María Guardiola, en Cáceres, en junio de 2022 en el inicio de su andadura política. JORGE REY

María Guardiola: la niña cacereña que creció en un piso pequeño

La separación de sus padres comenzó a marcar el carácter de una mujer hecha a sí misma a base de esfuerzo que hoy es presidenta de Extremadura

Ana B. Hernández

Sábado, 15 de julio 2023, 07:51

Dicen que las adversidades que presenta la vida antes o después achican o agrandan en función de cómo se encaran. Y que tras esas batallas, a veces grandes, a veces no tanto, nada vuelve a ser igual.

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A María Guardiola le tocó librar la primera ... cuando era una niña pequeña: la separación de sus padres. «Entonces no era tan habitual, ella se sintió una niña señalada y esto comenzó, sin duda, a marcar su carácter; en su caso, la fortaleció», dice un amigo suyo.

Dolores, la madre de la nueva presidenta de Extremadura, se trasladó tras la separación a la casa de los abuelos con sus dos hijos. Y fue allí, en el número 32 de la calle Antonio Hurtado, donde María Guardiola creció.

Lo hizo en un piso pequeño «donde vivíamos nueve personas: mis abuelos, mis tíos, mi madre, mi hermano y yo, y nuestro perro que se llamaba Lucero», contó ella a los militantes del PP el día en el que finalizó su campaña como candidata a la presidencia del partido.

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«Una infancia muy feliz, llena de risas y canciones, donde el salón era mi escenario y cantaba desde Teresa Rabal a los Panchos».

Hoy sigue cantando cuando puede, es algo que le gusta, aunque ha cambiado a Teresa Rabal y los Panchos por Alejandro Sanz. «Ella es la guinda del pastel en todas las fiestas, porque es una mujer alegre». Y no lo dicen solo sus amigos. Incluso quienes han sido sus contrincantes políticos también: «María es simpática, divertida, cariñosa, con la que te irías a tomar un café o de cañas». Pero también, dicen, «la concejala que a todo grupo político le gustaría tener».

La presidenta de Extremadura fue siempre una estudiante aplicada. Primero, en el colegio Santa Cecilia de la capital cacereña, donde nació hace 44 años; después, en el Instituto Hernández Pacheco y más tarde, en la Universidad de Extremadura, donde se licenció en Administración y Dirección de Empresa.

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«Nadie nunca le regaló nada. María Guardiola es una mujer hecha a sí misma», afirman los que forman parte de su vida. Aseguran que es un ejemplo de la cultura del esfuerzo, en la cree firmemente. Trabajó repartiendo guías telefónicas y de dependienta para ayudar en casa mientras cursaba la carrera, con beca.

«Crecí pensando que comer más de un plátano era malo para la salud, eso decía mi abuela. Aprendí que los comercios siempre fían a la gente honrada, que la familia puede ser todo lo grande que uno quiera, que donde comen 9, comen 15. La importancia de cuidar a los demás, a los vecinos, a todo aquel que tienes cerca», ha confesado de manera pública la presidenta extremeña. «Recibí tanto que no tendré vida suficiente para agradecer y devolverlo de alguna manera. Gran parte de lo que soy hoy se lo debo a esa etapa, especialmente a mis abuelos y a mi madre».

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Un momento duro

Ella soñaba de pequeña con ser matemática y misionera. Le gustaban los números y quería trabajar por un mundo mejor. Y una y otra cosa siguen formando hoy igual que ayer parte de una «luchadora», de una niña que entonces hizo del esfuerzo su mejor arma y que hoy, como mujer, «sigue estudiando absolutamente todo, es muy metódica, no deja nada a la improvisación».

Su sonrisa constante no debe confundir. Pero tampoco sus esfuerzos para contener las lágrimas, esos que presenció casi el país entero el día en que claudicó ante Vox y faltó a su palabra. «Tenéis una presidenta llorona, pero muy fuerte», les dijo a los militantes del PP tras firmar el pacto al que se resistió hasta el final.

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Un trago amargo, «un paso doloroso» como ella lo definió, aderezado con palabras gruesas y agresivas que seguramente nunca antes había recibido, con críticas que han traspasado el umbral de lo razonable, como ella también opinó, «pero que una vez más ha superado. Y esto, una vez más también, la hace más fuerte», dicen sus amigos.

«Soy una persona valiente, con garra y que suelo conseguir aquello que me propongo. Soy tozuda», se definió en una entrevista en HOY. Y está claro que lo es. Su carrera política fulgurante es buena muestra de ello. En un año ha pasado de ser una concejala desconocida a dirigir la región. «Pero no ha cambiado, la fama no se le ha subido a la cabeza, sigue siendo igual de natural y cercana, nada en ella es impostura»

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Otros no lo ven así. Hay quienes creen que su tozudez y su confianza en el terreno político le han jugado una mala pasada. «No se entiende su empecinamiento tras el triunfo de la noche electoral, cuando estaba claro que los números no le daban, ni la incontinencia verbal con Vox; ella sola se metió en el barro». Y salir de él no le ha resultado gratis. El coste público y personal ha sido abultado, pero posiblemente, el aprendizaje adquirido también.

Fue el expresidente del PP y de la Junta, José Antonio Monago, quien la introdujo en política cuando la fichó para que fuera secretaria general de Economía y Hacienda en la única legislatura en la que los populares han gobernado Extremadura hasta ahora. Entonces ninguno podía imaginar que llegaría un día en el que ella le sustituiría a él en ambos cargos. Pero María Guardiola lo ha logrado en un tiempo récord. El 22 de julio de 2022 se convirtió en presidenta del PP de Extremadura. El 14 de julio de 2023 hace historia como primera mujer al frente de la región.

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«Es brillante en economía y en el conocimiento de la administración», destacan de ella. Ser número uno de su promoción le sirvió para tener un contrato de práctica en la Junta. Al año siguiente, en 2003, logró su plaza en propiedad. Aprobó las dos oposiciones a las que se presentó y se quedó como titulada superior economista. Casi una década después, cuando la llamó Monago, Guardiola contaba ya con sobrada experiencia en la administración y en la gestión.

La familia

Desde ese momento su vinculación con el PP, partido al que se afilia entonces, se afianza y se estrecha. Elena Nevado la lleva en su candidatura al Ayuntamiento de Cáceres en 2015 y María Guardiola se convierte en concejala de Economía y, en la legislatura siguiente, con el socialista Luis Salaya, pasa a la oposición. Hasta que decide que quiere convertirse en la primera mujer en presidir Extremadura y asume el nuevo reto con el convencimiento de que tiene la formación, las ganas, la responsabilidad y el coraje precisos para conseguirlo.

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Y, sobre todo, el apoyo inquebrantable de su extensa familia. El de su marido, al que conoció con 18 años y al que ha dado las gracias de manera pública «por no sujetar mis alas». El su madre, «mi referente, mi red, mi espejo, mi todo». El de sus hijos, su pasión y absoluta prioridad.

También el de su segundo padre y sus dos hermanas pequeñas, fruto de la nueva relación de su madre, y el de su padre biológico, cuya relación ha cuidado igualmente la nueva presidenta extremeña a lo largo de su vida.

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«Es envidiable la conexión de María Guardiola con toda su familia», aseguran sus amigos. Porque como también ha dicho ella otras veces, la última en su debate de investidura, donde de nuevo tuvo que contener las lágrimas, «no tengo espacio para el rencor».

La niña que creció en un pequeño piso de Cáceres cumplirá el próximo diciembre los 45 años convertida en la primera presidenta de Extremadura. «Tengo carácter y no voy a pedir perdón por ello».

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