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Mi canario se llamaba Fufi. Se murió, me entristecí y me negué a más dependencias afectivas. Lo sé, soy emocionalmente inmaduro. Y un inútil para las relaciones sociales modernas. El otro día, una amiga me presentó a Calamidad y titubeé. «Hola, perrito», salí del paso. ... Craso error: era perrita y tenía nombre. Pero me hubiera sentido ridículo saludando: «Hola, Calamidad, ¿qué tal estás?». También debería haberla acariciado, pero mi hipocondría me impide acariciar bichos.

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hoy La granja de kéfir