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Las minas de Logrosán comenzaron a explotarse en torno a la década de los 30 del siglo XIX, pero su época de mayor actividad fue entre 1863 y 1946, año en que se clausuró de manera definitiva. De lo que hoy es la cueva turística Mina Costanaza se extraía fosforita. «Su componente principal es el mineral apatito, que está compuesto del fosfato que se quería para la fabricación de abonos», explica Mari Paz Dorado, conservadora del Museo Geológico y Minero Vicente Sos Baynat.
Para explotar varios niveles al mismo tiempo, en este espacio se trabajaba mediante minería de realce. «Se abrían agujeros en abanico en la roca, donde se metían explosivos para detonar y luego se golpeaba con los picos para descargar los bloques en la vagoneta», señala Dorado, que añade que fuera de la mina empezaba el trabajo femenino, que consistía en lavar el material y trasladarlo a las machacadoras para dejar el tamaño de grano adecuado para el molino.
Parte de la materia prima se convertía en abono en la fábrica que había en Logrosán, aunque también había material que se transportaba para ser tratado en otros lugares. «De aquí salieron abonos para media Europa, la mitad del abono que se ha hecho en España entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX ha salido de esta mina y la otra mitad de Aldea Moret», asegura la conservadora del museo que está en el recinto minero.
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