ANA B. HERNÁNDEZ
Domingo, 19 de febrero 2023, 07:45
«No, hoy no estoy como hace un año, nada que ver con entonces», afirma Oksana Busiak, la mujer de 30 años que el 3 de marzo de 2022 llegó a Extremadura huyendo de la guerra desatada por Rusia en su país.
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Oksana Busiak abandonó Ucrania para «salvar la vida de mis hijos». Y llegó a Plasencia, con Nazar y Andriy –de 11 y 12 años– y también con su hermano menor, Dmytro, que ha cumplido 15.
Su destino fue Plasencia y no lo fue por casualidad. Aquí ya residía otro de sus hermanos, Maryan, quien llevaba entonces ocho años acogido por Antonio Merino y Margarita Pardo.
Por eso, nada más comenzar la invasión rusa, el matrimonio placentino buscó la manera de que los hermanos pequeños de Maryan y sus dos sobrinos pudieran ponerse a salvo.
«Estoy muy agradecida, porque la vida de mis hijos ha cambiado, aquí están tranquilos y seguros», dice hoy Oksana. Éste fue el motivo por el que junto con su marido, que sigue en Ucrania, decidieron que ella y sus hijos salieran del país.
«Mi marido no está luchando en la guerra, pero tiene que seguir estando a disposición del Ejército, así que no puede salir del país; podría venir cuatro meses, es lo máximo que permite el Gobierno de Zelenski, pero tendría que regresar», explica. «Así que no podremos estar juntos hasta que mi país gane la guerra, y lo hará; no sé cuándo, pero lo hará». A ella, de hecho, no le extraña que el conflicto lleve ya un año. «No, porque somos un pueblo luchador y seguiremos defendiendo a nuestro país hasta el final, aunque el precio de nuestra victoria será alto».
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Ese precio en vidas humanas es lo que a Oksana le impide dormir por las noches. «Niños, ancianos, mujeres y hombres, muertos y desaparecidos, es un dolor inmenso el que siento». El dolor por sus compatriotas y la agonía diaria por desconocer si sus padres, sus hermanos o su marido formarán parte de ese largo listado. Por eso, «no podré dormir de un tirón hasta que Ucrania alcance la victoria».
Porque su corazón sigue allí. «Y cada día y todas las veces posibles cada día hablo con ellos, necesito saber que siguen bien».
Oksana tiene ganas de volver a su país para verlos, para abrazarles de nuevo, pero tiene claro también que quiere que sea solo una visita temporal. «Me gusta la vida que tengo aquí, mis hijos están felices», dice. «Tenemos muchos amigos», añaden ellos. En el colegio de La Salle, donde cursan sus estudios, y en el equipo de fútbol en el que juegan. «Yo también me quiero quedar, prefiero vivir en España», asegura igualmente Dmytro, el hermano pequeño de Oksana. «Estoy muy bien en el colegio –en su caso la Santísima Trinidad– y me gusta mucho salir con mis amigos».
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Los cuatro llevan en Plasencia «una vida normal, así que somos muy afortunados». Y explica Oksana: «Nos levantamos, desayunamos, llevo a los niños al colegio y me voy a trabajar; y por las tardes, pues deberes y duchas y cenas...». Y en sus días de descanso, «normalmente estoy con las mamás de los compañeros del fútbol, porque voy a ver los partidos de mis hijos, y si no, paseos por el campo, por Valcorchero, que me entusiasma».
Oksana vive con su hermano y sus dos hijos en una vivienda que le han cedido y hace frente al día a día porque trabaja de cocinera en Los Álamos. «Y esta ayuda, la de tanta gente, es la que nos permite llevar una vida normal, tan bonita para nosotros, que agradeceremos siempre; sin esta ayuda, nuestra situación sería muy diferente».
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Hoy, un año después de conocerles, Antonio Merino y Margarita Pardo forman parte de su familia, «son como los abuelos de mis hijos», con ellos han pasado la Navidad y con ellos se reúnen en las celebraciones. Y su jefe José Luis Vidal y sus compañeros de Los Álamos «son mis amigos, un apoyo fundamental en mi nueva vida». Oksana dice que «forman el mejor equipo y con ellos todo es más fácil; con ellos, de hecho, he conocido la playa este verano y ha sido fantástico».
Esta ucraniana se siente querida en Plasencia y asegura que este sentimiento es el que le da fuerzas para sonreír y vivir, a pesar del sufrimiento que sigue incrustado en su corazón, y para tener claro que «mi principal deseo es que Ucrania gane la guerra, para volver a reencontrarme con mi familia y para volver después con mi marido a Plasencia y seguir viviendo aquí, en una ciudad de la que me gusta absolutamente todo, en la que mis hijos están a salvo, en la son felices, lo más importante para mí».
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