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Un día más en la Moncloa
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La presunta jugada maestra, repetir las elecciones para conseguir una mayoría más amplia, ha sido un fiasco y Pedro Sánchez ha sido empujado a activar el plan B en menos de 48 horas: gobierno de coalición con Podemos y Pablo Iglesias de vicepresidente. La misma fórmula de la que renegaba hace dos semanas. Abrazos, besos y rápido reparto de sillones. El volantazo ha sido tan brusco que la mayoría de los ciudadanos todavía estamos atónitos, preguntándonos si la política tiene que ser así, como la concibe Sánchez y su entorno. Hoy digo una cosa y mañana la contraria y me quedo tan fresco.
Por descontado que los políticos tienen derecho a cambiar de opinión. «La mejor dieta para un político es tragarse sus propias palabras», afirmaba hace unas semanas con humor Mariano Rajoy, después de reconocer que él prometió bajar los impuestos y nada más ganar las elecciones tuvo que subirlos. Nada que no hayamos visto.
Lo que hace imbatible a Pedro Sánchez es que juega sin reglas, escribía en estos días Ignacio Varela. Y sí, éste puede ser un diagnóstico certero de cómo se comporta el presidente en funciones. Juega sin reglas, cambia de juego a su antojo y espera que la sociedad lo entienda. Hasta ahora le ha ido bien, si por irle bien entendemos llegar al poder y, mal que bien, sin presupuestos, sin apoyos suficientes, mantenerlo. Quien le pida coherencia pierde el tiempo.
De demonizar a los independentistas pasa a abrir un diálogo con ERC para pedirles, si no el voto afirmativo, sí una abstención que le permita salvar la investidura en la segunda votación. Es probable que la obtenga y que el primer gobierno de coalición de España eche andar. La explicación que dan estos días los socialistas cuando se les pregunta cómo es posible apoyar un pacto con Podemos que antes del 10-N era indeseable es que no queda otra opción.
Y es posible que sea así. Los números no dan para otra cosa salvo para esa gran coalición PSOE-PP a la alemana que parece que nadie quiere en España.
¿Y qué futuro tiene ese gobierno PSOE-Podemos? ¿Cómo va a afrontar el desafío del independentismo o el enfriamiento de la economía? No lo sabemos. Felipe González, que no es sospechoso de representar a la derecha más montaraz, ha criticado que el pacto haya empezado por el reparto de cargos en lugar de elaborar un programa de gobierno y una explicación a los ciudadanos de qué pretende hacer ese Ejecutivo inédito.
La desconfianza de muchos españoles, incluido un buen número de votantes socialistas, es entendible. Si a Sánchez realmente le importara qué piensan los ciudadanos empezaría por admitir su error al forzar unas nuevas elecciones que nadie salvo los políticos querían. Y nos tendría que explicar muy bien por qué ahora nos tenemos que fiar de un gobierno con Pablo Iglesias dentro cuando él no se fiaba hace solo quince días.
Al margen de que los votos sumen y logre la investidura, Pedro Sánchez debería tratar de convencernos de que en el Consejo de Ministros se va a sentar un gobierno sólido y no dos.
Para ganarse la confianza de los españoles, de los que le han votado y de los que no, Pedro Sánchez debería empezar por convencernos de que hay un proyecto para gobernar España y no una competición por ver quién, Podemos o PSOE, Iglesias o Sánchez, acumula más cuotas de poder. Si no nos convence, si ni siquiera lo intenta, se puede asentar las sospecha de que el último objetivo detrás de este pacto, quizá no el único, pero sí el principal, es conseguir estar un día más, un mes más, en La Moncloa.
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