Salgueiro Maia (izquierda) celebra el triunfo de la sublevación junto a sus compañeros. Eduardo Gageiro (Reuters)

La huella extremeña de la Revolución de los claveles portuguesa del 25 de abril

El golpe militar que tumbó la dictadura lusa hace 50 años tuvo su eco en Extremadura, y el capitán que la protagonizó se crió y está enterrado a 16 kilómetros de la frontera

Sábado, 20 de abril 2024, 07:59

Medio siglo después de que Portugal le demostrara al mundo que es posible tumbar una dictadura sin montar una guerra, en Valencia de Alcántara, a 250 kilómetros de Lisboa, recuerdan aquellos días que sucedieron al 25 de abril de 1974, la fecha clave de la ... Revolución de los claveles. «Yo estaba con mis primos en la tienda de mi tío Diego, que tenía una carnicería y charcutería en el centro del pueblo, y ahí empezaron a comentar lo que estaba pasando en Portugal, y así fue como me enteré». Manuel Moreno tenía 22 años recién cumplidos, y aunque ha pasado medio siglo, lo recuerda todo al detalle: los guardias civiles por cualquier sitio, los mensajes de miedo porque «venían los comunistas», el cerrojazo de la frontera, el espía luso que vivía en Valencia de Alcántara y se enclaustró en su casa... Todo eso integra la memoria extremeña de la revolución militar portuguesa, que el próximo jueves cumple cincuenta años.

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Esos recuerdos se ciñen a un espacio físico: La Raya, esa línea rígida en los mapas y porosa para quienes la habitan, españoles y portugueses que trabajan y se toman cañas y vinos y pinchos y 'petiscos' juntos, y hasta se casan entre ellos. Pero en 1974, cuando a los dos lados mandaban dictadores, la frontera era otra historia.

El pueblo lisboeta celebra el derrocamiento de la dictadura el 25 de abril de 1974. Eduardo Gageiro (Reuters)

Había muerto António de Oliveira Salazar, y su lugar lo había ocupado Marcelo Caetano. 25 minutos después de la medianoche del 25 de abril, en Radio Renascença sonó 'Grandôla vila morena', de José 'Zeca' Afonso, que era la señal convenida por los revolucionarios para activar su plan e iniciar la marcha a Lisboa. Los militares izquierdistas que habían decidido levantarse contra un régimen que prohibía hasta la Coca-Cola llegaron a la capital del país. Y allí, muchos, hartos entre otras de las guerras coloniales, en vez de meterse en casa, salieron a los balcones y a la calle a apoyar al Ejército.

Celeste, la camarera de los claveles

Así nació la Revolución de los claveles, bautizada de esa forma por el gesto de Celeste Martins, una camarera que esa mañana cargaba con flores porque el restaurante en el que trabajaba estaba de aniversario. Un militar le pidió un cigarrillo, y como la mujer no tenía porque no fumaba, le ofreció un clavel. El joven aceptó el regalo y lo colocó adornando su rifle, y un compañero le imitó. Y luego otro, y más tarde otro más.

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«Tras el 25 de abril, veías a la Guardia Civil en todos los sitios: el pueblo, caminos, cruces...»

Manuel Moreno (72 años)

Vecino de Valencia de Alcántara

«Una de las cosas que más identifico con el 25 de abril es la cantidad de guardias civiles que llegaron a Valencia de Alcántara», recuerda Manuel Moreno (72 años). Él dedicaba esos días a preparar las oposiciones a la Seguridad Social, que luego aprobó con una de las mejores notas de España. Fue un estudiante aplicado y conserva una buena memoria. «A cualquier sitio que fueras –rescata–, había agentes: en el pueblo, en los caseríos (poblaciones o alquerías de la zona), en los caminos, en los cruces...».

Aumenta la vigilancia

En esta esquina del mapa extremeño había en esa época un puesto policial fronterizo con bastante actividad y personal. El pueblo era destino de una compañía de la Benemérita, y tras el 25 de abril llegaron refuerzos. «Habría aquí 80 ó 90 agentes, y en esos días vinieron más, de Cáceres y de Badajoz», recuerda Moreno. «Y poco después –continúa–, destinaron a aquí a un destacamento de la Policía armada, al mando de un sargento de Trujillo. Vinieron de 10 a 15 policías».

