Lucio Poves
Domingo, 21 de abril 2024, 11:36
César Carrasco es un músico argentino, formado en violín y guitarra en la Universidad de Artes de la Plata y la EMPA, pero toca muchos ... más instrumentos por necesidad.
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La vida y los acontecimientos en su país, con el famoso 'corralito', le trajeron a Fregenal de la Sierra como músico de una compañía de danza. Una localidad que lo acogió durante sus primeros años en España.
Poco a poco, comenzó a observar el interés que había en la música y las artes en poblaciones cercanas, y vio la posibilidad de nutrirlos desde su filosofía de enseñanza, creando una metodología pedagógica-musical propia.
Primero con el público adolescente, dando vida al local de ensayo de los centros de Ocio de la Junta de Extremadura. Después, en otras localidades de la zona. De este modo, se convirtió en un profesor de música ambulante.
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«Yo iba a locales que me cedían los ayuntamientos para ofrecer mi escuelita de música y enseñar en la comarca. Era un aula ambulante de música», recuerda Carrasco.
Así, llegó a Medina de las Torres y conoció a su pareja, Victoria Galván, natural de este pueblo de la comarca Zafra-Río Bodión. Ella es maestra de música en la escuela pública, violinista y compositora.
Con el tiempo, él decidió asentarse en esta localidad acondicionando un antiguo trastero del espacio familiar, donde vive con su pareja y su hijo. Lo usa también como aula de música y ha conseguido que la itinerancia se invierta, ya que actualmente son los alumnos los que acuden desde todas las localidades de la comarca, como Zafra, Valencia del Ventoso, Feria, Atalaya, Los Santos de Maimona, Puebla de Sancho Pérez… Son chicos y chicas, hombres y mujeres, con edades comprendidas entre los 6 y 75 años.
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Tras la pandemia vieron que donde vivían, un local muy amplio en el extrarradio de Medina de las Torres –donde el abuelo y el padre de Victoria habían guardado el ganado toda la vida– podía ser el lugar perfecto para crear una «isla de cultura musical y artística», como la denomina Carrasco.
En un primer momento era para ofrecer a los alumnos de la escuelita de música un lugar donde mostrar y compartir su trabajo. Después, descubrieron que era una necesidad tanto para los artistas como para ellos, que no tenían apenas escenarios donde mostrar su trabajo propio original, y también para el público que demandaba esta oferta cultural.
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De este modo, el huerto del abuelo Paco, un magnífico entorno natural y rural con gallinas, alguna oveja, y los gansos del vecino como coristas, se había convertido en el patio Tupac.
«Un lugar de resistencia (en honor a Tupac Amaru) a la industria musical y las instituciones, que solo suelen dar cabida a unos pocos y a la cultura del entretenimiento (entretener y aligerar la mente a través de la diversión), en lugar de promover la cultura de la cultura (cultivar la mente y el juicio crítico a través de la belleza)», apunta este músico argentino.
Y así nació un proyecto familiar, consolidado con la creación de una Asociación ADN (Arte Dentro Nuestro), que se va ampliando con el tiempo.
«Toda la familia, suegros, tíos, primas, amigos… trabajamos antes y después de los conciertos; para colocar todo, y luego dejar el patio tal cual, recogiendo sillas y guardando el material y el equipo de sonido que afortunadamente tenemos, y que nos permite abaratar los costes para que esto sea posible. No es un lugar concebido para enriquecernos, sino para compartir la música, formamos una auténtica comunidad a través de esta. Hay mucho curro pero es reconfortante», señala Cesar, el ideólogo del proyecto
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Se trata de un proyecto autogestionado por sus dueños y apoyado por los artistas, que necesitan un lugar donde ser valorados y escuchados. Incluso se bajan el caché, aquellos de mayor trayectoria como Javier Ruibal, con tal de que sea posible. También colaboran aficionados de toda la comarca. Socios que adquieren el compromiso de poner su parte para pagar al artista sus honorarios.
«Al patio acuden quienes quieren para disfrutar de la música pagando a 'escote' lo que cuesta traer al artista de turno. Al venir te conviertes en socio, es música comunitaria, sin subvención alguna. Convivimos en el patio mientras tomamos unas carnes asadas, (mi pequeña Argentina) y cervecita (algo muy español). Suelen ser conciertos a mediodía que se prolongan hasta la tarde con la tertulia y el disfrute de la amistad de los espectadores fijos que acuden durante toda la temporada y también ayudan a cuestiones de intendencia. Pero también tenemos conciertos de noche. Las temporadas son la primavera y el otoño, los mejores momentos para nuestro entorno natural. Solemos administrar lo recaudado según el concierto y los usuarios que hayan acudido. Por ejemplo, si el artista de ese día tiene un caché más bajo y han acudido muchas personas, lo que sobre se guarda para cuando recibamos a un artista de mayor rango. El objetivo es que no nos cueste a nosotros, con eso nos conformamos. Y siempre contando con que el aforo es limitado. Eso el público y los artistas lo entienden», señala Cesar.
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Un ecosistema en perfecto equilibrio que ha generado una comunidad donde compartir conversaciones, intereses, conocer nuevas amistades y que pone en valor la música y la cultura. Un auténtico corral extremeño donde la hierba crece junto al pequeño ambigú para asar las carnes. Frente a un escenario cercano al público con 'palet' de madera para cerrar la escena. Perros que corretean, gallos que cantan. Sonidos que salen de la escuelita donde se dan clases a diario…. y alguna oveja. Todo alrededor de la casa de los Carrasco.
«La labor sociopedagógica de promover también la cultura de la escucha y el descubrimiento de nuevos artistas, ante un mundo en el que impera 'la música como fondo' pero no como objeto central de atención y el anclaje en 'la música pasada' con la atención en 'lo que ya nos suena, con infinidad de 'covers' que no permiten el descubrimiento de nuevas propuestas», concluye César.
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Para que su proyecto funciones tiene la colaboración de sus suegros: Curro –un viejo músico– y Mariví. También están los titos, Faustino y Marijuli, la prima Marta, y su hermano Antonio, único que como él se vino de la Argentina y que es bailarín diplomado de tango en Argentina y vive en Zafra. Completan el plantel el hijo de César que se llama como él.
En las paredes, a modo de mandamientos, aparecen frases de autores más o menos conocidos, la figura de un violinista y enredaderas que se muestran salvajes en un lugar muy rural, muy de Extremadura que siempre está tocado por la música.
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Y he aquí que, el pasado 6 de abril, Chipi La Canalla y Javier Galiana (piano) abrieron la temporada de conciertos en el Patio Tupac de César y Victoria. También pasarán por aquí Pablo Cuevas, el 20 de abril; Luis Pastor, el 11 de mayo; Four Women Quartet, el 25 de mayo; Pancho Varona, el 9 de junio; Javi Ruibal trio, el 22 de junio; y el 27 y 28 de junio la escuela de música ambulante.
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