra borrachera. Ojalá aprendamos algo. Sobre todo humildad.
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