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«Salgueiro Maia estuvo en Olivenza en jornadas sobre patrimonio»

Moisés Cayetano

Historiador

La Policía Nacional mantiene a día de hoy en Valencia de Alcántara una Unidad de Extranjería y Documentación, lo que da la pista sobre la importancia estratégica del lugar como paso fronterizo. Por eso se reforzó la seguridad ahí tras la sublevación en Lisboa. Quedó más descuidado otro paso extremeño más al norte, el de Piedras Albas, que algunos periodistas aprovecharon para entrar en Portugal. Lo contaba Alonso de la Torre en enero de 2018 en una de sus columnas en HOY. «La Raya hispano-portuguesa –escribió– ha sido históricamente un lugar muy útil para escapar o entrar en España sin que nadie se entere. El caso más cercano en el tiempo es el del periodista Manu Leguineche y sus colegas madrileños, que en abril de 1974 entraron en Portugal por la frontera de Piedras Albas, una aduana donde ni guardiñas ni policías parecían conocer los acontecimientos de Lisboa y los dejaron pasar sin ponerles las trabas que sí estaban poniéndose en Caia, Fuentes de Oñoro o Tui».

«En abril del 74, la frontera de Valencia de Alcántara quedó cerrada por completo», recuerda Manuel Moreno, que no ha olvidado tampoco «el miedo que se intentaba meter a la población con el mensaje de 'Que vienen los comunistas'».

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Portada de HOY del 26 de abril de 1974. Hoy

Y en Valencia de Alcántara hay también quienes recuerdan al vecino portugués que trabajaba para la PIDE (Policia Internacional de Defensa del Estado), la policía política del régimen, su brazo más temido por represor. El hombre debió asustarse y apenas salió de casa en los días siguientes a esa revolución que derrocó una de las dictaduras más longevas de Europa y que encumbró a Fernando José Salgueiro Maia, un capitán nacido 29 años antes en Castelo de Vide, a 16 kilómetros de Extremadura a la altura de Valencia de Alcántara. «Fue un héroe», resume Moisés Cayetano, doctor en Geografía e Historia, licenciado en Ciencias de la Educación, experto en La Raya y autor de una biografía sobre el capitán alentejano (dentro de la colección 'Personajes singulares', de la Fundación CB).

Héroe por casualidad

«Salgueiro Maia fue realmente el gran protagonista del 25 de abril, y lo fue por casualidad», sitúa Cayetano. «Otelo Saraiva de Carvalho fue quien diseñó el plan del golpe militar –detalla–, y le adjudicó a Salgueiro un papel secundario, el de hacer barullo en Lisboa para desviar la atención. Le ordenó que saliera de Santarém y llegara a la capital con los tanques, que entrara por Campo Grande y siguiera por Campo pequeño, Marqués de Pombal, avenida de la Libertad, Baixa y Plaza del Comercio, para que las tropas gubernamentales se fijaran en él e hiciera de cebo mientras otras fuerzas revolucionarias aprovecharían para tomar lugares estratégicos, como el aeropuerto, bancos o cuarteles. Pero dio la casualidad de que Salgueiro se enfrentó a una fragata a la que habían ordenado disparar. Esa orden que podría haber destrozado la Plaza del Comercio porque ya había allí bastante gente fue desoída. Conozco al alférez y el cabo que se negaron a disparar. Salgueiro se enfrentó a la fragata, y eso generó una situación de alarma que puso el foco en él».

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Militares portugueses vigilan una calle rodeados de niños y adultos el 25 de abril de hace medio siglo. Hoy

«El capitán Salgueiro Maia –define el profesor extremeño– era un hombre templado, sereno, valiente y con capacidad de mando, muy respetado por sus subordinados. Pero una vez pasado el proceso revolucionario, se sintió decepcionado, maltratado por los propios militares (fue destinado a las islas Azores). Probablemente hubo algo de envidia hacia él. Con esa desilusión, él se dedicó bastante al estudio de los castillo y las fortificaciones, a través de un amigo. Pertenecía a la Asociación portuguesa de amigos de los castillos, y participó en distintos encuentros sobre fortificaciones celebrados en Castelo de Vide y Olivenza. Salgueiro Maia estuvo en Olivenza en alguna de esas jornadas».

El capitán fallecido de cáncer a los 47 años mantuvo siempre el vínculo con su localidad natal, donde su padre trabajó como ferroviario. El héroe ninguneado por el poder pero adorado por el pueblo está enterrado en Castelo de Vide, que hace tres años abrió un museo dedicado a él. A la inauguración asistió el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa.

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Ese espacio guarda la herencia del más famoso de los capitanes de abril, «por expreso deseo de él», según explica la web de la Casa da ciudadanía Salgueiro Maia. Visitarla es más accesible para algunos extremeños que para muchos portugueses. Está a veinte minutos en coche de Valencia de Alcántara, en el corazón de La Raya, donde el 25 de abril dejó su huella.

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