Guardar para cuando no haya y prevenir avenidas para proteger a la población. Álvaro Paniagua, jefe de Explotación de la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), lo resume técnicamente en «regular y laminar». Lo explica delante del inmenso monitor cuyos números se han agitado más ... de lo normal en los últimos días debido a la lluvia. De momento, revela que las últimas precipitaciones han incrementado las reservas de la cuenca del Guadiana en 500 hectómetros cúbicos, casi la capacidad total del embalse García de Sola, algo más de la mitad de toda el agua que cabría en el embalse de Alange.
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Esa pantalla gigante muestra una información con imágenes y datos sobre el caudal en tiempo real en cada una de las 35 presas, 78 estaciones de aforo, 36 estaciones de nivel y 44 estaciones meteorológicas que tiene esta cuenca, de largo la más domesticada de la península. No existe otra igual con tantos embalses, azudes y conducciones en superficie e incluso bajo tierra para ayudar a gestionar el agua de lluvia. «Hay una foto típica en Mérida de 1947, cuando casi no había presas, en que se ve el agua pasando por encima del Puente Romano. En 2013 hubo una avenida con cifras similares, sin embargo esa imagen ya no volvió a ocurrir», pone como ejemplo Álvaro Paniagua, ingeniero de caminos canales y puertos.
Ahora, en cada infraestructura de la CHG, además de sensores, hay cámaras, una información que llega a los técnicos cosida por un esquema gigante que se ve en una pantalla cuyo eje es el río Guadiana. A él van a parar, también en color azul, líneas rectas que representan otros ríos y afluentes solo conocidos por los vecinos de cada comarca, pero vigilados desde dos oficinas que equivalen a un centro de tráfico o una torre de control de un aeropuerto.
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Se trata del SAIH (Sistema Automático de Información Hidrográfica), que empezó a operar en 2006 y se va modernizando poco a poco. «Hasta entonces todo era mucho más rudimentario y recibíamos la información con más personal de campo tomando medidas en puntos estratégicos». Aunque el ajetreo aquí es menor, los últimos días reconocen que han sido intensos.
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La sede central del SAIH está en Don Benito, donde trabajan 22 personas entre operadores, ingenieros informáticos, civiles y de telecomunicaciones. Además, existe otra sala denominada 'de respaldo' ubicada en la sede de la CHG en Mérida. La dotación se completa con una red de comunicaciones autónoma con antenas y repetidores dispersos en varios puntos de la cuenca para asegurar la conexión de un sistema que sirve para regar, dar de beber y proteger vidas.
Estos días, explica Paniagua, han estado en contacto permanente con el 112, ya que desde el 4 de diciembre comenzó un periodo de lluvias que ha concluido con una situación extraordinaria y convenía saber el estado de cada cauce en cada momento, incluso cualquier ribera.
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Este jueves, después de que el martes la borrasca Efraín anegara varios núcleos de población, sobre todo en La Roca de la Sierra, Madrigalejo y la pedanía pacense de Gévora, el responsable de SAIH, estaba en condiciones de afirmar dos cosas: pese a las precipitaciones tan continuadas la mayoría de los embalses ni siquiera están cerca de llenarse (la cuenca en su tramo extremeño estaba el jueves pasado al 28% de su capacidad, apenas un punto por encima que un año antes); y que no se ha abierto ninguna compuerta, como se ha especulado por parte de algunos vecinos afectados por las riadas.
Según aclara, esas avenidas eran imposibles de controlar porque más arriba no había presas para sujetar el agua, a la vez que entiende que no se puede llenar todo el territorio con estos sistemas de hormigón que inevitablemente alteran el ecosistema. «Si llueve mucho, todo lo que caiga donde no hay presas se inunda, es inevitable», afirma.
