Sixto Durán es el dueño de Ferroca, la única ferretería de la Roca de la Sierra, en la avenida de la Constitución. La parte trasera del negocio da a la ribera de La Troya y ahí tiene su garaje. La furgoneta Citroen que aparca en ... su interior tenía este martes la última marca de agua a la altura de los retrovisores, lo que da una idea del alcance de la riada que cogió desprevenidos a los 1.400 vecinos de esta población pacense a medio camino entre Cáceres y Badajoz y que ayer pasó casi todo el día aislada por carretera.
Publicidad
El ferretero y su mujer, María del Pilar Ramírez, son un matrimonio de emigrantes retornados de Barcelona, un viaje de vuelta y definitivo realizado hace 16 años en busca de tranquilidad. A un año de la jubilación de ambos, se vieron de repente con toda la mercancía de su tienda flotando alrededor de ellos.
«No sé ni por dónde empezar, de momento he abierto un pasillo para poder pasar ¿y esta bombona qué hace aquí? Habrá venido por el agua porque la tenía allí (y señala un limonero situado en un patio a quince metros)». En ese momento, un vecino aseguraba que casa de su suegra el agua había llegado a dos metros y quince centímetros de altura, casi hasta el techo.
Noticia Relacionada
Este día 13 en La Roca cada uno tenía una historia que no olvidará. «Me las he visto para poder sacar a mis padres esta mañana de casa –relataba Santiago Díaz– porque mi madre es algo obesa, el agua le llegaba por las rodillas y me llamó llorando por la mañana. Vine desde Montijo justo antes de que cortaran la carretera».
Publicidad
La Roca de la Sierra fue la localidad extremeña más castigada de las muchas que sufrieron sucesivas trombas de agua descargadas por la borrasca Efraín. No hubo víctimas personales, pero las materiales van a ser cuantiosas y aún se están contando los animales ahogados, desde perros y ovejas a gallinas y pájaros que quedaron atrapados después del amanecer.
Llovió durante toda la noche, pero la calma se rompió entre las ocho y media y las nueve de la mañana, cuando el agua desbordó el cauce de La Troya. Entonces comenzaron los nervios, los gritos y la incredulidad. Todavía asombrados, los más mayores dl pueblo aseguraban que el agua nunca había llegado las cotas que alcanzó ayer martes. «Solo en febrero de 1981 vi algo parecido, pero entonces la ribera ni se había encauzado, así que lo que ha pasado esta vez no es normal», declaraba Antonio García mientras ayudaba a limpiar una especie de almacén de su hijo en la avenida Montijo, auténtica zona cero de un desastre que nadie vio venir.
Publicidad
La foto daba pena: varios electrodomésticos inservibles y cada familiar empuñando un cepillo que se hacía minúsculo ante todo el trabajo que quedaba pendiente. «No se ha salvado nada, había desde garbanzos a chorizos, cerveza, pellet, 50 litros de aceite de oliva,...», relataba sin ver el fin Antonio García mientras sacaba agua al exterior.
Noticias Relacionadas
a. murillo / M. Fernández/T. Agúndez
A pocos metros otra familia tenía media casa en la calle y siguiendo un rastro de barro y enseres se llegaba hasta una escena curiosa. Había decenas de libros dispersos en la acera, todos empapados. Pertenecían a la biblioteca de Diputación, llamada telecentro porque dentro también hay ordenadores. Paqui Baquetero, responsable, tenía la llave y fue a ver si había habido daños. No le hizo falta porque la presión del agua había empujado la puerta. Cuando se asomó al interior le entraron ganas de llorar.
Publicidad
En las calles más cercanas a la ribera, en cuanto bajó el nivel y se empezó a hacer recuento y limpieza, el panorama era desolador. El marrón había teñido todo tipo de enseres que se iban apilando en cada puerta. Y para completar una imagen cercana al apocalipsis, a pocos metros asustaba el aspecto mutilado de una de las construcciones más antiguas, el conocido como Puente Viejo, cerrado ayer al tránsito por varias horas tras haber perdido toneladas de piedras que lo sustentaban.
El agua que corría debajo se desbordó a primera hora de la mañana y se metió furiosa en las casas. La siguiente estampa, unos minutos después, fue la de vehículos flotando como corchos y bomberos sacando personas a través de los balcones en un martes 13 que ya no olvidará ningún vecino.
Publicidad
El alcalde, Alfonso González, estaba ayer a las cinco de la tarde agotado y aún conmocionado. «Ha sido un día muy triste, nunca habíamos visto nada igual. Ha sido cuestión de quince minutos y se ha desbordado todo sobre las ocho y media de la mañana. La ribera venía como enloquecida, enfurecida. No sé cuántas casas se han visto afectadas por el agua, pero vecinos muchos. Ahora está todo más calmado, pero aún hay miedo. Lo mejor está siendo la colaboración de los vecinos trabajando ahora codo con codo».
Alfonso González
Alcalde de La Roca de la Sierra
Un comentario muy extendido ayer en el pueblo es que el arroyo está lleno de maleza porque los ecologistas se oponen a una limpieza que afectaría al ecosistema fluvial. El alcalde reconocía ayer estas tensiones cada vez que toca abordar el desbroce de este cauce, pero decía que ayer no era momento de buscar culpables y que este miércoles lo que tocaba era, «con la cabeza ya fría», ver cómo empezar a reparar los numerosos desperfectos, reponer los enseres imprescindibles para mucha gente y encontrar .
Noticia Patrocinada
Tomás Sánchez, por su parte, es concejal en la oposición y ayer por la tarde iba casa por casa para hacerse una idea de los efectos de Efraín en su pueblo. Según sus cálculos, más de cincuenta hogares se vieron afectados, pero al final se fueron apañando en viviendas de familiares y no fue necesario evacuarlos a otra población como se comentó a primera hora.
«Le digo a la gente que haga fotos de todo porque supongo que al final habrá que declararlo zona catastrófica y pedir ayuda a las instituciones porque ha sido mucho el destrozo. Gracias a Dios solo material, sin víctimas, pero animales sí se ha llevado el agua. Nunca ha habido una riada igual, es verdad que algunas de estas casas se habían inundado antes, pero como esta vez nunca. Yo esta mañana cuando salí no me lo creía, con gente asomada a las ventanas porque no podía salir a la calle. Eso me impactó», relataba ayer el edil del PSOE.
Publicidad
Por su parte, Mariano Díaz, pastor de ovejas de 44 años, también residente en la avenida Montijo que se llevó la peor parte de la riada, fue escueto al resumir su nueva situación: «No me ha quedado nada. No tengo ni ropa. Me iré a dormir a casa de mi hermana, y mi mujer a la de la suya», decía antes de seguir limpiando junto a su hijo Luis Miguel y a su sobrino Santiago, que perdió ayer cuarenta gallinas.
Escoge el plan de suscripción que mejor se adapte a tí.
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.