Las manos que inyectan esperanza
Equipos de enfermería ·
En una mañana recorren 300 kilómetros, convierten una casa de cultura en centro de vacunación y pinchan cientos de dosis a abuelos deseosos de esquivar el virusEquipos de enfermería ·
En una mañana recorren 300 kilómetros, convierten una casa de cultura en centro de vacunación y pinchan cientos de dosis a abuelos deseosos de esquivar el virusLas enfermeras Ángela Recio y Flor Vadillo y la auxiliar Marifé Vinagre se han levantado temprano para montarse a las ocho y media de la mañana en el coche e ir desde Cáceres a Huertas de Ánimas. Hoy toca cerca. Apenas 50 kilómetros separan el ... Hospital Universitario de la casa de cultura de esta pedanía trujillana que el pasado jueves se convirtió en un centro de vacunación. Lo que a veces era un teatro o un pequeño salón de actos pasó a ser en cuestión de minutos un espacio con mesas llenas de jeringuillas y viales, sillas para los mayores de 80 años, papeleras para los residuos y un pequeño biombo por si alguien necesitaba atención.
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A las 9.30, los abuelos de esta población donde reina la calma empezaron a llegar, justo al mismo tiempo que los sanitarios del consultorio que portaban la nevera con las vacunas de Pfizer. La abrieron y empezó el llamamiento de los que estaban citados, casi un centenar.
Así comenzó la jornada para uno de los 13 equipos de vacunación de la covid con los que cuenta el SES. Llevan trabajando desde el pasado 27 de diciembre, cuando se inició la campaña, y ya son las manos de la esperanza para acabar con esta pandemia.
Desde entonces han recorrido una veintena de pueblos. Ha habido días en los que incluso han vacunado en cinco municipios distintos y se han hecho más de 300 kilómetros. «Desde Guadalupe hasta Cedillo; recorremos todas esas localidades», asegura la enfermera Vadillo, que lleva casi tres décadas en esta profesión. «Me propusieron este reto y acepté consciente de la responsabilidad que supone, ya que es algo que no se había hecho nunca. El manejo de esta vacuna es muy meticuloso y necesita cierta destreza», reconoce mientras mezcla el suero con el líquido inmunizador lentamente.
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Ángela Recio | Enfermera
Se nota que tiene práctica. Ha vacunado en residencias, centros de personas con discapacidad y ahora acuden como refuerzo a las localidades donde atención primaria tiene una mayor carga asistencial.
Nunca antes había puesto tantas vacunas en una mañana. El día que fueron a la residencia Asistida de Cáceres, la mas grande de la región, llegaron a inocular 500 dosis entre dos equipos. «Podemos poner unas 150 diarias cada una sin problema», dice mientras mira a su compañera Ángela, la más joven del grupo.
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«Cuando puse la primera me temblaba la mano por la importancia de lo que estábamos haciendo», reconoce a sus 25 años. «Es el primer contrato de larga duración que tengo. Antes había hecho sustituciones en quirófano», comenta Ángela, que además de para vacunar, algo que ya le habían enseñado en su carrera, este trabajo le ha servido para ver a su abuela, a la que no podía visitar desde hace once meses. «Vive en la residencia Infanta Isabel de Trujillo, tiene 85 años y cuando fuimos a vacunar a ese centro pude verla. No la avisé y le di una sorpresa muy especial. Después de tanto tiempo fue muy emocionante», comenta esta joven que, pese a las largas jornadas de trabajo, está muy orgullosa de lo que hacen.
«Ha habido días en los que hemos salido de casa a las ocho de la mañana y hemos llegado a las ocho de la tarde», añade Recio. Flor asiente con la cabeza antes de recordar cómo tuvieron que hacer frente al temporal Filomena para vacunar ese fin semana. «Nos tocó ir al centro residencial de Montánchez y en esa zona había nevado mucho. Era complicado acceder por sus calles y los vehículos nos dejaban pasar porque íbamos a poner las dosis a los mayores».
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Precisamente la logística es lo más complicado en todo este proceso. En ocasiones son ellas mismas las que trasladan las vacunas en el coche con el que se desplazan por los pueblos. Las llevan en neveras que mantienen las dosis a entre dos y ochos grados después de haber sido descongeladas. En otras ocasiones un transporte especializado las lleva hasta al punto de vacunación y hay veces que es el centro de salud el que ya dispone de los viales porque han sido distribuidos antes.
Con todo el material listo es el momento de cargar dosis para administrarlas. Cuentan con un listado con el nombre de cada persona que le toca vacunarse y, con la ayuda de los profesionales de los consultorios, empiezan a pinchar. Una vez que están todas las dosis puestas, lo registran en el programa informático del SES.
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Flor Vadillo | Enfermera
Ahí es cuando termina la jornada que, muchas veces, está llena de momentos gratificantes. «Cuando vamos a los pueblos es como un día grande para los mayores. Están deseando que les vacunen y nos lo agradecen», apunta Marifé. «En los centros residenciales nos aplauden cuando entramos y cuando salimos», añade.
No miente a juzgar por lo que contaban los que esta semana han pasado por la casa de cultura de Huertas de Ánimas para vacunarse. «Yo estaba deseando que llegara el día para ver si empieza pronto la gimnasia», decía Antonia Juana Miguel, de 82 años. Si algún día eso es posible tendrá que dar las gracias a Ángela, Flor y Marifé.
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