Enrique Moradiellos, el pasado miércoles en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Extremadura, donde imparte clase. ARMANDO MÉNDEZ
«Nos gustará más o menos, pero es absurdo pensar que Franco era tonto»
Enrique Moradiellos García Catedrático de Historia de la UEx ·
Presenta nuevo libro sobre Franco y eso es un acontecimiento en el mundo de la Historia de nuestro país porque el profesor de la UEx es uno de los grandes especialistas de la figura y de la obra del dictador
ANTONIO TINOCO
Domingo, 4 de noviembre 2018, 08:51
Si hay un historiador en España capaz de suscitar expectación ante la publicación de un nuevo libro, ese es Enrique Moradiellos García (Oviedo, 1961), catedrático de Historia de la Universidad de Extremadura y cuyo prestigio dentro y fuera de nuestro país lo convierte en uno de los profesores que, de proponérselo nuestra institución universitaria, podría llevar con los mayores honores la bandera de la 'Marca UEx'. Historiador imprescindible para el conocimiento de la II República, la Guerra Civil y el franquismo (más de una decena de sus obras giran en torno a ellos y su anterior libro, 'Historia mínima de la Guerra Civil española' obtuvo en 2017 el Premio Nacional de Historia), Moradiellos aúna «un talento narrativo de historiador americano o británico y una capacidad doble para la profundidad investigadora y para la síntesis», en palabras del escritor Antonio Muñoz Molina. El próximo martes presenta en la Fundación Ortega y Gasset de Madrid 'Franco, anatomía de un dictador', cuyo solo anuncio ha levantado tanto interés que ha hecho que se prepare la segunda edición. Moradiellos recibe a HOY en su despacho de la Facultad de Filosofía, en Cáceres, un tanto agobiado por la lista de peticiones de medios nacionales para entrevistarlo.
-Por el título de su nuevo libro se diría que a pesar de su peso en la Historia de España todavía falta conocer a Franco. ¿Quién era?
-Una definición podría ser que era un militar africanista competente en lo que hacía, lo cual era reconocido por amigos y enemigos, y también un hábil político con la inteligencia suficiente para afrontar crisis muy importantes y ganar en ese terreno a políticos teóricamente más avezados o más armados intelectualmente que él. Además, era un hombre que actuaba inspirado en principios ideológicos conservadores que con el tiempo se radicalizó hasta ser reaccionario y con una formación religiosa de perfil integrista. Ese es su armazón.
«Franco no fue solo militar competente, sino un hábil político con inteligencia suficiente para ganarle a otros más avezados»
«El franquismo fue el régimen de la victoria. Desde el primero al último día se interpreta en clave de la victoria en la guerra»
-¿Y cómo logró ser lo que fue?
-Fundamentalmente porque supo encarnar los temores, los deseos y las expectativas de una parte de España que temía que los procesos democratizadores de la II República acabaran desembocando en la revolución social y en la disolución nacional. Y encarnando todo eso le alcanzó para librar la guerra y ganarla y para mantenerse en el poder disfrutando de la victoria hasta el fin de sus días.
-¿El franquismo consistió en disfrutar de la victoria?
-El franquismo fue el régimen que institucionaliza la victoria. Franquismo y Guerra Civil son indisociables, lo cual dice mucho del debate sobre el franquismo en España que, a veces, parece que no tiene nada que ver con la guerra. Al contrario: todo el franquismo, desde el primero al último día, se interpreta en clave de victoria en la guerra.
-Habla de la inteligencia política de Franco. ¿Esa es la razón para que la dictadura durara 40 años y el dictador muriera en la cama?
-Es una razón, pero no la única. Las explicaciones monocausales son problemáticas para un historiador. Una razón es su inteligencia política, sí. Otra es el sistema que levanta y que hace de sí mismo la clave de bóveda de ese sistema. Franco era el punto de confluencia de toda una arquitectura política. Por un lado, es el Generalísimo de los Ejércitos, lo cual lo convierte en el representante exclusivo del poder militar que, como protagonista de un golpe, convierte a los políticos en sus satélites. Ese papel central del Ejército dura siempre. Hay, en este sentido, un hecho significativo: cuando el Rey Juan Carlos y Adolfo Suárez tienen listo el borrador de la Ley de Reforma Política en 1976 no van a presentarlo ni a las Cortes, ni al Consejo Nacional del Movimiento, ni a los tres cardenales primados de España, sino al Consejo Superior del Ejército, porque saben que es la columna vertebral del Estado. Pero Franco, y eso es un signo de su inteligencia, no se conforma con ser el Generalísimo y desde el primer momento extiende las bases de su poder fuera de la corporación militar. Y las extiende de tal manera que crea dos instituciones que son tan importantes como el Ejército para comprender el franquismo. La primera de esas instituciones es la Iglesia Católica, que acaba encumbrando el esfuerzo insurgente como Cruzada por Dios y por España y a Franco, que se convierte en Caudillo de España por la gracia de Dios. En la misa se dice textualmente, aunque en latín: 'El hombre enviado por la Providencia cuyo nombre es Francisco'. Hay una investidura tradicional y sagrada del poder que Franco utiliza de tal manera que ya no es solo el Generalísimo, sino el hombre enviado por Dios para salvar España. Pero no se queda ahí, sino que consigue, en una gran operación política, amalgamar en la Falange Tradicionalista todas las fuerzas políticas derechistas que prestaron auxilio a los sublevados. Es decir, que los generales dieron a Franco todos los poderes del Estado; la Iglesia lo convirtió en designado por la Providencia; y todos los partidos le otorgaron su jefatura. El resumen es que Franco concentra el poder en los tres pilares en que se funda el Estado. Es el Caudillo, que acaba fusionando las tres magistraturas soberanas de las cuales él es el titular. Mayor poder no cabe. Su palabra es la ley. Eso explica por qué duró tanto.
