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Este domingo se celebra el Día de la Madre. Será un primer domingo de mayo diferente tras siete semanas muy distintas a la vida que conocían antes. Ellas han tenido que cambiar sus rutinas y han pasado más tiempo con sus hijos. A muchas, 24 horas sin separarse de ellos les ha servido tanto para descubrir lo agotador que puede llegar a ser como lo maravilloso que resulta. Así lo cuentan María, Elena, Ana y Belén, cuatro madres extremeñas en tiempos de confinamiento.
Algunas incluso han descubierto detalles que no conocían de sus pequeños. Otras incluso de ellas. Han tirado de imaginación más que nunca y se han reinventado cada día. La tecnología tampoco ha faltado para intentar compaginar trabajo, crianza y deberes. Todo bajo el mismo techo, sin salir de casa, sin guardería, sin colegio, sin instituto y sin la ayuda de los abuelos. Una mezcla que ha hecho que todas compartan una misma conclusión: «No ha sido fácil».
María Lumbreras (40 años) suspira tras el teléfono cuando le preguntan cómo han sido estos meses. De fondo se escucha a su hija de seis años y a su hijo de cuatro. «Ha habido momentos de desesperación, pero al final nos hemos adaptado. La primera semana fue muy estresante. Por la mañana hacían los deberes y por la tarde tocaba ocio, pero me di cuenta de que no paraban de entrar preguntándome dudas mientras teletrabajaba», cuenta esta cacereña a la que el confinamiento le ha obligado a convertir un vestidor de apenas seis metros cuadrados en su particular oficina.
María Lumbreras | Teleoperadora, Cáceres
Desde allí esta teleoperadora atiende las llamadas de cientos de clientes. «Trabajo 30 horas semanales y lo que necesito es silencio. Así que por las mañanas he tenido que optar por dejarles un ratito de tablet, aunque sé que no está bien, pero no me queda otra. También les organizo retos. Por ejemplo, les digo que hagan manualidades y las escondan por toda la casa para que las encuentre su padre», detalla. «Otros días les he puesto una videollamada con la abuela», comenta entre risas antes de reconocer qué es lo que peor ha llevado. «Lo más difícil ha sido encontrar un momento de tranquilidad para mí».
Eso sí, lo bueno tampoco ha faltado. «He podido pasar más tiempo con mis hijos y he descubierto facetas en ellos que no conocía. Entre otras cosas, su gran imaginación», confiesa esta madre que ya ha recibido su primer regalo. «Mi hija me ha hecho un joyero con una caja de cartón», dice orgullosa.
Seguro que algún detalle también recibirá Ana María Galán (45 años), periodista que vive en Mérida y tiene tres hijos (13, 12 y diez años). Ante la situación de las últimas semanas se muestra sincera y no edulcora la realidad. «Ha habido veces que me he sentido sobrepasada. Ha sido muy complicado compaginar el trabajo, que informativamente se ha multiplicado, con atender a los tres niños, que tienen comedor y ahora no podían ir; así como sus deberes y las tareas del hogar», reconoce. «Cuando tenían dudas, tenía que parar de trabajar un momento o pedir que tuvieran paciencia», dice Ana.
En su caso existía la posibilidad de salir de casa para cubrir la actualidad informativa como periodista, pero lo ha minimizado todo lo que ha podido. «Más que nada por seguridad», añade Ana, que también ha descubierto algo positivo en este tiempo. «He disfrutado de los niños, pero hay que reconocer que no estamos acostumbrados a pasar 24 horas con nuestros hijos. Lo honesto es decirlo», se sincera Ana, que es muy probable que celebre el Día de la Madre con una comida especial.
Elena Peña (44 años), de Plasencia, hará lo mismo y además aprovechará la pequeña salida de este domingo para acercarse junto a sus hijos a casa de su madre y felicitarla. «Viven a 800 metros e iremos dando un paseo». Dice que estos días ha echado en falta la ayuda de los abuelos. «Mi marido trabaja en una funeraria y ha tenido más carga, así que me he ocupado de casi todas las tareas, de los niños y del trabajo, algo que siempre hacemos entre los dos», explica esta auxiliar administrativa del Organismo Autónomo de Recaudación y Gestión Tributaria.
Teletrabaja desde que se decretó el estado de alarma. Cada día se conecta desde primera hora de la mañana con el único ordenador que tienen en casa. «El mayor, de 13 años, ha ido siguiendo las clases con el móvil o la 'tablet' y ha sido más independiente, pero con la pequeña, de diez, he tenido que estar encima de ella. Hay muchos deberes y nos tenemos que conectar a diferentes plataformas para seguir las tareas del colegio», comenta Elena, que al menos ha tenido tres cuartos de hora diarios para hacer algo de deporte en casa.
Hoy duda de si elegiría teletrabajar de por vida. «Quizás algún día a la semana sí, pero también echas de menos a los compañeros o algo tan sencillo como ir andando al trabajo».
Belén Corcho (44 años) también teletrabaja desde que los colegios cerraron. Ahora esta profesora de música en el instituto Castelar de Badajoz imparte todas sus clases por las tardes de manera 'online'.
«Acabo de salir de un claustro», comenta esta madre que tiene una hija que está a punto de cumplir cuatro años. «Desde que mi marido también está en casa es él quien sobre todo se hace cargo de la niña, porque en Educación nos están absorbiendo. Tenemos que estar pendiente de manera continua de las preguntas de nuestros alumnos», reconoce desde su casa en Badajoz.
«Es una pena porque hay estudiantes que no tienen posibilidad de disponer de un ordenador y estamos perdiendo a algunos. Además, muchos se mueven muy bien por las redes sociales, pero luego no saben escribir en un documento de texto y enviarlo», añade Belén, quien apunta que le ha llegado a presentar a su hija a sus alumnos. «Es normal, me interrumpía las clases de vez en cuando», confiesa con ganas de que todo pase. «Aunque, eso sí, ella está contentísima de pasar 24 horas con sus padres», concluye Belén.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Álvaro Soto | Madrid
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