Un rincón con encanto
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Un rincón con encanto
Desde el sur, conduciendo desde Badajoz, su silueta se recorta nada más franquear el puerto de Los Conejeros; desde el norte se divisa prácticamente desde Portugal. La orografía de Extremadura y su condición fronteriza es propicia para que hace varios siglos se levantaran fortalezas ... en lo alto. Hoy día, en pleno mes de agosto, estos lugares invitan a subir porque corre el aire y nos ilustran sobre cómo era el lugar que hoy habitamos. Sin pantallas, pisando el suelo y tocando las paredes de granito donde vivieron nuestros antepasados.
De todos los castillos que hay en Extremadura el de Alburquerque es de los que mejor se conserva pese a las reivindicaciones recientes que alertan de algunos desperfectos que podrían ir a más. Se empezó a construir a finales del siglo XII tras reconquista. Sus principales ampliaciones datan de finales de la Edad Media y se dice que es roquero porque se levanta sobre una floración montañosa. Es conocido como Castillo de Luna porque uno de sus constructores e inquilinos más relevantes fue don Álvaro de Luna, Maestre de la Orden de Santiago y condestable de Castilla.
Tras la inevitable cuesta que da acceso a todos los castillos se abre ante los ojos una de esas construcciones que te traslada en el tiempo. Prácticamente son visitables todos sus elementos: puente levadizo que une las dos torres principales, patio de armas, patio noble, sus dos terrazas, una plaza más alta, e incluso la Iglesia de Santa María del Castillo que se conserva en su interior, uno de los pocos ejemplos del Románico en Extremadura y que consta de tres naves.
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Y si el visitante aún quiere sentirse más medieval puede adentrarse en su bodega, ambientada como las de la época. Justo a la entrada se conserva uno de los pocos escudos reales portugueses que se pueden ver en la península, destaca orgullosa Mónica, una de las guías que suele habitar la fortaleza. Y es que cuando llegaban los nuevos dueños solían retirar cualquier vestigio del anterior, pero no en este caso. La Torre del Homenaje, último refugio de cualquier castillo, exhibe un mármol blanco de los tiempos de Álvaro de Luna no es visitable por dentro salvo en contadas excepciones. Una de ellas es el festival medieval que tiene lugar el tercer fin de semana de agosto, o sea, en breve.
La otra personalidad con la que se relaciona el castillo, este ya en la segunda mitad del siglo XV, es Beltrán de la Cueva, valido del rey que mejoró la fortaleza añadiéndole estancias palaciegas y barbacanas defensivas. Monumento Nacional desde 1924, necesita continuas restauraciones pues se trata del principal atractivo de Alburquerque y llega a recibir 15.000 visitantes al año.
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