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Cuando hace ya más de un año, el confinamiento cerró todo, incluidas las librerías, el sector vislumbraba un año catastrófico que, sin embargo, les ha devuelto el optimismo natural de quienes están al frente de unos negocios sostenidos por lectores. La pandemia les ha traído nuevos clientes, gente que se ha enganchado de nuevo a los libros o que los han descubierto en las largas horas en casa. Esto, sumado a la venta 'online', ha permitido a las librerías resistir mejor que cualquier otro sector de la cultura la tormenta de la covid.
Hoy, Día del Libro, los libreros celebran que hay más extremeños que leen y eso se traduce directamente en que ellos venden más. Que han aumentado los lectores en la región lo confirma el barómetro de hábitos de lectura y compra de libros de 2020, el informe de los editores españoles que evalúa anualmente cuánto se lee en el país.
Según esta encuesta, Extremadura sigue siendo la comunidad autónoma en la que menos se lee, con un 53,9% de lectores frente al 64% de la media nacional. Sin embargo, el dato positivo es que en el año de la pandemia ha aumentado en más de un punto (52,2% en 2019) la cifra de lectores extremeños.
Este crecimiento está directamente relacionado, a juicio de los libreros, con el confinamiento primero y con las limitaciones sufridas por otras actividades de ocio después, derivadas de la crisis sanitaria. «Tras superar el confinamiento, se notó que había mucha gente con muchas ganas de leer. Después de tanto tiempo en casa, la gente se cansó de ver películas y series o de los videojuegos y empezó a leer», confirma Nacho Figuero, de la librería Eguiluz de Cáceres, un negocio que abrió su padre en 1987 y que él gestiona desde 2013.
Con él está de acuerdo Mario Quintana, al frente de la librería emeritense La selva dentro:«Ha sido un buen año para la lectura. La gente ha vuelto a leer, sobre todo en la franja de entre 25 y 35 años, porque ha tenido tiempo para dedicárselo a los libros y eso se ha notado en un aumento de las ventas. Los libreros no deberíamos de quejarnos este año».
En la librería Tusitala de Badajoz, las ventas también han crecido con la pandemia. «He vendido más que en los dos años anteriores y también ha habido más movimiento en la librería de gente que me pide sugerencias porque no está al tanto de lo que se publica. Antes mi clientela eran lectores habituales que sabían lo que querían llevarse», comenta su propietario Agustín Lozano.
Junto a los nuevos lectores que ha traído la pandemia, otro de los salvavidas del sector ha sido la venta online. En este caso, a algunos el cierre total de sus librerías les cogió con el pie cambiado, obligándoles a subirse al carro a toda prisa del comercio electrónico. Eso le ocurrió a la librería Eguiluz. «Quien tenía página web, sí que pudo capear un poquito mejor el tiempo de cierre de marzo y abril del año pasado y quien no, como era mi caso, le vio las orejas al lobo. Sentí la necesidad de hacer perfiles en redes sociales y tener página web, porque al final es una manera de comunicarnos con los clientes, a los que echamos mucho de menos en los meses de cierre total. Como yo, mucha gente se ha visto empujada por la pandemia a tener presencia en Internet».
El confinamiento también le pilló sin web a Mario Quintana. «Era algo que sabía que debía hacer y de repente en plena pandemia me vi en calzoncillos en la calle. Al principio los pedidos me los hacían por Whatsapp y ya en mayo lancé la página web y lo he notado porque incluso me llegan pedidos de gente de Mérida que no quiere salir de casa».
Quienes ya ofrecían sus libros por la vía 'online', han visto como este canal les ha mantenido a flote. «Una de las cosas que nos ha salvado y que ha permitido que estemos aquí ahora es la tienda 'online'», asegura Cristina Sanmamed, dueña de las librerías La puerta de Tannhäuser y La Pecera en Plasencia. «El trabajo 'online' es superimportante, para nosotros es nuestra tercera librería. Estamos supercontentos porque de esa incertidumbre inicial, en la que lo veíamos todo superoscuro, ahora vemos que la gente ha cogido un buen hábito de lectura, pero no ha sido fácil, hemos trabajado más que nunca».
Tusitala no tiene web propia, aunque, como reconoce su propietario, «es algo que me planteo todos los días». Forma parte de Libelista, la red 'online' de librerías, que es una alternativa que le permite tener presencia en Internet y con la que ha vendido «a cuentagotas» este último año.
La presencia de las librerías en Internet y su capacidad para entregar los libros en 24 horas en cualquier destino hace que el gigante de Amazon ya no les asuste. Sobre todo, porque en España la ley solo permite rebajar un 5% el precio de los libros (y el 10% en el Día del Libro y durante las ferias) y eso –defienden– les arma para plantarle cara a los grandes canales de distribución. «Amazon es la primera opción que le viene a la gente a la mente a la hora de comprar por Internet, pero lo que no puede ofrecer su algoritmo es el trato personalizado y las recomendaciones que hacemos los libreros», defiende Nacho Figuero.
Además de esta ventaja, la pandemia les ha dado otra: la preferencia de los vecinos por los negocios locales, después de comprobar durante el confinamiento que las ciudades serían eriales si solo funcionaran supermercados y farmacias. «Ha habido una respuesta general, no solo con las librerías, de comprar en el comercio local y de eso nos hemos beneficiado todos», opina Figuero.
La librería Tusitala, recuerda Lozano, vivió un aluvión de clientes cuando reabrieron tras el confinamiento. «La gente esperó a que abriéramos para comprar libros, quizás se haya aprendido a valorar la vida que da el comercio a las calles».
Mario Quintana destaca, en este sentido, iniciativas como la del Ayuntamiento de Mérida para fomentar el consumo local, que ha repercutido en su negocio.
El libro electrónico tampoco figura ya en la lista de amenazas del librero porque no ha desbancado al papel. «La gente está todo el día con el móvil, saturadísima de mirar una pantalla, y a la que le gusta leer, quiere el papel», asegura Sanmamed.
Las librerías, además, fueron consideradas esenciales a partir de la segunda ola de la pandemia, siendo el único sector cultural que no ha tenido que volver a cerrar sus puertas tras el confinamiento del primer estado de alarma. Esto ha tenido un lado bueno, pero también uno malo, creen los libreros. «Siempre es mejor estar abiertos que cerrados, pero nos ha perjudicado que el resto de negocios como los bares estuvieran cerrados porque había menos gente en la calle», valora Lozano. En Plasencia, la librería de Sanmamed acusa las restricciones de movilidad. «Notamos la falta de turistas. Tenemos un turismo de librerías, que no es de masas, pero es gente que hace una gran compra de libros y estamos deseando que puedan venir».
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