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En la imagen de archivo, Vara y Pedro Sánchez. HOY
Ministros extremeños

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Carta de la Directora ·

Debo reconocer que nunca le he dado importancia al origen de los ministros. Me he creído siempre el principio de que todos son ministros de España, no de su provincia o su comunidad

Manuela Martín

Badajoz

Domingo, 19 de enero 2020, 08:51

En la última semana he escuchado críticas al hecho de que en el nuevo Consejo de Ministros no haya ningún extremeño. Una muestra más de la postergación de Extremadura en los centros de poder, opinan los más críticos. Debo reconocer que nunca le he dado importancia al origen de los ministros. Me he creído siempre el principio de que todos son ministros de España, no de su provincia o su comunidad, y que miran por el interés general de todos los españoles, no por el de su pueblo. Y querría seguir creyéndolo. El día en que España se administre en función de cuotas territoriales estamos muertos, al menos los más débiles.

Creer que los ministros deben tomar decisiones pensando en todo el país no impide ver que, a veces, el origen sí cuenta. Y que todos tienen su corazoncito. Todavía se recuerda en Extremadura que si el Hospital de Llerena está donde está es porque Enrique Sánchez de León, ministro de Sanidad con Adolfo Suárez, eligió el emplazamiento en contra de los técnicos que aconsejaban Zafra.

La elección de los ministros muestra cuáles son y dónde están los centros de poder. Y ese poder no reside en la España vacía, sino en las comunidades más ricas o más pobladas: Madrid, Cataluña, País Vasco, Valencia, Andalucía… Échenle un vistazo a la nómina de ministros y verán que la mayoría (17 de 22) proceden de esas cinco comunidades.

¿Serviría de algo sentar a un político extremeño en el Consejo de Ministros? Depende. Allí estuvo durante tres años María Antonia Trujillo, ministra de Vivienda con Zapatero. Entonces sí que funcionó la cuota extremeña, pues, según se ha contado, Rodríguez Zapatero ofreció al PSOE extremeño un puesto en el Consejo, Ibarra le propuso a Fernández Vara pero el nombramiento se frustró porque Zapatero necesitaba una mujer para completar el gobierno paritario.

No se puede decir que Trujillo (que estuvo entre los ministros peor valorados de la legislatura) favoreciera especialmente a Extremadura. Tampoco se trataba de eso. Quizá recuerden ustedes que el precio de la vivienda estaba por las nubes y Trujillo se inventó lo de las 'soluciones habitacionales', los minipisos de 25 metros para que los jóvenes se independizaran. El plan se quedó en el aire y la ministra fue relevada. Durante su mandato de tres años no vio venir, como casi nadie, que la burbuja inmobiliaria estaba a punto de estallar y de arrastrarnos a una crisis de la que todavía nos lamentamos.

Es obvio que tener una ministra o un ministro de la tierra en el Gobierno no garantiza nada. Sin embargo, se sigue criticando que no lo haya. Quizá la reclamación tiene que ver con el prurito de sentirse importantes; como si el hecho de no contar con nadie en el núcleo del poder significara que Extremadura no cuenta a la hora de tomar las decisiones claves. Una especie de humillación. A la hora de pedir los votos Extremadura sí existe, pero en el momento de nombrar ministros no, es la queja. El PSOE extremeño, que presume elección tras elección de conseguir para sus siglas el porcentaje de votos más alto de España no parece tener la suficiente influencia como para imponer nombramientos en Madrid. No ha habido más suerte con las designaciones de Unidas Podemos. Tras las elecciones de abril se especuló que un pacto PSOE-UP podría llevar a la exdiputada por Badajoz Amparo Botejara a un cargo importante (ministra de Sanidad, por ejemplo), pero el rumor no se ha hecho realidad.

Tampoco se ha producido la tantas veces anunciada marcha de Fernández Vara. Se frustra la teoría, acariciada por el PP en las últimas semanas, de que el presidente extremeño se iba a Madrid para centrar la imagen del Gobierno, demasiado escorado a la izquierda y el nacionalismo. Si se ha producido el ofrecimiento, Vara no lo desvela. La oferta, de haberla habido, sería más una invitación al suicidio político que una promoción. ¿O qué otra cosa sería convertirse en un peón del tablero que controlan Pedro Sánchez e Iván Redondo?

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