«Erróneamente se suele decir que las dictaduras no tienen apoyo popular. La de Franco lo tuvo suficiente hasta los últimos días»
«Tengo muy poco respeto intelectual por la memoria personal. Muchas veces no se saben las cosas justo porque se vivieron»
-Aun en sus circunstancias, concentrar todo el poder no debe ser fácil.
-No lo es, ¡pero es que Franco no era tonto! No nos podemos permitir el lujo de pensar que era tonto, porque la pregunta siguiente, que es obligada, nos deja en mal lugar: '¿qué pasa con los 24 millones de españoles que tuvieron a un tonto 40 años al frente del Estado?' Tienen que ser muy tontas 24 millones de personas para vivir una situación así durante tanto tiempo. Nos gustará más o menos, pero es absurdo pensar que Franco era tonto. Pasa igual con Hitler o con Stalin. Considerarlos tontos es manifiestamente absurdo.
-¿Por qué no hemos sido capaces de quitarnos los españoles de encima a Franco después de más de 40 años de su muerte y 40 de Constitución?
-Es un fenómeno que no pasa solo en España. Todos los países con un pasado traumático y divisivo tardan varias generaciones en ajustar cuentas con su pasado y nosotros estamos en la tercera, la de los nietos. Y ajustar cuentas con su pasado puede hacerse de dos formas, una desde la posición de la víctima y el verdugo; otra desde la posición historiográfica. En Francia todavía se discute sobre el régimen de Vichy; en Alemania, sobre el Holocausto; en Japón sobre su pasado frente a Corea y China... Aquí, además, ese pasado traumático y divisivo dejó secuelas gravísimas. Solo la represión en la retaguardia durante los tres años de Guerra Civil causó 55.000 víctimas en el bando franquista y 140.000 en el republicano. Son muchos muertos no caídos en combate propiamente dicho para que se pase página fácilmente.
-¿Otra razón para que no se pase página fácilmente con el franquismo es que, a pesar de todo, tenía un no desdeñable apoyo popular que queda todavía ahí, como flotando, eso que se ha llamado el franquismo sociológico?
-Sí. El franquismo tuvo hasta los últimos días suficiente apoyo popular para que durara. Se suele decir, erróneamente, que las dictaduras no tienen apoyo popular. Eso creía Hitler cuando atacó a Stalin. Pensaba que el régimen soviético caería a la más mínima acometida. Pues ocurrió lo contrario: aquel régimen consiguió movilizar toda la producción al otro lado de los Urales; aumentó las horas de trabajo; regimentó la resistencia y no solo no cayó, sino que sostuvo tres frentes simultáneos: los de Leningrado, Moscú y Stalingrado. En el caso de Franco ese apoyo también era evidente. Hubo millones de personas que juraron, y obligatoriamente los funcionarios, los Principios Fundamentales del Movimiento. Se podrá decir, 'eso no significaba nada'. Perdón: eso significaba todo porque quería decir que no te querías ir al exilio y querías vivir en España. Tal vez en tu conciencia eras un exiliado interior, pero en tu conducta no lo eras. ¿Por qué Franco murió en la cama? Por las fuerzas represivas policiales, sí, pero también porque la oposición democrática y antidemocrática -ETA, Grapo...- no fue capaz de derribarlo. Recuerdo un momento ilustrativo de esto que fue cuando el Partido Comunista, en noviembre de 1976 y por tanto cuando Franco ya estaba muerto, lanzó la Huelga General Política y resultó un estrepitoso fracaso.
-Hay una izquierda que defiende que la Transición no acabó con el franquismo político. ¿Cuál es su teoría?
-La Transición sí acabó con el franquismo político, pero por un procedimiento extraño que, al principio, asustó a todos y que luego fue un éxito que se repitió por el mundo. La Transición empezó con una negociación de las élites reformistas del Régimen que se dieron cuenta de que muerto Franco no había franquismo, precisamente porque el Régimen era absolutamente personalista...
«El cometido ineludible de la Ley de Memoria Histórica es acabar con las fosas y restituir la dignidad de todas las víctimas»
-El personalismo, que fue su fortaleza de origen, se convirtió en debilidad al final.
