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Es distinta la berrea este año en Monfragüe. Es seguro que mantendrá escenas que nadie de los que quieren al parque nacional y su fauna desean, como la de los grupos persiguiendo a las ciervas o alumbrando a los machos con focos, y será ... así porque es imposible ponerle un guarda a cada visitante, pero la de este verano y otoño es otra historia.
«Esto no se había visto aquí nunca, llevábamos mucho tiempo pidiéndolo», resume Alejandro Palomo mientras guía la visita por este espacio que tan bien conoce, el más protegido de Extremadura. Se refiere el presidente de EMDEMO (Asociación de empresas de Monfragüe) al despliegue de guardas y agentes del Medio Natural y coches que se ve desde un par de horas antes de la hora punta de la berrea, que es el anochecer.
A las siete de la tarde de este viernes en Villarreal de san Carlos, buena parte de la plantilla del parque nacional se hacía una foto para el recuerdo junto al edificio de oficinas. Diez minutos después, ya está cada uno en el sitio asignado o de camino a él. En el propio pueblo, el único dentro de las 18.400 hectáreas del parque nacional, un grupo de empleados uniformados monta un punto informativo. Los habrá iguales en otros lugares estratégicos, allí donde suelen concentrarse más visitantes para escuchar y ver a los ciervos en celo.
Y hay este año también otro tipo de puestos, los de control. Son dos y están en las carreteras que cada año por estas fechas registran más tráfico. Uno de ellos se ubica al poco de tomar desde Villarreal la carretera que va a la presa de los Saltos de Torrejón.
Son las siete y diez de la tarde y ya hay allí una pareja de trabajadores del parque nacional, con chalecos amarillos con el logotipo y el nombre del espacio natural a la espalda. Cuando avistan un coche, uno de ellos se coloca en mitad de la vía y sube un brazo para pedirle que se detenga. El conductor o el acompañante baja la ventanilla y se le informa de qué no debe hacer. Por ejemplo: no dar de comer a los cérvidos, no alumbrarles y aparcar en los sitios reservados para ello. También se les toma nota de la procedencia y el número de personas, a efectos estadísticos.
El mensaje de 'No dar de comer a los animales' figura en letras grandes junto al cruce de los Saltos de Torrejón. Y también a menor tamaño en carteles repartidos por el parque, que con este tipo de medidas busca evitar el descontrol habitual en la berrea, que cada año venía dejando imágenes que indignan a quienes aprecian el lugar y sus animales, y en particular a quienes trabajan en él. Hasta jóvenes haciendo botellón se ha llegado a ver.
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Esto no parece que vaya a suceder esta vez. Al menos no durante los fines de semana, que es cuando se pone en marcha el dispositivo concebido por la dirección del parque nacional y la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Sostenible.
Funcionará los viernes, sábados y domingos de 19 a 23 horas. hasta el 13 de octubre, y aparte de puntos informativos y puestos de control, el plan incluye un minibús que lleva visitantes de mirador en mirador, para intentar reducir el tráfico. Esos minibuses salen de Villarreal de san Carlos a las horas en punto y llevan hasta el mirador de la báscula, aunque también paran en los de los Saltos de Torrejón, Fuente de los tres caños, el Anillo, la Tajadilla y la Malavuelta.
En este último, un macho, una hembra y una cría acostumbradísimos a la presencia humana comen a tres metros de un grupo de visitantes. Entre ellos, alguno se acerca a los animales más de la cuenta. Y entonces, dos agentes del Medio Natural que andan dando vueltas en su coche, vigilando que nadie se pase de la raya, se acerca n y advierten: «No se acerquen demasiado, son animales silvestres, no sabemos cómo pueden reaccionar».
Así evitan lo de otros años, lo que se había convertido en clásico: gente dándoles de comer en la mano, o yendo detrás de las ciervas, grupos rodeándolas... Conductas incívicas que se habían convertido en el pan nuestro de cada fin de semana durante la berrea, y que este año se reducirán, ante la presencia de guardas vigilando y guías informando y controlando aforos. Completa el dispositivo la Guardia Civil. Una patrulla había este viernes a las siete de la tarde en Villarreal de san Carlos. Un rato después, estaba en el área de descanso y mirador de los Saltos de Torrejón. Y su sola presencia, y la de los coches con el logotipo del parque nacional en las puertas, ya le quita las ganas a alguno, o hace que se lo piense.
Ajenos a casi todo, los animales comen tranquilos aquí y allá, en los claros y en las manchas de vegetación espesa. Va bajando el sol y se multiplican los berridos. «Esto es una maravilla», dice Alejandro Palomo, que sabe latín sobre naturaleza y Monfragüe y ciervos y berrea, y que lo explica con pedagogía y yendo al grano. Él cuenta también que estos días, las llamadas al teléfono de 'Viendo verde', su empresa, no paran. Viene gente de cualquier lugar de España. Y del extranjero. Y esos turistas, y él mismo y sus colegas, y los animales también, agradecen esta nueva versión de la berrea en el parque nacional extremeño, más cívica y segura.
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