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A. TINOCO
Domingo, 30 de agosto 2020, 09:25
–Llegó tras un concurso de méritos y dimitió desencantado con la burocracia. ¿Fue un cuerpo extraño en la Junta?
–No lo sé. No viví ninguna situación en que me hicieran sentirme incómodo. Por ejemplo, por ser catalán. Otra cosa es que lo pensaran. Después sí he sabido que cierta gente creía que esta responsabilidad era bueno que la ocupara un extremeño. No era algo personal conmigo.
–Es decir, que aquí también hay ramalazos nacionalistas.
–Es que ese tipo de actitud está muy arraigado. Vamos a gestionar nosotros lo que tenemos sin grandes revoluciones.
–En una de las últimas entradas del libro se refiere a un comentario del escritor placentino Álvaro Valverde, que elogia el buen criterio que ha tenido su sucesor en la Editora, Francisco Javier Amaya, al publicar una serie de obras. Ese comentario de Valverde le da pie a usted para recordar que la publicación de esas obras fue decisión suya antes de dimitir y que, por tanto, el buen criterio de Amaya, es el de usted. ¿Lo hace porque quiere ajustar cuentas?
–Hasta cierto punto, sí. Aquí se juntan varios factores. Cuando dimití, a la Junta le dio bastante igual. Su preocupación no fue preguntarse por qué me iba, sino que de cara a la galería allí no había pasado nada. En ese contexto de que aquí no pasa nada, le cedí a Amaya, una persona que me parece preparada y contra la que no tengo nada, el programa editorial que tenía establecido: compromisos adquiridos, títulos a publicar, etc. Mi sucesor asumió esa programación, lo cual me pareció bien. Lo que reivindicaba en esa entrada del blog es que había habido una continuidad de mi gestión y, por respeto a uno mismo, quise recordar eso. Y después estaba lo que podríamos llamar 'el factor Álvaro Valverde'. Valverde es un preboste de la cultura extremeña. Es ese tipo de figura, que existe en muchas comunidades más o menos pequeñas, que se erige en atalaya cultural y va repartiendo bendiciones o maldiciones de acuerdo a sus intereses. En su momento tuvo unos intereses que pasaban por criticar mi gestión y eso lo hizo de manera sutil, elogiando a mi sucesor, que suponía, implícitamente, criticarme a mí. A eso también quise ponerle coto.
–Me sorprende. Cuando lo entrevisté en 2017 por su cargo recuerdo que dijo que le gustaría que la Editora recuperara el prestigio que tuvo cuando la dirigió Tomás Pérez o Álvaro Valverde. Era un claro elogio.
–Es que éramos amigos desde hace años. Pero cambió cuando empiezo a trabajar como director de la Editora. No sé por qué, pero lo que sí sé es que a raíz de que asumí esa responsabilidad empezaron a producirse distanciamientos, silencios, discrepancias pequeñas que luego fueron mayores... Tuvimos un problema de factura editorial con una de las antologías que le publicamos y se enfadó mucho. Quizás ese distanciamiento suyo se debió al hecho de que sintiera que alguien que no era extremeño, como yo, que venía de una escuela literaria diferente, catalán que venía de Inglaterra, ocupara ese cargo. En fin, no lo sé.
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