Principios del año 1979, palacio de La Moncloa, Consejo de Ministros. «En un momento dado, (Adolfo) Suárez escribió algo, se levantó y pasando detrás de mi me dejó una nota manuscrita que dice: «Querido Enrique: No estés triste. Las cosas suelen arreglarse siempre. Cuenta conmigo. ¡ ... Ánimo!». Enrique Sánchez de León (89 años, de Campillo de Llerena) no solo lo cuenta, sino que además, reproduce esa tarjeta manuscrita y firmada por el expresidente del Gobierno. La anécdota y su prueba de veracidad están en 'Esos impertinentes reformistas de la Transición' (Almuzara, Córdoba, 2004, 581 páginas, 27 euros), su autobiografía, que no es una más porque él no es uno cualquiera.
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Ministro de Sanidad con Suárez, antes director general de Política Interior, antes consejero nacional del Movimiento ganándole la elección a un militar de pedigrí franquista, después presidente de Campsa, más tarde rival de Jesús Gil para presidir el Atlético de Madrid, fundador del primer partido regionalista extremeño... La vida de Sánchez de León, que es abogado y funcionario por oposición (inspector de Trabajo), da para unas memorias. Y le han salido unas amenas, porque cuenta mucho sobre mucha gente. Y mucho sobre Extremadura. Y sobre la Transición y sus protagonistas. Y además, él es cualquier cosa menos un tibio, y el libro está impregnado de su carácter. Aquí van unas píldoras.
«Sigo considerándolo como un simbólico pistoletazo de salida del auténtico reformismo interior», escribe el exministro, que en esa elección a consejero nacional del Movimiento le ganó la partida al general Pérez-Viñeta, «que era amigo personal de Franco», sitúa él. 385 compromisarios le votaron, y 231 al militar. Su victoria, que llevaba aparejada la condición de procurador en Cortes por Badajoz, fue una sorpresa, y él opina que ha sido silenciada. «Si hubiese sucedido en cualquier otra provincia de mayor relevancia política –afirma–, hubiese sido interpretado como un claro exponente de la aparición de la opción reformista en la España aún franquista».
En ese proceso, «sufrí todas las presiones políticas que puedan imaginarse en los ámbitos profesional, político y personal», afirma. Y un detalle: «Estuve presente en la votación –escribe– mientras el general esperaba en un hotel. Cuando, después de saberse el resultado, fui a saludarle, ya había desaparecido».
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«A mí, personalmente, Suárez me había repetido en muchas ocasiones aquello de 'Cuando nosotros gobernemos...', que me hacía suponer que él estaba convencido de llegar a presidente del Gobierno y que contaría conmigo como ministro, más o menos. La relación de confianza y amistad entre los dos, sin ser íntima, se afianzó cuando no sé a propuesta de quién (supongo que del propio Arias Navarro), aparecí como uno de los nueve representantes del Consejo Nacional del Movimiento que, junto a nueve ministros del Gobierno, Suárez entre ellos, formamos la comisión mixta encargada de elaborar los textos legales de la reforma política».
Al llegar al cargo, «me encontré –relata Sánchez de León– con un inmenso número de organismos y funciones, sin despacho donde sentarme, sin equipo ministerial y naturalmente ni siquiera con membrete o con alguna tarjeta. Nada». «De antemano –cuenta en otra página–, advertí que no podría hacer nombramientos 'políticos', y que todos los elegidos serían acreditados conocedores de su función, advertencia que naturalmente, no sentó bien en los aspirantes de aquella primera UCD, porque ya asomaban cabeza los oportunistas de partido por el mero hecho de ser militantes».
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«Me siento dolorido –admite– porque no se reconozca que ha sido un extremeño al que si se exceptúan las iniciales residencias de Cáceres y Badajoz, se debe casi toda la infraestructura hospitalaria regional, creada o apuntalada con mi decisiva intervención en distintos momentos».
«Cuando Adolfo Suárez, un día de marzo de 1979, me llama personalmente y me dice 'Voy a hacer una remodelación del Gobierno, y he de lograr un equilibrio de situaciones, porque también ceso a tus contradictores' (o algo así), además del elogio personal y la declaración de amistad, se cumple algo inexorable, asumido y esperado».
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Antes del Consejo de Ministros citado al inicio de este reportaje, el extremeño le dijo a Suárez «muy solemnemente: 'Presidente, tú necesitas a Fernando (Abril Martorell) más que a mí. Para hacer ahora lo que yo hago, no me necesitas. Puede hacerlo cualquiera. Por mí no te preocupes». El trasfondo es la mala relación que Sánchez y Abril (ministro de Economía y vicepresidente segundo) mantuvieron «desde prácticamente la toma de posesión del primer Gobierno democrático de Suárez». «Los roces y conflictos eran constantes», afirma.
