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En 1972, me mandaron a estudiar interno a Zamora y desde entonces no había vuelto a ver el festival de Eurovisión. Siendo un niño, disfruté ... mucho con las victorias de Massiel y Salomé. Y el maestro Barbitas, que dirigía la orquesta durante esas interpretaciones, es, en mi selectiva memoria sentimental, mucho más importante que Karajan y Baremboin juntos. Así que hacía 50 años que no veía Eurovisión, aunque conocía sus avatares castizos: Chikilicuatre, los cero puntos de Remedios Amaya...
Este año, tampoco pensaba verlo, aunque conocía las polémicas políticas y sociales que había provocado la selección de Chanel y las eliminaciones de Tanxugueiras y Rigoberta Bandini. Me había dejado llevar por la ola general de mi entorno y me había parecido que la elección de Chanel se había debido a la cobardía del jurado del Benidorm Fest y también a que las derrotadas representaban a la periferia oprimida (Tanxugueiras) y al feminismo despreciado (Rigoberta). La canción de Chanel, en mi ignorancia eurovisiva, me parecía una más, del montón de Eurovisión.
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Había, además, un componente político-social que me llevaba a apoyar el 'Ay Mamá' derrotado en Benidorm. La canción era utilizada por mis alumnos en sus espectáculos feministas y en sus apuestas de género, así que, con dos trazos, me hice una composición de lugar y me dejé llevar. En resumen, lo de Chanel era lo de siempre, el sistema por el sistema, y lo de Tanxugueiras y Rigoberta eran la valentía y la diferencia frente a la inercia, los lugares comunes y la mediocridad.
Para cerrar el círculo, surgió la polémica Macarena Olona cuando Vox utilizó la canción de Chanel para presentar la campaña de su candidata en Andalucía. Así que mi pensamiento débil y acrítico decidió que quería que Chanel perdiera y, desde luego, no se me pasó por la cabeza ver el festival después de medio siglo alejado de él.
Pero el sábado por la mañana, sucedió algo imprevisto. Estábamos en una casa rural rayana y, en el desayuno, con tiempo suficiente para charlar, mi mujer me sorprendió sacando el tema de Eurovisión y me dio su visión de la cuestión, que difería completamente de la mía. Para ella, las canciones del sistema, las que iban a favor de la corriente eran las de Rigoberta y Tanxugueiras. El feminismo de la Bandini le parecía impostado y políticamente correcto, muy de laboratorio social, y la apuesta de Tanxugueiras era típica del nacionalismo rampante y victimista. Además, ninguna de esas canciones hubiera tenido ninguna posibilidad en Eurovisión por su escenografía, estilo y temática. Si se quería ganar, Chanel era perfecta.
Entrando en la cuestión social y política, el origen cubano de la cantante, el racismo con que había sido tratada y el ataque que había recibido desde las poderosas superestructuras nacionalista-feministas la convertían en la verdadera representante del antisistema. Cogido entre dos fuegos, devorado por la intensidad del fragor político que despierta Eurovisión y tras leer el sábado un montón de opiniones y entrevistas sobre la cuestión, no pude por menos que ver esa noche el festival. ¡Qué bien me lo pasé! ¡Qué divertido y qué bien lo hicieron Chanel y sus bailarines! En unas horas, entre mi mujer y la cantante, me hicieron cambiar de opinión. Incluso vi el programa posterior al festival y me regocijó comprobar cómo la cuestión política hacía que la presentadora llamara Olona a Olesa, el pueblo donde se crio Chanel. Pasan los años y Eurovisión sigue siendo un fenómeno musico-político de primer orden: así fue con el 'La, la, la' de Serrat-Massiel en 1968 y así es con el 'SloMo' de Chanel en 2022.
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