Ian Gibson es hispanista anglosajón, que son dos términos que suelen ir unidos: Paul Preston, Hugh Thomas, John Elliott, Raymond Carr, Robert Goodwin, Gerald Brenan, Gabriel Jackson... Gibson avisa siempre de que él es hispanista irlandés, una subespecie del hispanismo de las islas británicas. Gibson ... asegura que España es su lugar en el mundo, reconoce que Lorca es su obsesión vital y no entiende cómo es posible que Vox desconfíe de los inmigrantes cuando Abascal es la persona más parecida al rey Boabdil de Granada.
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Ian Gibson vino a España por primera vez en el año 1956. Empezó a familiarizarse con la literatura española leyendo a Ángel Ganivet y Unamuno, que, reconoce, fue una manera un tanto árida de entrar en contacto con nuestro país. Pero después descubrió a Rubén Darío y su obra 'Azul', siguieron Antonio Machado y Lorca. A partir de ahí, la fascinación por España se convirtió en su razón de vivir y se dedicó en cuerpo y alma a investigar la vida, obra y muerte de Federico García Lorca, escribiendo un libro, publicado en la editorial en el exilio Ruedo Ibérico, que fue un bombazo mundial. Ha escrito biografías de José Antonio Primo de Rivera, Antonio Machado, Dalí y Buñuel. También ha publicado una novela titulada 'La berlina de Prim' y su próximo proyecto es una biografía de James Joyce.
Gibson y su familia viven en España desde hace años. El escritor tenía una casa en Alfacar (Granada), donde fue asesor cultural del Ayuntamiento e impulsó la creación de tres casas de cultura. Pero cree que es cierto el dicho: «Pueblo pequeño, infierno grande» y, tras ser acosado por grupos de ultras del pueblo y aparecer pintadas en la localidad con la leyenda: «No nos gusta el café irlandés», acabó vendiendo su casa granadina para mudarse al barrio madrileño de Lavapiés, donde vive actualmente.
La semana pasada, compartí con Ian Gibson hora y media de conversación y otra hora y media de firma de libros. Estábamos sentados en la misma mesa. Se demoraba con cada lector como nunca he visto demorarse a ningún escritor. Hablaban durante cinco minutos, se hacían fotos, bromeaba y desesperaba a los organizadores del acto, que lo apremiaban para que comenzáramos una conversación sobre novela e historia en un auditorio a la orilla del mar. Al acabar, como estábamos en Vilagarcía de Arousa, nos fuimos a cenar almejas de Carril a la marinera, berberechos al vapor y arroz negro con chocos de la ría y zamburiñas. Fue durante la cena cuando, al descubrir que yo era de Cáceres, se le abrieron los ojos, se disparó su atención y empezamos a hablar sobre uno de los temas que obsesionan a Ian Gibson desde que era adolescente: los orígenes celtas de Irlanda. Y en ese punto, aparece Extremadura como una de las regiones de la zona occidental de la Península, de donde se supone que llegaron los celtas a Irlanda.
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Pero su interés fundamental se sitúa en Alcuéscar, concretamente en lo que él considera una de las joyas de la arquitectura monumental española: la iglesia visigótica de Santa Lucía del Trampal. Ian ha visitado este templo extremeño atraído por la aparición en el lugar de exvotos en forma de cabra con grandes ubres, símbolo de Ataecina, la deidad fundamental de los celtas. Cree el hispanista irlandés que en el entorno de Santa Lucía del Trampal podría hallarse el santuario de esta diosa lusitana y celta del agua, la noche y el otro mundo. Prevé Gibson reanudar esa búsqueda y le aseguré que, cuando venga, comprobará que nuestro jamón, nuestro lomo y nuestras tortas no tienen nada que envidiar a chocos, almejas, berberechos y zamburiñas.
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