![La gran solución](https://s1.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/201911/19/media/cortadas/144182216--1248x1796.jpg)
![La gran solución](https://s1.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/201911/19/media/cortadas/144182216--1248x1796.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Mi madre acaba de cumplir los 90 y mi suegra es un par de años más joven. Como es lógico, tienen sus achaques: un dolor por aquí, una dificultad para caminar por allá, ciertos despistes... Nada demasiado grave. Sin embargo, y esto también es lógico, ellas quisieran no tener ningún achaque ni dolor y para ello, recurren al médico o a los médicos. Mi madre es muy fiel: tiene su médico favorito y no lo cambia por nada del mundo: le inspira confianza y ella cree cuanto le dice sin plantearse dudas ni suspicacias.
Mi suegra es de otra manera: menos complaciente, más suspicaz, más crítica, quizás menos fiel. El caso es que cambia de médico buscando a uno que acabe con sus achaques. Como la panacea en lo tocante a la salud no existe, sobre todo cuando una está cerca de los 90 años, pues mi suegra sigue buscando sin mucha fe, pero con auténtica voluntad de descubrir el milagro, así que cambia de médico con frecuencia a ver si halla la pócima de Astérix o el bálsamo de Fierabrás.
A la hora de votar, mi madre y mi suegra actúan como con los médicos. Mi madre vota siempre lo mismo. Independientemente de que lleguen o no las soluciones, a ella le satisface la seguridad de su partido, la tranquilidad de no cambiar la papeleta y optar siempre por lo mismo. Es como si más que esperar soluciones, se conformara con que se las propongan, siempre las mismas o parecidas y siempre el mismo médico, perdón, el mismo partido. Ella escucha a su doctor y a su líder y se siente reconfortada.
Mi suegra, no. De vez en cuando cambia de papeleta y lo hace tras leer diariamente un par de periódicos y acabar una novela a la semana, ver un poco de tele y escuchar un poco de radio. Hago aquí un inciso para comentar lo que les gustan los programas de política a los mayores. Yo no recuerdo haber visto a mi madre ni a mi suegra hace 20 años no ya atender a una tertulia política, sino ni tan siquiera atender al Telediario. Ahora, sin embargo, se saben las horas de cada debate, los nombres y opiniones de cada tertuliano y las ideas fuerza de la noche anterior, que me comentan cuando las visito dejándome fuera de juego.
Con la información recopilada y las conversaciones en mi casa con su hija (yo no me meto: ni opino, ni rechisto), que a veces son más duras que un rifirrafe entre Inda y Escolar, mi suegra decide durante la campaña electoral su voto y suele variar de vez en cuando, al igual que varía de médico en busca del milagro de la gran solución, objetivo que parece tan inalcanzable como la gran coalición.
No hay que ser muy listo para adivinar que ni la salud de una nonagenaria ni los problemas de España tienen fácil remedio, pero sí es verdad que ya sea mi madre con su fidelidad, ya sea mi suegra con sus cambios y su búsqueda incansable de la mejor opción-solución, lo cierto es que en ambas anida una sensatez ejemplar. Las dos intuían que nada cambiaría después de estas elecciones y a algunos barones socialistas y a otros adivinos de la política les hubiera bastado con darse una vuelta por casa de sus madres y suegras para que ellas les explicaran que el PSOE no iba a recibir más sufragios de antiguos votantes de Ciudadanos porque ya los había recogido, sobre todo en Cataluña, en abril; para saber que 800.000 votantes socialistas se iban a quedar en casa porque ya habían dado una oportunidad al PSOE en abril y les había fallado; que un millón y medio de votantes de Unidas Podemos habían votado al PSOE en abril, pero ya no había más que rascar por ese flanco y que el 60% de los votantes de Ciudadanos en abril se iban a ir al PP y, sobre todo, a Vox, pero no al PSOE.
Con estos datos, que ni mi madre ni mi suegra cuantificaban, pero sí intuían a su manera, la única salida era un pacto Podemos-PSOE. A mi madre le da lo mismo, ella sigue fiel a su médico. Mi suegra desconfía, pero, como le sucede siempre que va a un médico nuevo, se ilusiona antes de entregarse a la desesperanza.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.