«Somos una asociación sin ánimo de lucro, un grupo de madres y padres valientes que no queremos quedarnos de brazos cruzados viendo cómo nuestros ... hijos e hijas se destruyen». Así se define Afaval Extremadura (Asociación de ayuda a familias con menores con conductas adictivas y/o problemáticas), el colectivo fundado en 2010 y que tiene su sede en Mérida aunque trabaja para toda la comunidad. Además, gestiona el único centro terapéutico de la región especializado en adicciones con y sin sustancia en menores. El año pasado atendió a 128 jóvenes, de los que 28 sufrían adicciones sin sustancia (juegos online, videojuegos, redes sociales y/o teléfono móvil). Al frente de la asociación está Luis Guerrero Pecero, titulado en Pedagogía y en Educación Social, y máster en drogodependencias y adicciones, materias a las que se dedica profesionalmente desde hace 15 años.
–Según la última memoria anual de Afaval, la franja de edad más habitual entre los menores con adicciones sin sustancia es la que va de los 12 a los 14 años. Llama la atención...
–Y la edad está bajando. Es tan alarmante que esta semana hemos atendido a una familia con un niño de seis años. Empezaron a tener problemas con él y el móvil cuando tenía dos años y medio. Esto está fuera de lo común, pero sí es habitual ver casos de chicos adictos a los ocho, diez, doce años. Cuando se funda Afaval en el año 2010, el perfil más habitual era el de un adolescente adicto al cannabis. Hoy, este perfil sigue siendo el mayoritario, supone en torno a seis de cada diez casos, pero los otros cuatro ya son relacionados con los videojuegos. A nosotros mismos nos sorprende esto, y con humildad hay que decir que no estábamos preparados para lo que nos está viniendo. La secretaría general de Drogodependencias de la Junta organiza cursos periódicamente y se ha creado una red regional en la que siete entidades, una de ellas nosotros, nos formamos en estas adicciones.
«Los que nos asusta es lo ilegal. Nos da pánico encontrarle marihuana en la mochila pero no las cinco horas que pasa con el videojuego»
–En uno de sus trípticos informativas hablan de las 'tecnoadicciones'. O sea, ya constituyen una categoría en sí mismas...
–Sí. Engloba a los móviles, videojuegos, redes sociales, Internet, juegos de azar y apuestas online... Empiezan a engancharse por Internet y continúan porque los padres sucumbimos a las consolas y los videojuegos. Hacemos el propósito de dejárselas solo en vacaciones y fines de semana, pero luego les dejamos usarlas más. Muchas veces los padres no se dan cuenta de que sin saberlo, están generándole un problema a sus hijos. Porque el juego en sí no es malo, y de hecho está bien que el niño juegue, que lo haga tiene consecuencias positivas. Hay que hablar de un mal uso de estos videojuegos, de no dejar que se convierta en la 'nani' del niño, que no sustituya a la guardería. Hay videojuegos programados para generar adicción cuando el uso es repetitivo.
–¿En qué momento deben los padres empezar a preocuparse y sospechar que su hijo tiene una adicción de este tipo?
–Una adicción no surge de un día para otro. No eres adicto hoy y ayer no lo eras. Es un proceso lento. Los signos de que hay una adicción son significativos: que las notas del colegio son peores, el preferir estar en la habitación a salir a la calle, los cambios de humor, el decirle 'cinco minutos y cenamos' y que él pida más, y decirle luego diez minutos y que vuelva a pedir que esperemos... La clave es cuando el juego deja de ser un juego y se convierte en una pesadilla. Cuando en vez de disfrutar, se enfada, tira el mando, usa lenguaje inapropiado durante una partida, etcétera. Esos son síntomas preocupantes.
–¿Y qué deben hacer los padres que detecten esto?
–Hablar, saber utilizar el diálogo, que es la primera base para intentar resolver un conflicto. Si no funciona, hay que buscar ayuda profesional, porque a muchos padres les falta información. Siempre digo que por amor, muchas veces hacemos daño a nuestros hijos, permitiéndoles cosas que no deberíamos. Y así vamos ayudándoles a construir una adicción. Al final, esto depende bastante de los padres, que somos los que pagamos Internet en casa, le compramos los juegos y se los damos.
–¿Ocurre que no hemos tomado conciencia de la importancia de estas adicciones y nos preocupan más otras, como las del cannabis o el alcohol?
–Así es. Más la cocaína que el alcohol, porque lo legal no nos da miedo, está más admitido socialmente. Lo que asusta a los padres es lo ilegal. Le encuentro a mi hijo un cogollo de marihuana en la mochila y entro en pánico. Y no nos alarmamos tanto si pasa cinco horas con un videojuego o en un botellón bebiendo alcohol.
«Hay que dejarle que se aburra, que ya encontrará él cómo entretenerse sanamente»
–¿Es un error que los padres le dejen al niño la tableta para que juegue durante una comida con amigos, por ejemplo?
–No deberían hacerlo. Deberían hacer lo que hacían nuestros padres o nuestros abuelos. Tener un hijo es una responsabilidad muy grande, no basta con tenerlo y ya. Hay que compartir tiempo con él, y tiempo de calidad. El niño necesita pasar tiempo con sus padres y no con las pantallas.
–La guía de 'tecnoadicciones' de Afaval dice que «Hay que dejarles que se aburran»...
–Así es. Parece que el niño tiene que estar siempre haciendo algo, y no es así. Hay que dejarle que se aburra, que ya encontrará él como entretenerse sanamente. Así fomentamos su creatividad, puede dibujar, entretenerse con música... A los menores, cuanto más tarde le demos un aparato tecnológico, mejor. Y cuanto más tiempo los tengamos apartados de ellos, mejor también.
– ¿Se puede hablar de motivos que llevan a un menor a convertirse en 'tecnoadicto'? Psicológicos, familiares, sociológicos...
–Sí los hay. A veces, detrás de esas adicciones está el acoso escolar, buscan en las redes lo que no tienen en la vida real.
–¿Qué le sugiere el dato de que uno de cada cuatro alumnos estudiantes de Secundaria admita que no es capaz de desconectarse de Internet ni cuando quiere hacerlo?
–Algunos videojuegos están concebidos para que repitan y repitan y no sean capaces de parar. La adrenalina, la dopamina que liberan mientras juegan... Por eso les cuesta desconectar. Es en parte una cuestión física.
–¿El tratamiento es con los menores y también con sus padres?
–Sí. Los menores 'tecnoadictos' son resistentes a los tratamientos, porque con esas edades no creen tener ningún problema. Se trabaja con los padres tanto o más que con los propios menores.