-Exactamente. Él fue el caudillo carismático y el carisma no se hereda. Después de un caudillo no se sabe quién tiene derecho de sucesión por la propia naturaleza del caudillaje. Lo que ocurrió aquí fue que no había suficiente fuerza para reformar el franquismo y el proceso acaba en las elecciones del 15 de junio de 1977, cuyos resultados abrieron la vía a un proceso constituyente. No tenían por qué ser constituyentes, pero lo fueron por los resultados, porque representaron a las nuevas generaciones de españoles que obraban por el principio de no volver a repetir la Guerra Civil.
-Da la impresión de que en estos momentos hay en España sectores, tanto de derechas como de izquierdas, interesados en hacer visible a Franco. ¿Lo cree así?
-Es una realidad que se ha reactualizado su figura, el juicio político sobre él y la forma en que acabó el franquismo. Como decíamos antes, es un fenómeno que no solo se da en España. Además, las nuevas generaciones lo ven de otra manera, se suaviza lo más polémico, se levantan justificaciones. ¿Sabe que, según una encuesta, el personaje más importante del siglo XX en Portugal fue el dictador Oliveira Salazar? «Sí, era un dictador, pero estuvo en el bando aliado», dicen.
-¿Ese revisionismo amable de los dictadores no tiene que ver con el nacionalismo?
-Con el nacionalismo y con el desencanto con la democracia. Con el hecho de que la democracia garantiza la voz del pueblo, pero no la prosperidad ilimitada ni el cumplimiento de las expectativas de todos. La democracia garantiza el voto, pero no el acierto en el voto. Ahí tenemos a Hitler, y ahora a Trump o Bolsonaro. O Polonia, donde gobierna el partido ultraconservador Ley y Justicia. Las dictaduras empiezan a tener buen perfil.
-Tiene usted publicado que considera absurdo el concepto de Memoria Histórica. ¿Por qué?
-Porque, si eres historiador, que tu profesión sea adjetivo de un sustantivo ya te indica que estás en presencia de algo curioso. La Historia es una disciplina sobre la base de pruebas de testigos, pruebas documentales y pruebas circunstanciales. Las tres pruebas son un repositorio sobre el que el historiador trabaja, pero las pruebas de los testigos no son sagradas, sino sometidas a cotejo. ¿Por qué? Porque la memoria de un testigo es personal y singular, pero además es voluble y cambia con el tiempo; es también olvidadiza, unas veces involuntariamente y otras interesadamente y, por tanto, todo lo que diga un testimonio tiene que ser cotejado con otros testimonios o con pruebas documentales. No puedo tener memoria sobre la colonización de América porque no estaba allí. Sí tengo memoria del golpe de Estado del 81 porque yo estaba en segundo de carrera, y de la victoria de los socialistas en el 82, porque era la primera vez que votaba y ganaron los que yo voté... Es decir, tengo memoria de lo que he vivido, pero tener memoria no es hacer historia. Lo que hace la Historia es cosificar la memoria después de cotejarla para establecer que entre dos testimonios este es más verosímil porque, además, concuerda con la documentación de la época. Tengo muy poco respeto intelectual por la memoria personal. Entrevistando a Santiago Carrillo tuve que decirle varias veces que lo que me aseguraba era imposible porque, por ejemplo, hablaba de la guardia de asalto en 1929 cuando todavía no existía ese cuerpo. Muchas veces no se saben las cosas precisamente porque se vivieron.
Placas del franquismo
-¿Tiene utilidad la Ley de Memoria Histórica?
-Creo que su cometido ineludible es restituir la dignidad de las víctimas. Lo digo desde hace años: no puede haber fosas ni cadáveres en las cunetas sin honrar. Pero tenemos que honrar a todas las víctimas. Víctima fue el rector de la Universidad de Oviedo, el hijo de Clarín, que mataron los sublevados; y víctima fue Melquíades Álvarez, su maestro, que mataron en Madrid las milicias comunistas y anarquistas. Víctimas son las de Paracuellos y las de Badajoz. En Cataluña, la mayor parte de las víctimas son de anarquistas a manos de comunistas y de comunistas a manos de anarquistas... Todas son víctimas y todas deben recuperar la dignidad. ¿Víctimas del franquismo? Víctimas de la Guerra Civil, porque la mayoría de las víctimas de la represión cayeron antes de diciembre del 36.
-La Diputación de Badajoz condiciona las subvenciones a los ayuntamientos a que retiren los vestigios franquistas del municipio en razón del catálogo elaborado por la Comisión de Memoria Histórica de la institución. ¿Qué opinión le merece?
-No conozco el caso con la profundidad que requeriría para pronunciarme sobre él. En principio creo que una limpieza de símbolos manifiestamente apologética del franquismo debería hacerse si no daña patrimonio histórico, pero soy contrario a quitar monumentos. Yo no quiero que quiten, por ejemplo, el arco de triunfo que hay en la Ciudad Universitaria de Madrid en la que, en latín, se dice: «Siendo Franco Caudillo de los españoles refundó la Universidad...». En todo caso, que se ponga una placa informando del contexto histórico en que se levantó ese arco. En otros sitios se hace así y no pasa nada.
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