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Cinco años tenía Mercedes Rodríguez Romero (Cáceres, 1987) cuando le hicieron un regalo que seguramente ha terminado resultando clave en el guion de su vida. Fue una cámara de fotos. La primera. Hoy es una de las mejores fotógrafas de naturaleza españolas. Por su ojo han desfilado lobos, osos, renos, bisontes, guepardos, elefantes, orcas, chacales, buitres... Y a todos los ha sacado guapos pero reales, porque ella busca con sus capturas ir más allá de lo estético y «contar la realidad que viven los animales», y esa verdad no es siempre dulce.
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Con esa primera cámara, y con otras mejores más tarde, la niña y la adolescente y la joven Merce pasó muchas horas en el campo con su padre, que es como una biblia de la naturaleza en general y de los pájaros y Monfragüe en particular. Él es Ángel Rodríguez, director del parque nacional extremeño durante treinta años, probablemente quien mejor conoce el espacio más protegido de Extremadura.
Tantas veces fue el campo el patio de recreo de Mercedes Rodríguez que suena a pura lógica que estudiara Ingeniera Forestal y del Medio Natural en la Universidad de Extremadura, en Plasencia. «De no haberme dedicado a la Naturaleza, no sé a qué me habría dedicado, no habría sabido hacer otra cosa», cuenta ella, que resume su vinculación con el territorio de su infancia con una broma: «a veces digo –cuenta– que además de a mi hermana Manuela, tengo un hermano, que es Monfragüe».
El parque es su sitio, y algunos días también su oficina. Allí guía a fotógrafos de cualquier país –entre los últimos, un grupo de austríacos– que viajan al norte extremeño porque saben que en pocos sitios hay tantos pájaros tan cerca y en tan poco espacio. «Monfragüe es el tercer destino del mundo para los aficionados a la fotografía de pájaros, los 'birdwatchers' –explica ella–. No hay otro lugar que concentre tantas especies. Y esos pájaros se quedan aquí por algo. En España hay regiones muy bonitas, muy verdes, pero ninguna con los mosaicos que tiene Extremadura, de la que yo soy una embajadora orgullosa allí donde voy».
Y va a muchos sitios: Finlandia, Noruega, Polonia, Rumanía, Italia, África... Lo hace por su trabajo en Skua Nature Group, una empresa de alcance internacional que en el primer párrafo de la portada de su web ya da la pista sobre la dimensión de Extremadura en el campo de la fotografía ornitológica. «Nuestros destinos –explican– son únicos e icónicos, recorremos diversos paisajes y cada tiene su singularidad; desde el Círculo Polar Ártico hasta la Dehesa Extremeña, desde el Delta del Danubio hasta las plácidas colinas de los viñedos de Monferrato y más…».
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Rodríguez llegó a Skua casi de casualidad. Ocurrió hace nueve años. «Yo era fija discontinua en Tragsa, y estaba estudiando en Zamora un máster sobre lobos –recuerda la fotógrafa–. Un día me encuentro con una empresa de 'hides' (escondites para fotógrafos en la naturaleza) con sede en Italia que me habla de trabajar en Polonia con lobos. Yo tenía 27 años. Y decidí irme con ellos».
O sea, cambió un empleo seguro por otro que suponía una aventura incierta. Y claro, en casa no es que recibieran la noticia organizándole una fiesta. «Es que además –amplía Mercedes–, empecé en Skua como voluntaria, para cuatro meses, pero me enganchó tanto que llevo nueve años».
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Casi una década ya recorriendo mundo para enseñarle a los fotógrafos especies emblemáticas del mundo animal. De esas que veía de chica en casa con su padre. Lo recordaba ella en diciembre del año 2021, cuando tuvo en el visor de su cámara a un guepardo y eso le hizo, contaba, llorar y sonreír a la vez. «Aún recuerdo –escribía Mercedes en su muro de Facebook–, con tan sólo cinco años, sentada en el sofá junto a mi padre, frente a esos documentales en hora de siesta, que obviamente en mi casa nunca se dormía. Cómo entre mil detalles más, mi padre me enseñaba la diferencia entre un leopardo y el veloz guepardo. Insistió en que concentrase mis ojos en aquellas perfectas curvas negras que dibujaban su cara. Me fascinó tantísimo ese matiz que nunca más lo olvidé y desde aquel preciso instante, este félido ha encabezado siempre mi lista de favoritos».
«El mundo que mi padre me enseñó de pequeña era apasionante –recuerda ahora–. He vivido desde niña el amor a la naturaleza tan de cerca que siempre quise dedicarme a ella. Ahora llevo ya nueve años con una maleta y un perro». Se refiere al pastor alemán que le acompaña a todos los viajes que pueda hacer sin tener que coger un avión. Si hay que cruzarse Europa conduciendo para poder llevarle, ella lo hace.
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«Una de las motivaciones principales para estudiar Ingeniería Forestal fue la posibilidad de ayudar a mejorar las condiciones de vida de especies amenazadas, porque soy una conservacionista nata», comenta la fotógrafa, que aprendió a manejar la cámara de forma autodidacta «y gracias a los consejos de muchos profesionales muy buenos a los que he tenido la suerte de conocer», agradece.
Lo cuenta unos días antes de viajar a Noruega para quedarse allí más de un mes. «A lo largo de estos años he visitado entre 40 y 45 países, pero en el mundo hay 194 países, así que me queda una eternidad, me faltan un millón de sitios por conocer». Y lo último: para la tranquilidad familiar. «El espíritu soñador y viajero –dice Mercedes Rodríguez– es mi gasolina, forma parte de mí, pero también es verdad que cada vez busco más la forma de pasar más tiempo en Extremadura, porque volver a casa siempre me parece una buena idea».
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