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Maestros del maquillaje
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No había comité de expertos para la desescalada. El reconocimiento hecho por el Gobierno de que ese órgano no existió, que anunciarlo fue una maniobra de distracción ante la opinión pública, solo nos sorprende a medias. No es la primera vez que el Ejecutivo de Sánchez miente con descaro a la ciudadanía, y estén ustedes seguros de que no va a ser la última.
A quienes conocimos de cerca el desempeño de Iván Redondo en Extremadura como máximo hacedor del gobierno de Monago estos episodios nos extrañan lo justo, más bien poco. Como jefe de gabinete de Sánchez Redondo ha perfeccionado sus habilidades, que se resumen en una: utilizar con destreza una fabulosa maquinaria de maquillaje/marketing, para dar la impresión de que se gobierna. Que se gobierne, y se acierte, ya es otra cosa. Lo que importa es aparentar. El postureo moderno.
Tampoco debe extrañarnos demasiado. Redondo es un producto de una sociedad en la que lo que cuenta es la imagen. Muchos españoles van a Estados Unidos a hacer un máster de Oncología o a aprender lo último en Inteligencia Artificial o Robótica. Redondo fue a formarse en marketing político y hay que reconocer que su aprovechamiento ha sido inmejorable: en muy pocos años ha logrado tener mando en plaza en La Moncloa. Extremadura fue apenas un aperitivo, la cancha de entrenamiento antes de dar el salto a las grandes ligas.
Redondo sabe que para ser respetado, el poder necesita pompa, ritos, y montó la ceremonia de homenaje a las víctimas en el Palacio Real, con llama votiva y rosas blancas; y ahora organiza una reunión de presidentes en La Rioja porque las videoconferencias con los presidentes autonómicos durante la pandemia no tienen glamour. Una pantalla de ordenador no puede competir con la solemnidad que infunden los antiguos muros del Monasterio de Yuso. Poco importa el resultado del encuentro: ya se han logrado las horas de televisión, las páginas en los periódicos; ya se ha instalado en la retina de los españoles la imagen que demuestra que Pedro Sánchez pastorea con desparpajo a los líderes territoriales.
Solo Torra, perdido en sus delirios independentistas, se ha desmarcado de la cita; Íñigo Urkullu, más astuto que el catalán y que todos los políticos españoles juntos, le ha puesto precio a su presencia en forma de concesiones para el País Vasco. La jugada habitual del nacionalismo vasco. Sánchez quería que los presidentes le reconocieran el éxito de la cumbre europea y esta reunión cumple esa función y otra quizá más importante: sirve para mandar al segundo plano la parte de la realidad más dura: el descalabro del PIB en un 18,5% en el último trimestre. Otra vez el maquillaje.
Y lo curioso es que funciona.
Pertenezco a esa generación que cree que la política es algo distinto a las intrigas y los golpes de efecto de House of Cards o Juego de Tronos, las series televisivas que inspiran a nuestros gobernantes y a sus oráculos.
En base a esa creencia, mi olfato me dice que en algún momento esta factoría de animación montada alrededor de Sánchez, que acumula más efectos especiales que todo Disney y Pixar juntos, se va a dar el costalazo. Pero no. Si siguen ustedes los estudios del CIS, verán que el experimento va viento en popa: la legislatura va a ser larga, ha alardeado el presidente. Y seguramente tenga razón y seamos los viejos dinosaurios, los que confiábamos en la política y desconfiamos de tanto marketing, los que estamos en el error.
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