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El momento Almaraz

El momento Almaraz

Manuela Martín

Badajoz

Domingo, 30 de septiembre 2018, 18:45

Tenía que llegar. Y ha llegado. La central nuclear de Almaraz está a punto de cumplir su periodo de explotación, (lo hará en 2020, es decir pasado mañana en términos políticos) y se ha vuelto a plantear si se debe prorrogar su vida útil, en el caso muy probable que sus propietarios la pidan, o cerrarla. La cuestión se ha colocado en medio de la actualidad política extremeña porque el cambio de Gobierno en Madrid y la llegada de Teresa Rivero al nuevo Ministerio de Transición Ecológica parece inclinar la balanza hacia el cierre lo más pronto posible. De la misma opinión es la nueva consejera de Economía, Olga García. De hecho fueron sus declaraciones de hace dos semanas diciendo que no hacía falta el ATI, el almacén de residuos que se acaba de construir junto a la planta nuclear, las que encendieron la mecha y pusieron en alerta a ayuntamientos de la zona y oposición política.

Los alcaldes han dicho lo que sabemos desde hace cuarenta años: que la central da empleo y paga unos impuestos que permiten a la comarca gozar de un dinamismo económico que para sí quisieran otras zonas más deprimidas de Extremadura.

Quienes viven directa o indirectamente de la central no quieren ni oír hablar de un cierre inmediato. El Campo Arañuelo probablemente sea la comarca donde menos antinucleares hay de toda la región. Y es lógico.

Este estado de opinión lo conoce de sobra Fernández Vara. De ahí su interés en desmentir a su consejera de Economía para asegurar que Almaraz no se cerrará mientras no haya una alternativa económica. Nucleares no, pero a su tiempo.

También Monago está de sobra al tanto de la especial sensibilidad que existe en la comarca sobre el asunto. Por eso se ha lanzado en tromba contra los planes del Gobierno. Sabe que su postura contraria a un cierre de la central tiene eco en los vecinos y le pone dramatismo: «Si se cierra, se muere el norte de Cáceres». Estamos en precampaña.

Monago no cree que el presidente de la Junta tenga a la mano una alternativa industrial para amortiguar el impacto que provocaría en la zona la clausura de la planta nuclear. Y de momento es obvio que no la tiene. Fernández Vara ha insistido en pedir que el Gobierno de Sánchez arbitre medidas de impulso económico incentivando proyectos de energías renovables en el Campo Arañuelo. Pero no hay noticias de que el Ejecutivo se haya dado por aludido. Y si se mantiene la previsión de cierre para 2020 esas alternativas ya tenían que estar en marcha.

Es obvio que en la Moncloa hay de momento asuntos más urgentes de qué ocuparse, pero es obligado preguntarse qué pasará si el Gobierno decide seguir adelante con su plan de ir cerrando centrales, sin prórroga que valga, y la Junta se opone. La competencia en la materia la tiene Madrid, no las autoridades extremeñas, pero seguramente en la zona de Almaraz quieren creer que la postura que defiendan los gobernantes extremeños tendrá alguna influencia.

Nadie duda de que el peso de la energía renovable va ir subiendo de manera imparable, a corto, medio y largo plazo. El futuro es renovable, pero la cuestión es cuánto dura esa 'transición ecológica' que da nombre al Ministerio de Rivero y cómo se evita que haya demasiados damnificados.

En el caso de Almaraz nos podemos encontrar con situaciones al estilo Navantia: un gobierno que está en contra de venderle a armas a Arabia Saudí y que cuando esa decisión pone en peligro miles de puestos de trabajo en Cádiz echa marcha atrás por las protestas de los trabajadores y guarda en un cajón los principios. No somos tan ricos como para no quererle vender unos cuantos barcos militares a los árabes. Pedro Sánchez está haciendo un máster acelerado de que gobernar siempre es más complicado que hacer programas electorales y fotograriarse con dirigentes internacionales. En cualquier caso sería paradójico que una región (y especialmente un partido, el socialista), que se manifestó hace más de treinta años a favor del cierre de la central de Valdecaballeros, enarbolara ahora el 'No' al cierre de Almaraz. Ironías del destino.

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