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¡Qué horror, una mano tendida!

APENAS TINTA ·

Martes, 14 de abril 2020, 08:41

De entre los centenares de declaraciones que han hecho nuestros políticos desde que el coronavirus nos amarga la vida, quizás las más clarividentes hayan sido las del presidente de la Junta al periodista de este diario Pablo Calvo, cuando en su última entrevista dijo que esta pandemia va a arrasar con la actual generación de políticos. Visto lo visto, y aunque no me parezca que deba ser precisamente Fernández Vara el que se está haciendo acreedor de estar entre los barridos en primer lugar por la tempestad que nos está azotando, me tomo esas palabras como la verbalización de mi deseo: ojalá.

Ojalá el coronavirus, aunque sea de rebote, nos dé la oportunidad al sufrido cuerpo electoral de acabar con los que ahora nos representan porque ni los del Gobierno en el Gobierno ni los de la oposición en la oposición se están haciendo merecedores de la representatividad que ostentan.

Ese lugar común según el cual en España el pueblo siempre es más responsable que sus gobernantes –un lugar común que dura siglos, basta recordar aquello del buen vasallo y el mal señor del poema de Mio Cid–, se puso meridianamente de manifiesto en la última sesión del Congreso, en la que solo un grupo parlamentario, el menguante de Ciudadanos, hizo el gesto humano de tender la mano al Gobierno para tratar de unir fuerzas en esta dificilísima coyuntura que afecta a todos, con independencia de la ideología o lugar de origen de cada cual.

Hoy no existe programa político al que mejor le cuadre ese nombre que el que se concentra en tender la mano

Llama la atención que no haya ni un solo político que pierda una oportunidad de enfatizar su reconocimiento a los colectivos que se están dejando algo más que la salud –algunos de sus integrantes han perdido la vida– en proteger a los más débiles ante la pandemia (los sanitarios, los policías, las trabajadoras de las residencias de ancianos, los camioneros, los barrenderos, los quiosqueros...) y, al mismo tiempo, se comporten justamente al revés. ¿Qué creen nuestros representantes que están haciendo esos colectivos a los que tanto aplauden de palabra y tan poco emulan de obra? Tender manos. No hacen otra cosa. Me pregunto qué clase de ceguera es la que padecen quienes ocupan escaños para no ver que en este momento no existe programa político al que le cuadre esa denominación y en el que esté mejor depositada la dignidad nacional que en ese gesto simple y hondo que es tender la mano al que lo necesita sin reparar en otra consideración.

Pues bien, ese gesto de Ciudadanos (por cierto, un clavo en el ataúd del cadáver político de Albert Rivera, pero esa es otra historia) fue tomado por el resto de partidos, también por los del Gobierno a tenor de la impostura a que suenan sus llamadas a la unidad, poco menos que como un 'vade retro, Satanás'. «¡Qué horror, una mano tendida!», debieron pensar los demás líderes al ver al portavoz de Cs, Edmundo Val. Y le respondieron tomando la distancia política que dicta su torpe ambición. Una distancia que no es solo física, sino moral, y que mide el tamaño del drama que vive nuestro país.

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