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Hartazgo social
Fernández Vara dijo que 2019 iba a ser un año clave para el tren, pero no sospechaba que lo sería tanto y menos aún tan pronto
Pablo Calvo
Cáceres
Domingo, 6 de enero 2019, 19:11
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Pablo Calvo
Cáceres
Domingo, 6 de enero 2019, 19:11
El presidente de la Junta de Extremadura afirmaba hace unos días durante un desayuno navideño con los medios de comunicación que «2019 será un año clave para el tren». Poco podía sospechar Guillermo Fernández Vara que lo sería tanto y menos aún que lo sería tan pronto.
La jornada negra de Año Nuevo, que se inició con la intervención de la Policía Nacional en la estación de Cáceres y finalizó, ya el día 2 de enero, con 163 personas en medio del campo y de la noche, con pasajeros que emplearon cerca de 11 horas para cubrir el viaje entre Badajoz y Madrid, ha supuesto un punto de inflexión en el problema del ferrocarril y en la reacción social, mediática y política.
El viajar en un tren extremeño ya nos había dejado antes imágenes casi o más penosas que las de Año Nuevo, con decenas de viajeros arrastrando maletas a través del campo, personas alejándose de las llamas de una locomotora o soportando varias horas de altas temperaturas a la intemperie; eso sin contar con otro reguero de episodios surrealistas motivados por la ausencia de maquinista o por la falta de gasoil, razones incomprensibles.
El incidente nocturno de Navalmoral de la Mata, sin ser pues muy diferente a otros muchos sucedidos en los trenes que cubren el trayecto hasta la capital española o Sevilla, reúne, sin embargo, tres factores que le hacen diferente y que explicarían sus consecuencias: la próxima comparecencia del ministro de Fomento en el Congreso de los Diputados; el portazo del PP al Pacto por el Ferrocarril; y la elevación de la temperatura dialéctica, con el empleo de términos como «inútiles» o «cobarde» por parte de los representantes políticos.
Es diferente, en primer lugar, por la fecha en el que se ha producido, el primer día del año, lo que justifica en parte la gran repercusión mediática del incidente, y el hecho de que fueran muchas las personas afectadas, extremeños que regresaban a sus ocupaciones después de las vacaciones navideñas.
En segunda instancia, el episodio adquirió una especial gravedad, dejando a los pasajeros dentro de un tren en medio del campo, por la gestión que hicieron los responsables de Renfe, que decidieron sacar el convoy de la estación sin tener seguridad de que llegaría a su destino. Con sus decisiones, agravaron las consecuencias de la avería, una más, sufrida por sus máquinas.
Hay mucha diferencia entre que se produzca un problema inesperado y que la gestión del mismo sea nefasta. Hasta ahora, en el largo problema del ferrocarril extremeño, se había puesto el acento en la sustitución de trenes, motores, vías, pero desde el pasado día 1 se ha añadido la derivada de protocolizar y marcar unos criterios claros de actuación ante este tipo de situaciones de emergencia. El factor humano.
Y, tercero, el suceso se produce después de un cambio de Gobierno y de nuevos gestores; después de que se produjera el primer cese tras el 'puente de la vergüenza' del pasado octubre que acumuló varios incidentes similares; y después del nombramiento de un coordinador ferroviario. Todo lo cual, sin embargo, no ha logrado evitar que tuviéramos el Año Nuevo negro y contribuye a aumentar la sensación de frustración entre la ciudadanía y de impotencia para poner remedio al atraso de las infraestructuras ferroviarias.
Ante todo esto, la reacción de los ciudadanos extremeños está siendo modélica. Resignados a tardar más tiempo que cualquier otro español para cubrir los mismos kilómetros y a disfrutar de menos dosis de confort, el hecho de sufrir, además, retrasos y episodios humillantes no ha generado en todo este tiempo, que se sepa, conflictos de orden público. Por eso llama la atención que el pasado martes fuera necesaria la intervención de la Policía Nacional ante la mera comunicación de un pequeño retraso horario, o que horas después se colocaran neumáticos ardiendo en las vías por donde iba a pasar un convoy, que se vio obligado a interrumpir su marcha. Sucesos menores que, sin embargo, dejan vislumbrar el clima de hartazgo social al que se está llegando en Extremadura con el asunto del tren.
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