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En la portada del Diario HOY del domingo 29 de junio de 1980, junto a la noticia de tres asesinados por ETA en Azcoitia (Guipúzcoa), ... se puede leer una noticia con el escueto titular, «Hervás: Quemó a su padre». El texto de la noticia indica:
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«El hecho ha conmovido a la localidad cacereña de Hervás. Justo A. N., obrero agrícola de 60 años, más conocido en el pueblo por el apodo de 'Cascarilla', murió en extrañas circunstancias. Cuando dormía la siesta un hijo suyo de 19 años roció su cama con gasolina, prendiéndole fuego y cerrando después el cuarto para que nadie le auxiliase. Con gravísimas quemaduras fue trasladado primero a Plasencia y después a Madrid, donde falleció. El presunto parricida no ha sido aún detenido y se ignora su paradero».
Padre e hijo eran obreros agrícolas. Tras quemar a su padre el joven desapareció. La noticia indicaba que el hijo también había encerrado a la madre en otra habitación para que no ayudara al marido. Ella pudo forzar la puerta y auxiliar al esposo que tenía quemaduras muy graves. Le trasladaron a Plasencia en donde le realizaron las primeras curas de urgencia, y de allí fue enviado a un hospital de Madrid en donde murió. Fue enterrado en Hervás el sábado 28 de junio.
Tras la muerte violenta del vecino de Hervás, la Guardia Civil empezó a buscar por toda España al parricida que se había dado a la fuga.
Le encontraron cuatro meses después, el 21 de octubre, en un pueblo de Burgos. En la localidad de Pradoluengo, municipio de la sierra burgalesa que está a 47 kilómetros de la capital. El fugitivo estaba trabajando como ayudante de una persona que se dedicaba a viajar por los pueblos vendiendo estampas y figuras de santos.
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Cuando fue detenido el joven declaró que no había sido su intención matar a su padre, que si le había prendido fuego fue porque se emborrachaba con frecuencia y maltrataba a su madre.
El parricida ingresó en la vieja prisión de Cáceres de la calle Héroes de Baler, ahora abandonada, para ser juzgado en la Audiencia Provincial de Cáceres que entonces estaba en el Palacio de Justicia que ahora es sede del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura. El juicio fue en enero de 1982, cuando el procesado tenía 21 años.
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Sentado en el banquillo de acusados tuvo que escuchar que tenía complejo de Edipo, que Freud había definido como el deseo inconsciente de mantener una relación sexual (incestuosa) con el progenitor del sexo opuesto y de eliminar al padre del mismo sexo (parricidio).
Ante el tribunal los peritos indicaron que el acusado era soltero, sin antecedentes penales, de buena conducta, pero que no podía soportar la actitud violenta del padre con la madre. Se aseguró que la convivencia en esa familia le había hecho convertirse en retraído en exceso. Se dijo, en concreto, que tenía: «periodos de exaltación mística hasta hacer de él un individuo solitario dotado de deformada sensibilidad proclive a magnificar incidencias familiares desagradables en sí, pero no insuperables ni insoportables». Recalcaron que había desarrollado una personalidad psicopática esquizoide, con disminución de sus facultades volitivas y cognoscitivas, «que se sublimó –según aseguró el tribunal en la sentencia–, en un desmesurado amor a la madre, con quien permanentemente estaba, creándose entre ambos un a modo de simbiosis ante la indiferencia de los demás hermanos, hasta el extremo de asumir el procesado el papel de vengador de cuantas ofensas y sufrimientos había recibido ella de su marido».
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La Audiencia indicó que todo lo anterior explica lo ocurrido el 23 de junio de 1980.
Esa tarde de lunes, a primera hora, el padre llegó a la casa borracho como acostumbraba, y se acostó vestido mientras la mujer le recalentaba la comida. Encontrándose adormilado, el hijo fue al piso inferior de la casa y cogió una botella con gasolina, subió a la habitación donde estaba el padre y vació el contenido en la cama, arrojando luego una cerilla encendida, causando graves quemaduras a su progenitor por las que murió a los dos días.
Tenía quemaduras de segundo grado en el 50% de su cuerpo.
El joven fue condenado a 19 años de prisión, al considerarle autor criminalmente responsable de un delito de parricidio, con la agravante de alevosía y la atenuante de enajenación mental incompleta. También tenía que indemnizar con cuatro millones de pesetas (24.242 euros) a su madre y a sus hermanos.
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Se aseguró que el procesado tenía una desequilibrada personalidad psicopática esquizoide, «forjada por las frecuentes vejaciones a su madre desamparada –insistía–, viendo él la necesidad ineludible de terminar de una vez por todas con una situación que su acusado 'complejo de Edipo,' alimentado durante años, no podía soportar.
Para comprender los sucesos en la época que ocurren, hay que fijarse que este crimen ocurrió justo un año antes de que se aprobara la Ley de Divorcio. El Congreso de los Diputados la aprobó el 22 de junio de 1981, con 162 votos a favor, 128 en contra y 7 en blanco, siendo una propuesta del ministro de justicia del gobierno de la UCD, Francisco Fernández Ordóñez, y con el rechazo frontal de la Iglesia católica y de los sectores conservadores de la sociedad, incluidos varios medios de comunicación. En el año 1980 la mujer estaba sometida al marido, y no era defendida como ahora ante los malos tratos.
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En la actualidad, en este Diario, hemos informado de sentencias en las que los hijos han denunciado a padres por maltratar a sus madres. Se les ha condenado a pena de prisión, a indemnizar a la víctima, y se les ha dispuesto orden de alejamiento para que la agredida no tengan que ver ni saber más de su verdugo.
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