Escribe Sánchez sobre Abril: «Se había atribuido la representación de la Sanidad y la Seguridad Social (...) En un ejercicio de prepotencia decididamente desleal y deplorable, citaba y conversaba telefónica y a veces presencialmente pidiendo asesoramiento y datos a algunos directivos y técnicos de mi departamento, con el encargo explícito de no contármelo ni a mí ni a mi subsecretario. Para mí era insufrible, vergonzoso y humillante».
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Sánchez de León ha ocupado numerosos cargos públicos y privados. Ha sido tres veces director general, una de ellas de Política Interior. De esa etapa recuerda «con angustia las noches posteriores al secuestro de (Emilio) Villaescusa (teniente general) y (Antonio María) Oriol (abogado y político)». También evoca «con aflicción la audiencia de cintas de los discursos pronunciados por los dirigentes de izquierdas, radicales y comunistas, y también socialistas, deducidos de actuaciones clandestinas y grabadas por agentes de inteligencia».
En diciembre de 1976, él dio la rueda de prensa con los resultados del referéndum sobre la Ley de Reforma Política, norma clave de la Transición. La consulta «fue una chapuza por la falta de medios técnicos del Ministerio», escribe el extremeño, que fue presidente de Campsa. Y delegado del Ministerio de Seguridad Social en Orense, Málaga o Guipúzcoa. Y director de la Mutualidad Laboral de Transporte. Y de Asistencia y Atención Sanitaria... Tras dejar la política, se dedicó a la abogacía.
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El exministro jugó en el Santo Tomás CF, de Tercera regional, y «fui probado por el primer equipo profesional de Badajoz en Segunda División», rememora. Disputó como titular el Trofeo Ibérico. Ya afincado en Madrid, se hizo socio del Atleti, su equipo por herencia paterna. «En los años 70 –reconstruye–, tuve ocasión de conocer a Vicente Calderón, el presidente del club de mis amores, con quien entablé primero una relación profesional en asuntos estrictamente jurídicos y después una profunda amistad personal». En esa época, «alguna vez saqué de apuros al CD Badajoz e influí en los fichajes de Eusebio, Medina y otros».
«Me presenté a las elecciones –explica– alentado por muchos aficionados y peñas. Me tocó financiar una campaña emotiva pero sucia por cualquier lado que se la mire. Todos los pronósticos me eran favorables, pero el día antes de la elección, Gil anunció a bombo y platillo periodístico el fichaje de Futre, el mejor jugador del momento». Hoy lo ve con humor. «De vez en cuando –escribe–, la providencia echa una mano a los ingenuos y los hace perder inmerecidamente. Y menos mal que perdí, porque de ganar, no sé qué habría sido de mí y de mi profesión».
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Confiesa el exministro que aunque sigue siendo igual de atlético que siempre, hace tiempo que no va al estadio y cuando ve a un partido en directo, es en Bernabéu por acompañar a algún familiar.
AREX (Acción Regional Extremeña) aparece a lo largo de toda la autobiografía de Enrique Sánchez de León, aunque el capítulo específico lleva el título de 'Un abrelatas para la democracia en Extremadura', lo que da la pista sobre la consideración que él tiene de esa «apasionante aventura». Él, que fue su impulsor principal, lo define como un «proyecto regionalista-reformista», y sostiene que hasta ese momento, nadie en la comunidad había hablado de aperturismo. «La verdad de AREX se ha ignorado intencionadamente», defiende. La formación se integró en UCD, y su nacimiento, auge y caída están relatadas minuciosamente en estas memorias.
«Los dos personajes políticos más poderosos en la historia extremeña dan tan poca sustancia doctrinal e intelectual...». Es lo que opina Sánchez de León sobre Rodríguez Ibarra y Fernández Vara, los presidentes socialistas que ha tenido la Junta.
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Deja claro el autor que son valoraciones de su labor como políticos, y que en lo personal, les guarda total respeto. «Las cuatro décadas de predominio socialista (39 años menos cuatro sin entidad, de presencia conservadora) pueden considerarse como la más penosa y desaprovechada ocasión de progreso material y de valores comunitarios jamás existentes en nuestra región». A esa época la bautiza como 'la cuarentena modorra'. «Es duro decirlo –reflexiona–, pero Extremadura y sus gentes nunca saldremos de la indigencia económica e intelectual que nos acompaña hasta que no se reconozca el fracaso absoluto de los socialistas que nos han gobernado durante tanto tiempo».
Sobre el PP extremeño, cree que ha sido «un acólito» del PP nacional». Agradece los esfuerzos que Carlos Floriano hizo «por integrar el regionalismo en el PP», y sus «grandes incitaciones implícitas a mi imposible integración en las filas del PP». Cita también una llamada de José María Aznar, «a través de (Rodolfo) Martín Villa y en presencia de Luis Ramallo», para puestos directivos «e implícitamente dirigir el partido en Extremadura».
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«Visto desde fuera –escribe–, el PP (extremeño) ha estado romo de pensamiento, torpe en la crítica y disciplinado y subordinado respecto a su poder central, y lo que es peor, inoperante e intrascendente en la resolución de los permanentes problemas regionales».
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