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Lo que sí ha ocurrido –prosigue– es que en presas que contienen pequeños embalses el agua ha superado el límite y ha sido expulsada de manera automática por los aliviaderos. Se trata de Villar del Rey el lunes pasado y sucesivamente Cancho de Fresno, Montijo, Horno Tejero, Boquerón, Ruecas, Cubilar, Ruecas y Gargáligas. Se trata de siete presas pequeñas dispersas por la cuenca cuyo volumen total suman 240,3 hectómetros cúbicos cuando la más grande España, la de La Serena, tiene una capacidad de 3.219. Esta última entre el 4 y el 14 de diciembre ha incrementado su agua embalsada 1,6 puntos y se encuentra en la actualidad al 14,5% de su capacidad.
La última vez que se activó la apertura de compuertas en casi todos los embalses extremeños fue en 2013. Aquellas imágenes tan espectaculares fueron portada, tanto de la suelta como de sus efectos. Desde 2009 llovió tanto durante tanto tiempo que hubo que liberar agua de urgencia, no sin polémica pues en varios puntos se produjeron inundaciones muy perjudiciales para los agricultores, sobre todo en Vegas Altas, donde fueron muy críticos con los protocolos de la CHG.
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Sobre cómo se ejecuta esta orden, Álvaro Paniagua, en su puesto actual desde 2017, explica que una compuerta no se abre desde un ordenador. «Se hace en la misma presa, donde hay un botón para ello, si bien se trata de una maniobra sensible que realiza un operario en presencia de un electromecánico».
La cuenca del Guadiana. Tiene 35 embalses: 8 en la provincia de Ciudad Real, 1 en Cuenca, 6 en Cáceres, 17 en Badajoz, 1 en Córdoba y 2 en Huelva.
Las presas más grandes y su estado. El de La Serena tiene una capacidad de 3.219 hm3 y estaba el jueves al 14,5%. el segundo es el del Cijara con 1.505 hm3 y al 23,9%, Alange tiene 878 hm3 y está al 13% y Orellana, con 807 hm3 de capacidad, al 48%.
Los embalses que han llegado a su límite. Cubilar, Cancho del Fresno, Ruecas (prov de Cáceres) y Gargáligas, villar del Rey, Canchales, Horno Tejero y Boquerón. En total, son 240 hm3.
Desembalsar y aliviar. Confederación asegura que no ha abierto las compuertas de los embalses (desembalsar), sino que el agua ha salido por unos aliviaderos que existen en las presas, por donde sale el agua sola cuando esta alcanza determinado nivel.
La sala donde se toman estas decisiones es un chorro de información visual en manos de ingenieros e hidrólogos cuya misión es administrar el agua recogida en función de las necesidades. Todo va por gravedad de un lugar a otro gracias a una red de obras civiles que incluso permiten el trasvase de un embalse a otro con un túnel subterráneo de cuatro kilómetros y cuatro metros de diámetro, así como un canal denominado 'de las dehesas' de 103 kilómetros que sale de García Sola y también ayuda a sacar agua de donde sobra hacia donde falta.
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Álvaro Paniagua explica que la principal demanda es la del regadío, auténtico sustento de la economía extremeña y con especial importancia en las Vegas Altas del Guadiana, donde se concentra la gran mayoría del agua embalsada. Por ello, durante seis meses que dura la campaña de riego (de abril a octubre) se va dando salida al agua de los pantanos a través de canales y luego acequias, siempre en función de las reservas. «Hemos tenido periodos con mucha agua, así que la hemos recogido para luego ir soltándola poco a poco, pero la gente tiene que entender que lo que se suelta es menos de lo que entra».
La otra gran demanda es el abastecimiento, que sale por tuberías y va a las estaciones de depuración de los municipios antes de llegar al grifo de las casas. En este caso sí da un dato optimista tras lluvias de los últimos días, y es que en un solo día la presa de Villar del Rey recibió aportaciones para garantizar el agua de más de un año en la ciudad de Badajoz, una cifra que no está nada mal y que hace que toda esta compleja red de vasos comunicantes en cuesta hacia el mar se entienda con una metáfora: «esto es como una hucha donde hay que ir guardando para cuando no haya», resume Paniagua.
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